La pobreza es una de las principales causas de enfermedad en nuestra sociedad, lo han dicho incansablemente conocedores de la economía, epidemiología y expertos en salud. La salud es un bien y un derecho fundamental, no una mercancía o un objeto, por lo cual requiere entidades, directivos y profesionales interesados, comprometidos y obligados a conservarla, con toda la responsabilidad.
El mayor impacto, sobre todo en el mediano y largo plazo tanto en los costos como en la salud de la población, es el modelo de salud centrado en la atención de la enfermedad sin dar la prioridad a la prevención y en este desacierto tienen que ver en gran medida las EPS, no todas; por otro lado, además de las intervenciones para administrar, la Supersalud también ha intervenido otras EPS que casi siempre terminan en liquidación; ¿Quién defiende a los pacientes con enfermedades, crónica, huérfanas o terminales? que bajo ninguna situación pueden interrumpir sus tratamientos.
La salud en Colombia presenta una evaluación negativa, debido a varias situaciones, entre las cuales algunas merecen puntualizar, como la corrupción generalizada; la injusticia e inequidad social, económica y política, lo cual ha generado altos índices de pobreza en el país, como los que vemos en cierta medida actualmente; el considerar la prestación de servicios de salud como un negocio especulativo, que debe generar muchos ingresos y ganancias, y la mentalidad curativa y no preventiva de empresarios, dirigentes, directivos y profesionales de la salud, que ven a la salud como un negocio que enriquece financieramente y no con el doble propósito, donde prime la calidad y la oportunidad es vergonzoso.
Hoy se están escuchando varias alertas acerca del sistema de salud relacionadas con el déficit financiero, la calidad de la atención, el modelo de servicio y la puesta en marcha de una iniciativa de reforma que cuestiona de fondo la existencia de las Entidades promotoras de salud (EPS); con Sanitas incluida, las EPS intervenidas y liquidadas representan más de 13 millones de afiliados que ahora están bajo la supervisión directa de la Supersalud.
Tampoco hay que desconocer que los costos aumenten por fenómenos que está viviendo nuestro país como el envejecimiento poblacional; nuestra población es cada vez más longeva y con mayores proporciones de personas de mayor edad y con más comorbilidades. Estas dos situaciones llevan a que se requieran más servicios de salud y de mayor complejidad, desequilibrando las proyecciones financieras previas, estos son puntos importantes para analizar y tener en cuenta cuando se piensa en reforma.
Los estudios epidemiológicos realizados en centenares de países demuestran que el 90% de las enfermedades son prevenibles; pero nos alejamos de la prevención y promoción de una buena salud. La epidemiología es una materia de obligatorio cumplimiento en los programas de formación de profesionales de la salud. No hay disculpas de ninguna clase para no realizar programas de prevención específica en todas las áreas de la atención en salud.
Los dueños y señores, los directivos, los consultores y los asesores de las empresas promotoras de salud e instituciones prestadoras de servicios de salud saben todo lo anterior, pero no han querido aceptar que si uno de sus objetivos y propósitos es tener cuantiosos excedentes financieros, pero hay que tener en cuenta que la forma más fácil, transparente, honesta y ética de obtenerlos es aplicando excelentes programas de prevención específica de las enfermedades, pues podrían reducirlas en un importante porcentaje si quisieran, y así atenderían muy bien a los pocos enfermos que existieran, sin limitarlos ni restringirlos en las necesidades que tengan, sin suprimirles servicios, sin condenarlos a que se mueran o a que se arruinen vendiendo sus propiedades o gastando sus cesantías y ahorros, para poder recibir los tratamientos que requieren.
Se puede implantar el más avanzado e ideal sistema de salud o crearse las entidades que deseen, o concentrar toda la población en contadas EPS, pero si en ellas impera la corrupción, no habrá ninguna posibilidad para que se genere salud y excelentes o buenos servicios de salud. La evaluación que han hecho expertos y entidades del sector salud, algunas sociedades científicas, universidades públicas y privadas, Contraloría y Procuraduría, es que la corrupción e intermediación han sido nefastas para el manejo de la salud en Colombia.
Aún nos encontramos a años de distancia de obtener indicadores tan de buena calidad como los de Uruguay, Chile o Costa Rica; Colombia puede mejorar a través de mecanismos democráticos con arreglos institucionales y finanzas transparentes, suficientes y oportunas dedicadas a la salud, sin politizar la discusión, sin revanchismos y sin exclusión de los actores expertos en el tema tanto del sector público como del privado. Dios ilumine a muchos para que la cura no sea peor que la enfermedad; por ahí no es el camino.