Nací en la tierra donde empieza Colombia, único departamento entre 32 del país que se escribe en femenino y un territorio donde la realidad supera la ficción de manera amplia, como si Gabo reviviera sus poderosas historias en cada situación exótica que pasa en La dama Guajira. La guajiridad debe ser la gran pasión de todas las personas nacidas en ella, sin excepción. Ser ejemplos de ciudadanos y ciudadanas, respetar su ecosistema, es decir, a cuidar sus recursos naturales, sus fuentes hídricas, el mar inmenso, mantener pulcras todas sus calles, que se vea a flor de piel la cultura ciudadana y el urbanismo, enaltecer sus culturas, etnias e identidades, amar cada historia y posicionar practicas anticorruptas que la reinventen y la dignifiquen, una tierra rica por naturaleza no puede morir en la miseria; me rehúso a que eso sea así, cuando hablo de –La guajiridad– no me refiero a retóricas (tendientes a la mitomanía) sino a tener coherencia entre el pensamiento y las acciones.
El departamento de La Guajira cumplió 56 años el pasado 1 de julio, se pudieron observar muestras culturales, eventos conmemorativos que buscaron recordar la majestuosidad de esa bella tierra y entre esos regalos se filtró uno doloroso –la destitución del gobernador Nemesio Roys– para quienes creemos que el Departamento puede avanzar y merece procesos de gobernabilidad sostenibles, transparentes y visionarios; esto no lo escribo en defensa de un nombre o un amigo, sino de una gestión y de un territorio, es momento de que La Guajira tenga procesos políticos/administrativos que le permitan avanzar, ya basta de la desunión, la competencia y la poca autoestima regional, es fundamental amar de verdad esta tierra, despojarnos de soberbias y egos que solo retrasan el avance de cualquier territorio.
La guajiridad es pensarnos en clave de colectivo social y cultural, protector y generador de co-creaciones holísticas que apunten a su reinvención, con esto no quiero romantizar problemáticas históricas y arraigadas que han desdibujado la majestuosidad innata de La Guajira, pretendo llevar a la reflexión de reconocer que la transformación comienza por cada persona y eso impacta el sistema social.
En La Guajira necesitan pasar cosas transformadoras, que se basen en el bien común y la empatía porque cada acto por simple que nos parezca impacta el entorno, no podemos pensar tener un territorio limpio si no tenemos cultura ambiental o en equidad social si la corrupción se sigue normalizando, es momento de que la realidad supere la ficción para bien no para escenas que parezcan sacadas de películas de terror perpetuadas y arraigadas por las soberbias que solo ejercen dominio (vertical) y que consideran que nadie más que ellos pueden asumir el poder.
De este modo, se requieren renovaciones políticas y sociales, que dinamicen los criterios y no sigamos condenados a formas ortodoxas que no visionan el mundo como un ecosistema en constante movimiento, sino como una tabla en la que se escribe con tinta permanente lo que han creado como –falsas verdades– se hace urgente una guajiridad con amor propio, autoestima territorial y empatía que posibiliten la equidad e igualdad social.
La guajiridad no es una camiseta que se pone y se quita, es un sentir genuino que nos orienta las buenas acciones en pro del útero existencial que nos vio nacer, porque recuerden que pudimos nacer en cualquier lado y si el universo escogió a La Guajira para que naciéramos no es por casualidad y a ese sublime regalo no podemos ser indiferentes, finalmente afirmo que el reto de reinventar La Guajira no nos puede quedar grande.