A propósito de lo ocurrido con los excesivos filtros realizados a la cantante Karol G en la portada de la revista GQ y a su asertiva manifestación, además del forzado beso que el Dalai Lama le dio a un niño, reafirmo que la humanidad no se ve más bonita calladita, que lo que está mal hay que denunciarlo y rechazarlo, que no hay que disfrazar ningún tipo de violencia o discriminación de colonización religiosa o de aparente moda, no y mil veces no.
Establecer estereotipos de belleza y estética para las mujeres es solo el resultado de una cultura patriarcal que parece inventarse formas de arraigarse más y más; idealizar a seres humanos como dioses ‘perfectos’ hace parte de una cultura de sometimiento pueril y falto de determinación, nos llenan de miedos, de mitos infernales, de discursos religiosos que atentan hasta con la salud mental de las personas, por eso cada vez procuro ser más espiritual y menos religiosa, es que ya basta de hacer uso de cualquier ‘poder’ para cometer delitos o posar de salvador del mundo, impoluto e inmortal.
Ya basta de pobretear, feminizar e infantilizar las violencias, cada persona independiente de su condición social, racial, generacional, económica o de género merece respeto en lo privado y en lo público, no puede ser el respeto una retórica doble moral para quedar bien con el mundo.
Karol G es una genia ‘bichota’. Entendió hace rato el tema de la sororidad, del empoderamiento y de que jamás el silencio será la salida, que basta de que las mujeres nos hagamos pajazos mentales disminuyendo la gravedad de situaciones que atropellan nuestra paz y nuestros derechos. La violencia será violencia aunque se disfrace de sutileza, gracias Karol G por hacer de esa situación una tendencia en redes, dado que desde ahí hacemos pedagogía y potenciamos el poder que tiene la era digital para decirle al mundo que las mujeres no somos objetos y que nuestros cuerpos merecen una valoración alejada del racismo, el machismo y tantas pendejadas.
A Dalai Lama le digo que no es una santidad un personaje que obliga a un niño a darle un beso y además con lengua, no quiero imaginarme, si eso es en público, cómo será en privado. En realidad, en nombre de dioses en la historia se ha matado, robado y de todo, así que no es extraño que sea un ‘bicho’ aprovechado de la infancia, la inocencia y la idealización desbordada de muchos. No me sorprendería que ahora se desatara un ‘Me Too’ a la Dalai Lama y salgan las victimas a hablar de tocamientos, abusos y etc.
No poso hoy de santurrona enojada, es que un día me prometí nunca silenciarme ante lo que hace daño, lo injusto no se puede vestir de cosas buenas, ya basta de tanto silencio y miedo absurdo. A Dalai Lama se le desdibujó la ‘santidad’ que le asignan, por ahí no es y nunca será.