A San Juan del Cesar, tierra pródiga, de gente buena, trabajadora, de un espíritu progresista sin igual, la llevo metida siempre en el cogollo de mi alma y el aposento de mi corazón, ¿por qué ese amor por la tierra sanjuanera? Primero, la sangre llama, como lo expresa magistralmente mi primo Emilianito Zuleta en su inmortal canción; mi abuela María del Carmen Bracho Mendoza nació en la bella población de Caracolí de Sabanamanuela, hija de Dionicia Bracho Fragozo y Julián Mendoza- padre de Julio Mendoza, quien a su vez fue el padre de ‘Colacho’ Mendoza- es decir, mi abuela y bisabuelos, por el lado materno, son sanjuaneros. Recuerdo como si fuera ayer, que siempre visitaba a una hermana de mi abuela, Dolores Mendoza, en Los Haticos; son sentimientos que siempre llevo adheridos a mi corazón.
Segundo, estudiando en el Colegio Nacional Roque de Alba, hice amistad con Roberto Calderón Cujia, Rafael Vega Orozco, Rodrigo y Elías Daza Bermúdez, con quienes me gradué de bachiller; con Roberto Calderón he cimentado una amistad que ha perdurado en el tiempo. Recuerdo que en el equipo de fútbol de nuestro curso, jugaba siempre con una camiseta de ‘Lazio’, que era un producto fungicida para fumigar el algodón y ya el suscrito escribía los acontecimientos del campeonato de fútbol del Roque y los lunes salían publicados en la cartelera y entonces bauticé a Robert con el apelativo de Rober «Lazio» Calderón y entre otras cosas, era un buen jugador y se desempeñaba de centro delantero.
Tercero, con solo 23 años, llegué al colegio El Carmelo, regido en esa época por las Hermanas Carmelitas, a reemplazar a quien fuera mi profesor de química en el Roque de Alba, nada menos que a Óscar Cabrera, en los cursos de quinto y sexto de bachillerato, en la materia de química y a cinco cursos de primero de bachillerato en la materia de ciencias naturales. Recuerdo que tenía el cabello largo y los de quinto, especialmente, expresaban: «bueno, y estas monjas están locas, ahora trajeron fue a un hippie», pero el profesor les salió general; en el curso de sexto, varios de los alumnos tenían mi misma edad, pero también otros eran mayores que el profesor de química. Recuerdo a alumnos de sexto, como el finado exalcalde Ender Suárez Guerra, el exconcejal Arístides Mendoza, Nohora Vega Orozco, Lucy González, entre otros; en el quinto de bachillerato, a Estela Vega Orozco y ‘Juancho’ Rois, quien ya comenzaba a descollar como un artista del acordeón. En El Carmelo hice una buena amistad con compañeros docentes, como Isidro Petit Jiménez y Josefina Ariza, quienes se gustaban y sin ser novios, se casaron y continúan siendo un matrimonio feliz; Magola Daza, el profesor ‘Báldor’ Ariza, entre otros. Fluía el buen compañerismo entre el cuerpo docente y las monjas que regían el colegio.
Cuarto, en esa estadía en San Juan del Cesar, forjé una gran amistad con muchos sanjuaneros. Con Humberto Rois Fernández, cuando departía con él y donde su hermano Marino, él, gentilmente me ofrecía su residencia, donde su señora madre, nos atendía de mil maravillas; Dios tenga en la gloria a la señora Rosa María Fernández. Otra familia con la que forjé una gran amistad fue con los señores Rodrigo Mendoza y su esposa Alcira Coronado y sus hijos Carlos, María Eugenia, Enrique, ‘Nando’, que ya no está y Patricia Mendoza Coronado; qué amabilidad y qué nobleza de familia. Nunca tendré cómo pagarles por ese cariño que me brindaron. Otra familia, la conformada por Rafael Vega y Esther Orozco, donde sus hijos ‘El Curita Rafa’, con quien me gradué de bachiller, a quien siempre recuerdo, ‘Calalo’ Nohora y Estela, que eran mis alumnas; así como la amistad con Hernán Ariza y Miromel Mendoza, el arquitecto, y gran compositor sanjuanero.
Fue una época para enmarcar en mi historia personal; fue una época que hizo parte de mis inicios en el área profesional, quedando demostrado que «Costumbre Sanjuanera es entregar el corazón», el himno folclórico de San Juan del Cesar de mi compadre y hermano Roberto Calderón Cujia.