Guajiro es el gentilicio que identifica a los originarios del departamento de La Guajira. Departamento con nombre de mujer que, parafraseando a Rafael Manjarrez, se mete al océano como si quisiera pelear, engreída y altanera, que nadie podrá describir de mejor manera respecto a su posición geográfica.
Además de los adornos que le describió Hernando Marín al decir que de manera majestuosa está encabezando el mapa, cual pedestal representando a un reino, luciendo con soltura y elegancia una gigantesca manta y joyas de misterio, tiene el gas, la sal de Manaure y su carbón piedra; y ahora hay que agregarle la energía eólica. En fin, asentada sobre las riquezas que le dio la naturaleza.
El gentilicio guajiro también se relaciona con un modo de vida y la idiosincrasia de una raza que tiene una fuerte conexión con la tierra, la naturaleza y la tradición; personas trabajadoras, orgullosos de nuestra cultura y tradiciones, llevando una vida dura y de mucho esfuerzo, pero hemos sabido adaptarnos para sobrevivir en un entorno hostil, sobre todo en la parte norte por las mismas razones de su topografía.
En La Guajira se ha conformado una estructura social por la cual hemos sido reconocidos en el resto del país en razón a la importancia que le damos a la unidad familiar y de la comunidad. La música, el baile y las celebraciones religiosas son elementos esenciales del modo de vivir del guajiro, y se utilizan para mantener y transmitir las tradiciones de generación en generación.
Pero a pesar de todo esto, la clase politiquera y los malos gobernantes han hecho lo necesario para convertir el gentilicio guajiro en un sinónimo de corrupción. Lo único que les hace falta robarse es el aire y la luz del sol.
En los últimos veinte años, La Guajira ha sido más identificada en el país por los hechos de corrupción que por su propio desarrollo en donde todo está por hacer. Un análisis simple, sin ninguna cuantificación, de solo relacionamientos, nos lleva a concluir que la cantidad de recursos recibidos por concepto de regalías no son proporcionales al nivel del desarrollo, pobreza, informalidad laboral, ni a la solución de los problemas de la gente.
Los políticos han utilizado los gobiernos para enriquecerse junto con sus familias; incluyendo a las autoridades tradicionales de las comunidades indígenas que viven como jeques árabes pero sus mismas comunidades mueren de hambre y sed, desnutridos. Es una tragedia humana.
La Guajira ha tenido débil presencia institucional y control deficiente por parte del Estado durante décadas, porque los organismos de control y judiciales no actúan, son menos que un cero a la izquierda, y en ocasiones también están permeados por la corrupción.
Es una tierra sin Dios ni ley en la que se han afianzado redes de corrupción a partir de los malos gobernantes y la clase política, quienes han tenido un papel fundamental en la implementación de esquemas de corrupción en los procesos de contratación y en la gestión de recursos públicos.
La política siempre ha sido dominada por una cultura clientelista de apoyo político a cambio de favores y beneficios personales que ahora se está viendo en las áreas de educación y salud, en las que han sido incapaces de garantizar una gestión adecuada y transparente.
Están denunciando que la Secretaría de Educación departamental impide el funcionamiento de algunas instituciones etnoeducativas porque quieren imponerles el personal administrativo con criterios politiqueros.
En ese mismo sentido también denuncian que los recursos transferidos para la salud se están utilizando para apoyar algún candidato en la campaña por la Gobernación, vinculando personas en las áreas de vigilancia y control, salud pública y aseguramiento que llegarán a hacer nada a cambio del voto.
Además, en las últimas semanas hemos visto a través de los medios de comunicación y redes sociales la denuncia publicada respecto al viceministro del Deporte, de origen guajiro, señalado de pedirle plata a los alcaldes de La Guajira para gestionarles proyectos del sector.
Todo es inaudito, la clase política y gobernantes de La Guajira han desnaturalizado nuestra idiosincrasia; pero a pesar de todo, guajiro es un gentilicio, no es un sinónimo de corrupción.
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…