“Mis abuelos quedaron allá y mis amigos que ya se me han muerto; recuerdos de mi pueblo me causan sentimiento y el alma por dentro se me pone a llorar’’.
Cuando están presentes en nuestra mente los recuerdos de los abuelos que se han ido, recordamos la parte transcrita de la canción ‘Recuerdos de mi pueblo’ de Camilo Namen incluida por ‘Poncho’ y Colacho en el LP ‘Una Voz y un Acordeón’, año 1975.
Mientras Evaristo, nuestro hermano oficiaba la bellísima eucaristía a la memoria de Juana Peralta Bermúdez, mi abuela, por cumplirse otro aniversario desde que inició su descanso eterno vino a mi mente un caudal de recuerdos imperecederos de aquellos tiempos cuando mis hermanos y nuestros primos y primas que eran también nuestros hermanos estábamos completicos y nuestros viejos hacían todo para hacernos la vida grata y en paz.
Son recuerdos que se mantienen incólumes a pesar del paso del tiempo; no soy fumador pero mi corazón se alegra con el olor del tabaco; me parece verla a ella sentada en el suelo armando los tabacos de calilla que pegaba con jovita verde y cortaba con tijeras de punta roma, los hacía para la venta, para ella y mi abuelo, cuya ‘pavita’ la tomábamos a escondidas cuando ellos la botaban para fumar un poquito, y el olor del café rememora en mi mente la borrasca que se producía durante su preparación que mi abuela y mi vieja hervían todas las tardes y durante las primeras noches.
Igual el recuerdo del pocillo con café o con guarapillo de café servido por las mañanitas para acompañarlo con dos, tres, o cuatro arepuelas que comíamos bien tempranito en la mañanita donde Berta Pinto para ‘aguantar’ hasta la hora del desayuno, aquella era la parte introductoria porque el desayuno de fondo era después.
Evidentemente el 4 de marzo reciente pasado se realizó la misa para orar, para que brille para esa abuela inquieta, franca y maravillosa, la luz perpetua, durante todo ese día reflexioné muchísimo sobre la interpretación de los sueños, los míos son sucesivos y con ellos Dios me ha anunciado acontecimientos buenos y malos antes que sucedan.
Aquella vez no fue la excepción, resulta que el 3 de marzo de 1986 durante la noche soñé que en la casa en Monguí se estaba celebrando un grado, que había muchísima gente y música, algo impensable porque desde que nací mi vieja ya tenía luto, al día siguiente temprano llamé a Teresa Carrillo de Cotoprix, gran amiga de mi vieja, que vivía en Barranquilla y viajaba con frecuencia a La Guajira.
Le conté el sueño, le dije que estaba preocupado, me dijo que estuviera tranquilo que todo estaba bien, como en nuestra Universidad del Atlántico los exámenes finales no eran como en las demás en noviembre y diciembre sino entre marzo y abril, yo estaba en finales y me correspondía el día siguiente el de derecho de familia, era mi costumbre esperar que todos mis compañeros de pensión se fueran a sus habitaciones a dormir en el segundo piso y me quedaba abajo solo en el comedor para estudiar toda la noche, en esas estaba, ya iban a ser las once de la noche cuando el teléfono timbró, durísimo como siempre, era el despertador perfecto para toda la cuadra Riiiiiiiiiiin, obviamente no pensé nada bueno, peor cuando supe quien estaba del otro lado de la línea, Olivia mi prima, me saludó y me preguntó qué hacía, le conté que tenía examen a las siete de la mañana que estudiaría hasta las 5, y me habló varios temas pero yo sospechaba que algo andaba mal, le pregunté qué estaba pasando, me dijo que nada malo que no me preocupara.
Pero el tono de su voz no me transmitía confianza en sus palabras, dijo que llamaba para saber de mí y nos despedimos, comencé a recordar lo que había soñado, minutos después otra vez Riiiiiiiiiiiin, Dios mío pensé esto anda mal, era ella nuevamente le dije que me dijera la verdad, me contó entonces que ‘mamá’ mi abuela por parte húmeda había fallecido, la boca se me puso seca y las manos frías, me estremeció, una tristeza indescriptible se apoderó de mí, pensé en mi vieja, sabía que para ella era un golpe brutal pues aún tenía luto de mi abuelo que había fallecido ocho años antes, sentí miedo, pero no tenía otro camino.
Seguí pensando en ella y estudiando, le pedí valor para continuar allí solo, y me ayudara a concentrar, y la verdad así fue. Mi única compañía era un pájaro que se había metido por la ventana y mi radio, siempre estudiaba escuchando Emisora Atlántico y Radio Jalisco, sentía que me tranquilizaban las rancheras y la música tropical, así pude estudiar hasta las 5 de la mañana, me bañé, me vestí y me fui desde la seis para la U para ‘seguir calentando’.
Allá el examen comenzó a las 7 de la mañana y terminé a las 8:30, me había llevado el maletín para el viaje, la verdad fue de los exámenes más dramáticos de mi vida, sentía que para responder mi abuela y Dios respondieron por mí el resultado no pudo ser otro 4, de allí salí directo para Brasilia de a pie porque estaba corto de dinero. Llegué a Monguí preciso cuando el sepelio estaba saliendo para el cementerio ubicado en el terreno donado por nuestro abuelo ‘El corazón fino’.
Entendí que hay que respetar los sueños, y aprendí a interpretarlos y comprendí que ellos llevan implícitos mensajes que pueden ser útiles desde el 28 de enero del mismo año 1986, día trágico para el programa Aeroespacial en el mundo, ese día el transbordador Challenger de la Nasa explotó en el aire y sus siete tripulantes perdieron la vida, no obstante que la cabina soportó el estallido, se dice que intentaron todo mientras desde el espacio se precipitaban al mar ante la mirada impotente de sus familiares que vieron todo en Cabo Cañaveral en vivo y en directo, pues bien sucedió que la noche anterior tuve una pesadilla.
Estaba soñando que iba desde Monguí por el Camino de Songó monte adentro, cuando escuché el ruido de un avión de Avianca que pasaba, mire para el cielo y vi cuando el aparato estalló en pedazos, salí corriendo, intentaba gritar y no daba, me caía porque el aire me faltaba, cuando desperté me estaba ahogando eran las primeras horas de la madrugada, no pude dormir más, sentía miedo, a las 6 me preparé para ir a la universidad y antes de irme le conté a Ruth, la dueña de la pensión mi sueño-pesadilla, me dijo que ya no sucedería nada porque se lo había contado y que sueño que se cuenta no sucede.
Cuando regresé de la U me dijo que yo era adivino que mi sueño había salido porque estalló el transbordador, le dije ¿qué tiene que ver el caldo con las tajá?, pero recogí mis palabras cuando vi por televisión las imágenes del aparato cuando estalló, fue exactamente lo que vi en el sueño, me impactó tanto que mi corazón se aceleró. Cuánta falta hacen nuestros viejos que ahora están junto a Dios, cuántos sueños premonitorios he tenido desde aquella noche cuando la parca me avisó que quedaba sin abuelos.