El mundo observó en directo los hechos bochornosos de una turba que violaba cordones de seguridad de policías, asaltando enardecidos el Congreso que legislaba el trámite de ratificación de la elección presidencial, donde resultó elegido Joe Biden.
La intención de los actores revoltosos era sabotear la sección en ambas cámaras, con la finalidad de bloquear el último paso formal, previo a la posesión del nuevo presidente, que será el 20 de enero.
El presidente Donal Trump presionó al vicepresidente Mike Pence, en cargado de presidir el Congreso en pleno (Cámara de Representante y Senado), para refrendar la última elección de presidente, insistiéndole, que devolviera los resultados al Colegio Electoral de 5 estados, atribuyéndole justificación de fraudes.
El vicepresidente le respondió que no podía porque no era de su competencia y violaba la constitución. El presidente no entendía ni le importaba violaciones, e insinuaba con intensidad que lo hiciera. Negado el cumplimiento ordenado al vice, convoca a la militancia ultradechista a Washington D.C. para amedrantar y defender la reelección que afirmaba haber ganado e incita a los manifestantes que impidieran la refrendación, tomándose en asalto el recinto de Capitolio Nacional para generar el caos en asonada, con el despropósito de controlar el orden público, con cuerpos armados y continuar gobernando, sin derecho, otros cuatro años, pero el asunto no se cristalizó.
En prevención al peligro, en violencia desatada por irracionales ortodoxos racistas, se ordenó suspender las secciones hasta controlar el orden público y garantizar la seguridad de los parlamentarios americanos para reiniciarla en horas más tarde. La alcaldesa del Distrito Capital ordenó el toque de queda a partir de las 6 p.m., con la finalidad de despejar alrededores del capitolio para las reiniciaciones las secciones, que concluyeron en horas de la madrugada, del día siguiente, resolviendo objeciones propuestas por congresistas de Partido Republicano, que le seguían el juego sucio al presidente Trump.
Pidieron los debates seis, de los 53 senadores del Partido Republicano, convencido de que el presidente había perdido por fraude. Los demás compañeros parlamentario de bancada, no comulgaban con la pretensión indebida del presidente Trump, contra la normatividad constitucional, que quería pasársela por el forro con tal de saciar su ambición de seguir gobernando. El Congreso cumplió con su tarea, de aprobar la elección de Joe Biden, presidente 46 de los Estados Unidos.
El presidente Donald Trump se estrelló y quedó con los crespos hechos. Ganó cuestionamientos de copartidarios, repudio nacional, censuras con bloqueos en medios de comunicaciones, redes sociales y rechazo internacional.