Muchas de las amistades y noviazgos hoy tienen como alcahueta mediadora, la virtualidad.
Millones de personas, desde adolescente, adultos, ‘jóvenes’ y hasta abuelos se conectan para engancharse con alguna persona también urgida de una relación, así esta inicie en la distancia y virtualidad. En especial, las aplicaciones Tinder, Badoo y Bumble agrupan a la mayoría de estas personas y tienen la ventaja de servir también para pactar citas. De esta manera, la virtualidad antecede al encuentro presencial que será clave para definir si la relación se concretiza o no pasa de ser un mero coqueteo de redes sociales.
Últimamente se han conocido muchas quejas, más de hombres, pero también de mujeres, de haber sido víctimas de ‘sneating’, otra palabreja de esas que el mundo digital aporta a nuestro léxico ya bien recargado de extranjerismos y neologismos. Para asociarla a palabras más familiares de nuestro contexto, el ‘sneating’ no es otra cosa que la práctica de ‘muelear’, es decir, ‘gorrearle’ o aprovechar el bolsillo de alguien que se muestra interesado en una relación sentimental.
El término se ha vuelto popular, en la medida en que cada día son más la quejas de ciberflirteadores que pactaron en una App de citas a una muchacha. Cuando se encuentran, lo normal sería que, como no son aún pareja, cada quien pague su cuenta (a la ‘americana’). Luego de departir y consumir, la chica o chico se inventa un “se me olvidó la cartera”, “mi tarjeta está bloqueada o copada”, “la próxima invito yo” o algo similar. Que lo hagan las chicas, bueno, no sería raro, pero cada día sube la cifra de hombres que acuden a la misma práctica.
Entre quienes frecuentan esta modalidad de ‘dating’ con personas casi desconocidas se ha identificado esto como un modus operandi de inescrupulosas ‘mueleras’ profesionales, las que cada fin de semana pactan una cita con una persona diferente, solo con la intención de que la lleven a comer y beber gratis. Son ya adictas al ‘sneating’.
En nuestro contexto regional, la ‘mueleras’ son esas chicas que frecuentan los lugares de rumba, generalmente van en grupo (es una manera de protegerse mutuamente). Suelen llegar muy bien ataviadas, con algunas trampas de sed (un escote, una falda corta, un jean bien apretado). Generalmente, llevan para pagar sus primeros tragos.Son generosas en sonrisas y hasta guiños de ojo.
Son anzuelos en los que siempre pica algún don Juan que vislumbra una conquista fácil. Lo que sigue es que alguna de ellas sea invitada a bailar, su triunfo es que el parejo, después de ‘la pieza’ la invite a una cerveza o trago. Es entonces cuando viene la invitación a la mesa de las féminas y el empeño del bolsillo del galán a los caprichos del combo de ‘mueleras’: “Un mecato, porfis”, “otra ronda de cerveza, lindo”, “tengo hambre, pide una picada”.
La ‘muelera’ tiene un propósito muy diferente al de la víctima que es el hombre. Ella va a beber, comer, bailar, divertirse y si es posible, tener la plata para el taxi de regreso y llevar comida a la casa. El ‘seductor’, tiene en mente una conquista, una ‘moteleada’ o al menos ‘unos besitos’. En la mayoría de los casos, logra muy poco el hombre y mucho la mujer ‘muelera’.
Del ‘sneating’ en las Apps de citas al ‘mueleo’ en los lugares de rumba hay mucho en común. Son evidencia de una actitud que retoma el espíritu picaresco, el personaje que se cree ‘avispado’, ‘vivo’, ‘sin agüeros’; esa persona temeraria que presume asomarse al fuego sin el riesgo de quemarse.
Las mujeres ya perdieron ese miedo, se lanzan a una disputa simbólica e invisible con el hombre que solo las ve como un objeto sexual. Pero, esa que él cree un objeto fácil, tiene sus mañas, como el ‘mueleo’, una manera de demostrarle que no es tan ingenua, que puede ‘desplumarlo’ y dejarlo con el pecado y sin la gracia.
También una enseñanza que revela que la práctica del ‘gorrero’ también tiene su lado femenino, que muchas veces lo que les atrae no es tu cuerpo sino tu bolsillo, no es conocerte, es aprovecharte haciéndote creer que la vas a explotar.