En el cumpleaños número uno de Hellen Mery, su hermana mayor, el bebé dormía en brazos de su tía abuela y de ese momento precioso quedó una fotografía que atesoro entre recuerdos de infancia feliz. Le pondrían Jaime Tulio en honor a su papá y a su abuelo, ambos de origen paisa.
En su plácido sueño de recién nacido ignoraba aún, todo el amor en medio del cual nació un 4 de octubre de 1988. Esa es la foto que guardo conmigo de mi sobrino y en la cual mi mamá sonríe feliz y orgullosa al tener en sus brazos a su primer sobrino nieto varón.
Son incontables las historias de su infancia, pero ella gozaba entre carcajadas especialmente con una: la del niño que ya caminaba y hablaba y le rogaba pícaramente a su mamá “un putititito y ya” de leche materna pues se resistía a dejarla.
Recuerdo las uñitas amarillas con su manita abierta entre las mías, y de allí se descubrió tempranamente una hepatitis por la que tuvo que ser tratado. A ese dúo de amores que Dios le dio a mi vida en la década de los ochenta, llegaría luego Miller, o “mi hijo no parido” a quien mis amistades reconocen por ser el fiel acompañante en distintos periplos de la vida, como confidente, mano derecha, conductor, logístico, asistente, edecán, y todos los roles posibles que facilitaron por años mi vida de mujer ejecutiva, emprendedora social y posteriormente madre multitask. Desde pequeños, Hellen, Jaime y Miller fueron depositarios de mis afectos del alma, pero también de mis pilatunas. Ellos recibieron mis prematuras ganas de ser tía pues les enseñé (léase obligué) que así me llamaran ya que como hija única no había posibilidad que me convirtiera en una, y aunque costó, lo logré.
Sus abuelos Joaquín a quien todos llamamos tío Rincón y Denia Lucía, más conocida como Cuny (la tía universal), lo criaron en casa, poniendo todo de sí mismos para hacer de él un hombre de bien. En esa casa enorme en tamaño y amplia en afectos, fueron recibidos muchos, transitoriamente o por largo tiempo, pues las puertas estuvieron siempre abiertas y la cocina disponible para compartir la exquisita comida de la popular y muy querida matrona de ese cálido hogar. Toda una Úrsula Iguarán al mejor estilo del universo de Gabo en Cien Años de Soledad para quien la laboriosidad, la limpieza y el orden a sus ochenta años, son parte de su cotidianidad, contra todo intento fallido de sus hijos, nietos y sobrinos, de desligarla de ello.
Ese pequeño niño hermoso se convirtió con el paso inexorable de los años en un varón enorme, fuerte, valiente, emprendedor y carismático, a quien la música le transformó la vida en un constante recorrido por los senderos de la música vallenata. Dios le regaló una voz prodigiosa y un sentimiento al cantar, que hizo que todo adquiriera sentido al conectar con ese aspecto esencial de su ser.
Admiraba profundamente a ‘Pipe’ Peláez y pronto por su casa transitaron otros músicos amigos, que lo acompañarían en grabaciones, presentaciones y parrandas. Sus huellas por la vida de los demás, dan cuenta de una capacidad increíble pero cierta, de ser y de estar, de dar lo mejor, de ser amigo, pero no cualquier amigo: El amigo de todos, y así lo han llorado y recordado ante su triste partida.
Admiraba a Jaime Tulio como papá de Jimmy José. Su entrega a su chocolatico era simplemente alucinante y verlo recogerlo al salir del colegio, compartir tiempo juntos y darle siempre a su hijo el primer lugar en su vida me sobrecogía el corazón de una manera indescriptible. Toda una oda a las nuevas masculinidades y su posibilidad de estar presente de forma real y permanente para su hijo, aunque ya no fuera pareja de Laura, a quien todos queremos por su especial manera de ser y por ser la madre de quien ahora representa y en quien se encarna lo mejor y lo más bello de nuestro ser querido.
¡Eso va mija! Era su respuesta cuando lo llamaba para pedirle que amenizara alguno de los eventos que organicé. Su voz amenizó la cena de clausura del Comité Jurídico de Confecámaras en Riohacha en 2011 dejando un halo de grata recordación entre los representantes de más de 50 cámaras de comercio del país. Más recientemente nos acompañó en el evento de devolución de competencias del sector de agua potable en febrero de 2022, en la cena de fin de año de la AT en 2021 y en una agradable parranda en el patio de mi casa para agasajar a nuestro querido José Acero en julio de 2022.
La noticia llegó un sábado finalizando la tarde. De inmediato se aglomeró la gente en la parte frontal de la Clínica Cedes mientras nos uníamos en un solo dolor, descarnado, incrédulo e indecible. Días después, un río de gente acompañaría su cuerpo a ser sepultado en la misma bóveda donde los restos de sus bisabuelos, abuelo, tíos y tías, y su primo hermano, yacían. Centenares de personas fueron llegando a la plazoleta del Parque Nicolás de Federman a manifestar sus condolencias, brindar un abrazo y unirse en solidaridad por su vil asesinato.
La calurosa tarde de su sepelio, la música hizo su aparición para homenajear su entrega a ella, en la voz de sus acongojados colegas músicos. En el cortejo fúnebre las mujeres cargamos su ataúd como nos enseñaron las mayores, para proteger el corazón de los hombres, y exigiendo también justicia por haberle arrebatado la vida a un joven bueno, bello, pujante y talentoso.
Las voces del gremio musical de Riohacha se unieron para cantar al son de un relicario de acordeones que sonaron sin cesar, andando pasos melancólicos en una procesión de lágrimas, llegando al cementerio central de Riohacha al caer la tarde, mientras su icónica y hermosa canción “De Repente” se escuchó una y otra vez, junto a otros temas vallenatos cuyas letras expresan el dolor de una despedida.
Han pasado varios días, y en la madrugada alguien pone su música para el barrio entero. La nostalgia nos lleva por caminos donde la espontaneidad y el dolor se funden en un grito desesperado que a veces se acomoda para cabalgar con la música y así emerger. Así, en esta madrugada afloran estas sentidas letras, andando entre la incredulidad, la impotencia y la tristeza.
La vida me ha enseñado que donde hay más afecto es donde existe mayor posibilidad de ser herido, fortuita o intencionalmente. Quizás por ello duele tanto tu partida Jaime Tulio, por el amor del cual eres y serás depositario, por parte de tantas personas quienes recibieron de ti, eso que te hacía único.
Culminando esta columna a las 4:00 a.m., a punto de cumplirse su novenario, llegaban de alguna calle cercana las notas de la canción Jaime Molina, de la autoría del maestro Rafael Escalona en la voz de Carlos Vives…
Te amamos y te extrañaremos por siempre Jaime Tulio, el hijo de Caya y Jaime, Nieto de Cuny y Rincón, papá de Jimmy José, adorado hermano de mi Hellen Mery, Miller, Darío, Jaime Luis, José e Imelda, novio de Brigitte, sobrino y primo inigualable, el amigo de todos. Descansa en paz.