A la edad de 109 años falleció la matrona villanuevera, doña Rita Contreras Cabrera, una centenaria mujer que con tantos años cumplidos logró mantener una memoria pasmosa, con claridad de todo lo que vivió, recordando en vida cada detalle de lo que fue su maravilloso existir.
Doña Rita nació un 31 de octubre de 1911 y estaba próxima a cumplir 110 años. Con Pedro Alonso Peña Guerra formó y forjó un hogar de gente humilde y gallarda con los que nacieron Amelia, ya fallecida; José, Rosa (madre de la escritora Fabrina Acosta Contreras), Rodrigo (quien se convirtió en el Miguelito Canales villanuevero, se fue para la montaña, pero volvió), María Elena (madre del exconcejal y actual secretario del Concejo Municipal, Luis Fernando Carrillo y de mi amiga Ledys), Armando, Mélida Teresa (quien la cuidaba y consentía con María Elena), Héctor, Alonso, ya fallecido, y Venancio Peña Contreras. Tenía en total 40 nietos, 45 bisnietos y 6 tataranietos.
La señora Rita fue una bailadora excepcional y se le escapaba a su madre muy joven por el portón para ir a las fiestas populares de esa Villanueva de antaño. Con esa memoria espectacular, también recordaba cuando cogía café y maíz y los pilaba en su sierra que todavía conserva y allí estaba refugiado, Rodrigo, ‘el Miguelito Canales villanuevero’.
También recordaba como si fuera ayer los bailes de colita en su casa donde desfilaron Rafael y Norberto Romero Ospino, ‘Chongo’ Rivera, Hugues Rodríguez y estas fiestas bullangueras eran hasta el amanecer. En el patio grande de su casa, debajo del palo de mamón que continúa ahí como testigo excepcional, desde la década de los 50 hasta los 80 se celebraba cada 3 de mayo, la Fiesta de Las Cruces, donde concurrían personas de todos los barrios y nunca faltaba el bombo, tocado magistralmente por Víctor ‘El Bombero’ Romero.
Le pregunto dónde está el secreto de haber llegado a esta edad y ella con esa sonrisa manifestó en madrugar, hacer oficios, hacer sus arepas con maíz molido y el café, que cuando cumplió sus cien años lo preparaba con ese aroma tan singular y que sus hijos iban bien temprano a degustarlo como en sus años mozos.
A su edad veía casi de manera perfecta, aunque fue operada de cataratas, las gafas las usaba de cuando en vez. También se acordaba cuando iba con mi abuela Carmita Bracho, Eusebia, ‘Mahencha’ a cortar leña en el monte, cuando el mundo era menos civilizado, pero más inocente.
Doña Rita gozaba del aprecio de todos los villanueveros y en especial de su familia. Le sobrevive una hermana ya nonagenaria, María. Uno de sus sobrinos es el catedrático e intelectual Hugo Contreras Fuentes. Donde se confunden la gente primaveral con la gente señorial. Dos estados de la condición humana.
La señora Rita fue un ser excepcional. Su casa veraniega siempre fue un centro de tertulias, donde siempre soplaba el viento frío del cerro Pintao y se contempla el cielo de infinito cobalto, donde cada tarde sus amigas y sus familiares la visitan y se reflejaban todas las vivacidades de su alma buena y generosa.
A sus 109 años maravillosos se bañaba solita, se vestía solita y caminaba con ayuda de un caminador, contemplaba la mañana debajo de ese palo de mamón que fue fiel testigo de su longevidad y de los recuerdos de tantos amaneceres y en especial de lo que allí sucedió durante 30 años, celebrando las Fiestas de Las Cruces.
Una anécdota, cuando duraba días sin verla, le preguntaba a ‘Tere’ “bueno y Hernán, tengo días de no verlo”.