“La mujer mala y bonita tiene pacto con el demonio, por culpa de una mujer se acabó el sabio Salomón, con una tijera mocha motilaron a San Antonio, lo mismo acabó Dalila con el forzudo Sansón”.
El aparte transcrito corresponde a la canción ‘Las mujeres’ de la autoría de Isaac Carrillo Vega que en 1978 fue incluida por Emilio Oviedo y ‘Beto’ Zabaleta en el LP ‘Lo Máximo’, su tercera y última producción juntos en el año 1978 la cual he recordado a propósito del tema que ocupa nuestra atención.
Mientras escuchaba la bellísima eucaristía en honor a San Antonio de Padua en Aremasain el 13 de junio reciente pasado, que fue presidida por Monseñor Francisco Ceballos y concelebrada por un racimo de sacerdotes anfitriones algunos, e invitados otros, y orábamos por el eterno descanso de nuestra gente que ha partido para siempre y por la salud del primo Duber Medina, vinieron a mi mente recuerdos imperecederos, algunos no tan pretéritos sobre acontecimientos vivenciales que no pasan inadvertidos para la memoria colectiva.
Como ya es tradicional y cumpliendo siempre la voluntad de nuestros mayores que ya no están, asistimos esta vez acompañados por Evaristo Acosta nuestro hermano Fraile Capuchino, a los actos litúrgicos correspondientes en el Templo del santo generoso con las mujeres en edad de pretender. Allí nos encontramos como siempre con familiares y amigos que con fervorosa devoción testimoniaron con su presencia la gratitud por los favores recibidos.
Si descendemos retrospectivamente en el estudio de la historia de Colombia nos podemos enterar que no es el 13 de junio un día cualquiera para la salud de la Patria, porque fue la fecha escogida por el destino para cambiar una vez más el rumbo de la vida institucional colombiana en un momento crucial para la supervivencia de La Nación, así nos vamos a encontrar con el registro indeleble del ‘Golpe de opinión’ porque fue ese día en 1953 cuando por la Radio Nacional el entonces teniente general Gustavo Rojas Pinilla, se dirigió al país para informar que para poner fin a la violencia partidista había asumido la conducción del Estado y se supo de inmediato que tenía el apoyo incondicional de Gilberto Alzate Avendaño, gran orador, peso pesado conservador como Laureano, pero su enconado contradictor, y también tenía la mano metida Mariano Ospina Pérez, ese coctel de intereses oscuros puso fin al gobierno de Laureano Gómez Castro sin concluir su periodo constitucional, más de un año para concluir su periodo constitucional.
Se constituyó aquel Golpe de Estado en otra gran herida para la democracia colombiana, algunos llaman a esa fecha “El día de los tres presidentes”, porque la primera luz del día encontró como presidente encargado a Roberto Urdaneta por convalecencia del titular, por haberse negado a destituir al general Rojas Pinilla como comandante general de las Fuerzas Militares por instrucciones que le impartió desde su lecho de enfermo Laureano. Este embromado como estaba, reasumió sus funciones, convocó un consejo extraordinario de ministros, y ante la negativa del ministro de Guerra a firmar el Decreto de destitución a Gustavo Rojas, expidió el Acto Administrativo por el cual designó un nuevo ministro de esos que hacen caso, quien sí lo firmó. Así dieron la baja al general.
Eso precipitó los acontecimientos, Rojas Pinilla y sus aliados, entre otros, doña Berta Hernández de Ospina Pérez, le propusieron a Urdaneta que asumiera el poder con el apoyo de las fuerzas armadas, éste no aceptó, le pidieron a Laureano que renunciara al cargo y este mandó a decir que con tal de que Urdaneta no volviera a asumir el poder no renunciaría, que prefería que Gustavo Rojas lo hiciera, tal como sucedió porque a las diez de la noche ya el papá de María Eugenia ‘La capitana’, estaba encarapitado como presidente de facto, sin producto de una cirugía traumática para el paciente, pero perfecta para quienes pusieron sus manos, evidentemente en un día hubo en Colombia tres presidentes.
Se bajó de la hamaca al amanecer uno, de atrás del matojo reapareció el otro, y como centurión de la noche se encarapitó el otro, mucha vaina macondiana. Si se le pregunta al respecto a la democracia colombiana derramará sus lágrimas; si se le habla del tema a nuestros hermanos wayuú de la época que no han muerto, nos hablarán de los molinos de viento, pero sí se les pregunta al respecto a los muchachos que pasan la vida chateando dirán que de eso como en la canción de ‘Poncho’ no saben “Ni pío” porque no sé a quién se le ocurrió en este país donde sobramos profesores, pero faltan maestros, acabar con la enseñanza de la historia en las escuelas y colegios.
Y tampoco se le ha dado cumplimiento a la Ley 1874 de 2017 que ordena reincorporar en forma obligatoria en el pénsum académico de la Educación Básica y Media, esa asignatura tan importante como una disciplina integrada en los lineamientos curriculares de las ciencias sociales promoviendo de esa manera la formación de una memoria histórica y un mayor conocimiento y comprensión por las nuevas generaciones de los procesos históricos del país donde nacieron.
También en mi región esa celebración del Calendario Santoral tuvo antes que yo naciera una importancia mayúscula, nos contaba mi abuelo que, era el patrono y guía espiritual de la gente del pueblo de Moreno, un pueblo que desapareció, y después en Galán, en El Tablazo, Machobayo y Monguí, las fiestas las organizaba su dueña, la madre de Francisco El Hombre, posteriormente, Juana Guerra, y después su hija la Vieja Francia Silleth Guerra, era una fiesta grande que se celebraba con cumbiambas, tocaba el acordeón ‘Francisco El Hombre’.
Por el santo le colocaron a él su segundo nombre, Francisco Antonio Moscote Guerra, también participaban otros músicos de la región sur de Riohacha, el fiestón duraba cuatro días con sus noches, después fue desimpactada con la muerte de sus protagonistas; del santo dicen las muchachas que es milagroso para conseguir hombres querendones, que no les peguen a las mujeres, y que dejen de quererlas para adorarlas.