El Estado colombiano y los grupos étnicos vienen concertando, desde hace varios años, la aprobación de un instrumento jurídico que legalice el Sistema Educativo Indígena Propio (Seip). La concertación no ha sido fácil, pues en disputa está la administración de un servicio esencial como lo es la educación.
La integralidad de la propuesta del Seip incluye un componente administrativo y laboral, manejo de planta docente y administrativa que, de aprobarse, entrega la administración de la educación a los pueblos indígenas. Si bien es cierto que los Pueblos Indígenas tienen un ámbito de autonomía, no es menos cierto que, el derecho a la educación sigue siendo responsabilidad del Estado, así que la regulación del servicio público educativo es competencia exclusiva y excluyente del legislador.
En el caso de La Guajira, se han desarrollado mesas de socialización con algunos actores, pero, al conocer el texto del Seip, más han sido las impugnaciones que los avales. La mayoría de objeciones vienen de parte de los docentes que trabajan en escuelas indígenas quienes ya, con respaldo sindical de Asodegua, están en abierta oposición a su implementación.
Por una parte, en las representaciones sociales de los docentes está el rotundo fracaso que representó el Anakuaipa, el antecedente más inmediato del SEIP, fue también formulado e implementado por la organización Yanama. Pero nunca hubo desarrollo curricular, acompañamiento, formación ni apropiación del modelo que buscaba una educación propia.
A esto se suma, la falta de concertación con los que más saben de educación: los educadores. Por una parte, ven el riesgo que se viole su derecho a sindicalizarse. Ya no serán docentes sino “dinamizadores” según propone el Seip.
Para que la noble y pertinente intención del Seip se concrete, no solo basta con lo que se propone en el documento, una educación propia no bien implementada corre el riesgo de excluir en lugar de insertar a los wayuu a la cultura nacional. El modelo debe ser para la interculturalidad. El modelo debilita la enseñanza en lengua castellana para favorecer la materna pero, ya ellos tienen fluidez en la lengua materna oral sino se lleva a la escritura no vale la pena y resulta que son escasos los docentes que manejan la escritura.
Otra arista tiene que ver con la formación docente, si se quiere un sistema de educación propia, se requiere Docentes Indígenas Propios. No hay en el país programas universitarios ni normalistas que tengan esta oferta. Un sistema como este, implica que los estudiantes ya no serán sujetos de evaluación por pruebas externas, es decir, se corre el riesgo de acentuar las brechas entre el estudiante indígena rural y el de zona urbana.
De otro lado, la facultad de inspección, vigilancia y control de los diferentes componentes del sistema educativo no es clara con el Seip o al menos aún no lo tienen claro los docentes. ¿Ya no será del Ministerio de educación y las secretarías? ¿Corresponde a una sola organización que funciona como unión temporal? ¿Lo reclamarán las autoridades tradicionales? Se teme que el remedio sea peor que la enfermedad. Es de todos sabidos que la mayoría de docentes son parientes de las autoridades, no es menos desconocido que, como el caso de Uribia, las autoridades prefirieron como docentes a sus hijos, nietos o sobrinos bachilleres que a licenciados.
Una de las líderes de los docentes étnicos me expresaba que el Seip quiere una autonomía administrativa para algunos líderes wayuú que siempre han manejado ese sector, pero que en la docencia todo será lo mismo. “No hay una metodología propia, ni un diseño curricular, no se cuenta con los materiales, no tenemos la formación específica, no todos somos wayuu. Se necesita formarnos en investigación primero, diseño de materiales, educación propia, no es solo denme a mí el manejo del dinero” remataba la docente.
Ojalá, las buenas intenciones por un modelo de educación propia, no se quede en la futilidad del papel o en la disputa por privilegios; tampoco sea una estrategia de atomizar la administración de la educación dejarla sin control y vigilancia, ensimismada en lo propio sin mirar lo externo. Para comenzar, hay que escuchar a los maestros y abrir el debate.