Cuando Gustavo Petro Urrego ganó la elección presidencial el 19 de junio pasado, esa noche, tras conocer los resultados, en su discurso dijo: “Seremos un gobierno de la vida que quiere construir a Colombia como una potencia mundial de la vida; en paz, con justicia social y justicia ambiental”.
Esas fueron algunas de las palabas que dijo esa noche, pero quienes conocen desde hace varios años al hoy presidente, saben de su interés y preocupación por el cuidado del planeta; desde cuando por razones de seguridad se radicó en Bélgica, al inicio de la década de los años 90, en el gobierno del presidente Ernesto Samper, donde realizó algunos estudios sobre el tema ambiental.
Pero ¿cuál es la preocupación del presidente Gustavo Petro por el medio ambiente? Es la misma que manifiestan los científicos que vaticinan un futuro desolador para el planeta. En efecto, un panel de expertos de instituciones como la Universidad de Stanford, en California, después de una revisión de más de 150 artículos científicos sobre los problemas ecológicos a los que se enfrenta el mundo de manera global; de observar además, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático acelerado, junto con la ignorancia y la indiferencia política, afirman, que no hay duda de que la supervivencia de todas las especies, incluida la nuestra, está en peligro si no tomamos acciones ya.
El profesor Paul Ehrlich de la Universidad de Stanford, afirma por su parte que “ningún sistema político o económico está preparado para manejar los desastres predichos”. Añade con sobrada razón que “detener la pérdida de biodiversidad no es de las principales prioridades de ningún país, y está muy por detrás de otras preocupaciones como el empleo, la atención médica, el crecimiento económico o la estabilidad monetaria”.
A ese tipo de preocupación que señala el científico y profesor Ehrlich, nos tenían acostumbrados efectivamente los presidentes; por esa razón, entre otras, cuando el mandatario de los colombianos, informado de lo que le puede ocurrir al universo si no se toman decisiones responsables para contribuir a salvar el planeta, es que plantea reducir gradualmente el modelo extractivista para la no dependencia económica del petróleo y del carbón y hacer el tránsito hacia energías limpias.
Pero no es solamente la Universidad de Stanford, si miramos los últimos informes de la ONU, vemos que científicos y revisores gubernamentales coincidieron en que limitar el aumento de la temperatura global a no más de 1,5°C nos ayudaría a evitar los peores impactos climáticos y a mantener un clima habitable. Sin embargo, según los actuales planes nacionales sobre el clima, se prevé que el calentamiento global alcance unos 3,2°C para finales de siglo.
El tema es bien serio, no es un capricho del presidente, como muchísimas personas que se niegan a reconocer esta realidad lo piensan. Son muchos lideres políticos y sociales que solo viven el ahora, e hipotecan en su infinita inocencia no solo su futuro ambiental, sino el de toda su generación en los próximo cien años.
El cambio de los sistemas energéticos, de los combustibles fósiles a las energías renovables, como la solar o la eólica, reducirá las emisiones que provocan el cambio climático. A eso le esta apuntando el presidente, por esa razón ha ordenado detener los contratos de futuras exploraciones de carbón, gas y petróleo.
Fíjese, que nunca ha dicho detener la explotación actual de los combustibles fósiles, que es una cosa distinta; así respeta los contratos vigentes de explotación y planifica el tránsito de manera gradual hacia las energías limpias. Para ello está trabajando en la creación de un fondo para la transición energética con recursos de las regalías y aquellos provenientes de la eliminación de algunos beneficios tributarios al sector de los hidrocarburos y la minería de carbón.
Hay que reconocer que no habíamos tenido un presidente convencido de la necesidad de cambiar nuestro sistema energético y que sea capaz al mismo tiempo, de enfrentarse a la crítica y la oposición de amplios sectores económicos muy fuertes en el mundo, que viven de la explotación del petróleo, gas y carbón.
Que hoy se esté discutiendo en redes sociales, reuniones familiares, universidades, colegios, parques, etc., el tema del calentamiento global con tanta pasión como se hace, es sin duda un avance y un buen inicio al cambio de conciencia ciudadana de los peligros que enfrentamos si los lideres políticos, académicos y sociales no toman medidas.
Así como Bogotá es hoy una ciudad distinta en cultura ciudadana y civismo después de los procesos pedagógicos y culturales que inició el alcalde Antanas Mockus, esperamos que por el futuro y el bienestar de la humanidad apoyemos el proyecto del presidente que es el mismo de los científicos y de la ONU.