“Llevo en el recuerdo la fecha de mi partida, al pensar lo lejos que estaré del festival; porque al recordar forma parte de mi vida, ese cielo azul que cubre a Valledupar. Confirmará mi ausencia la Plaza Francisco El Hombre y buenos amigos que siempre recordaré; Ovidio Granados que acompañó mis canciones en los festivales que con él me presenté”.
Iniciamos una nueva anualidad y con ella la extensa agenda de festivales que se realizan en el país, muy especialmente en la costa norte de Colombia, muchos de ellos de canciones y música vallenata, igual con ellos surgen inquietudes que ameritan un análisis retrospectivo e introspectivo respecto de las cosas que han sucedido, las experiencias vividas y lo que habrá de sobrevenir, este asunto trajo a mi mente el aparte transcrito de la canción titulada ‘Despedida del festival’ de la autoría de ‘Geño’ Mendoza Pitre que en 1973 Jorge Oñate con Los Hermanos López incluyeron en el LP ‘El cantor de Fonseca’, tema musical en el que hizo saber su decisión de no volver a participar en el concurso de canciones inéditas en el Festival Vallenato por considerar que no había recibido un buen trato y por el espuelazo que ya tenía ante la derrota de Luis Enrique Martínez en el Cuarto Festival cuando en otras de sus canciones sostuvo que “desde luego al ‘Pollo’ lo vieron salir en las garras del jurado”.
Evidentemente con una nueva versión del Festival de la Leyenda Vallenata iniciará el racimo de festivales que a todos nos interesan y considero que es hora de comenzar a reflexionar sobre los fines esenciales de esos certámenes, porque se dice y se escribe en la mayoría de ellos para presentarlos como eventos culturales, como escenarios para la exhibición de talentos, creaciones, habilidades artísticas y la inteligencia natural de quienes llegan a concursar a mostrar sus obras con la expectativa de obtener unos premios, recibir el aplauso del público y lograr un reconocimiento en el medio, muchos de ellos se van felices, otros regresan a casa con la amargura de las manos vacías, a veces conformes con su suerte y otras veces convencidos que -como dijo ‘Geño’ de Luis Enrique- salieron en las garras del jurado.
Para no seguir matando el grillo para sacarle el pito insistimos en la necesidad de volver a la esencia de los festivales que son los concursos; este año hagámonos el propósito que los concursantes vuelvan a ser tan importantes como los artistas que se llevan contratados para hacer presentaciones en las famosas galas, y que los festivales se organicen pensando en unir a nuestra gente, en la unión, acercamiento y diversión de los pueblos y no pensando en que de sus actividades quede dinero porque se pueden confundir con los negocios, no porque los negocios lícitos sean malos sino porque cuando se persiguen fines de lucro económico trae sus inconvenientes porque para la fiesta siempre o casi siempre se reciben recursos públicos, de tal manera que cuando a los asistentes a los escenarios se les cobra para ingresar o permanecer en algún lugar, hay gente que por falta de recursos para pagar se convierten en enemigos del certamen, es como si dividiéramos al pueblo entre ricos y pobres y eso es muy inconveniente,
Somos respetuosos de la opinión de quienes defienden los famosos ‘Palcos’ pero consideramos que esa vaina ha marchitado muchos momentos que en el pasado fueron emotivos en los festivales, ya los concursantes en muchas finales se enfrentan unos con los otros sin animación, con aplausos inaudibles, le cantan y le tocan a las sillas vacías que colocan frente a ellos porque a la mayoría de los que tienen dinero para pagar palcos no les importan los concursos, asisten para presenciar los conciertos, es decir que hemos sacrificado lo sabroso por lo cachetoso.
Ahora bien, es indiscutible que por omisiones inexcusables, ineptitudes administrativas y desconocimiento de las preceptivas constitucionales que imperan el deber de promover la cultura y brindar apoyo a la gestión cultural se presentan dificultades económicas que requieren de la búsqueda de otras fuentes de financiación, pero creemos que la menos pertinente socialmente es lo de cobros por sentarse porque se transmite el mensaje a veces equivocado que se está cobrando el derecho de entrada a espectáculos públicos financiados con recursos del Estado y eso –de ser cierto- es un delito, se convierte el tema en un peligroso coctel que gracias a Dios hasta ahora no le ha pasado nada a nadie, pero decía mi abuelo que “todo el mundo es de buenas hasta el día que amanezca de malas”.
Los festivales son y han sido desde tiempos pretéritos punto de encuentro de usos y costumbres, la gran oportunidad que la humanidad ha propiciado para compartir saberes culturales y para compartir la alegría, el mejor escenario para el lucimiento de los seres humanos alegrando el corazón de su conciudadanos y válvula de escape a las penurias socioeconómicas en los territorios, estos propician una gran dinámica en la economía local, generan empleos temporales y ayudan a los emprendedores mejorando la cuchara a muchísima gente por lo tanto es justo que se hagan y de las experiencias aprender para irlos mejorando muy especialmente en lo que tiene que ver con su necesario sabor a pueblo dándole una orientación incluyente porque esa es la columna vertebral del sentido de pertenencia de los lugareños con su fiesta.
Consecuentes con las consideraciones que hemos anotado, se hace imperativo también exhortar a los alcaldes, a los gobernadores, secretarios de Cultura, directores de Cultura o como se les denomine que reciban de buena manera los proyectos culturales, que examinen el espíritu de las solicitudes de apoyo que se les presentan con fines culturales para que al momento de distribuir los recursos se proceda con justicia y no como sucede muchas veces que a cualquier esperpento con fines de negocio disfrazado de evento cultural le apoyan con muchos millones y a los verdaderos certámenes culturales, que no tienen ánimo de lucro les dan un trato menesteroso como si fueran trapitos de bajar olletas, los recursos para la cultura acorde con lo dispuesto por el artículo 70 Constitucional deben ser para la cultura y no para otra vaina, su desvío para otros fines no tiene perdón de Dios, la cultura es el alimento para el corazón de los pueblos, hacer mal uso de los dineros que se requieren para impulsarla es quitarle el oxígeno a la alegría colectiva.
Como meternos clavija es un Derecho Constitucional Fundamental, tengo fe que nuestras opiniones serán conocidas por quienes tienen la competencia y el poder para enderezar el rumbo del buque que amenaza con el naufragio porque como dijo ‘Rafa’ Manjarrez en la canción ‘Mi alma en pleno’ que grabaron Villa y Villazón en 1991. “No hay mareas malas ni buenas sin tener el velero dirección”.