Aquella noche del lunes 21 de noviembre de 1994, hace 28 años, fue muy triste para la música vallenata por la muerte del acordeonero Juan Humberto Rois Zúñiga, el bajista Rangel Enrique ‘El Maño’ Torres Jiménez y el técnico de acordeones Eudes Enrique Granados Córdoba. Ante esa irreparable pérdida la versión 28° del Festival de la Leyenda Vallenata (1995), se realizó en homenaje a estos tres héroes del folclor.
A ellos se les sigue recordando por el extraordinario aporte que hicieron desde sus distintos campos de la música, pero de igual manera se escuchó el melancólico testimonio de tres mujeres que pasaron de un momento a otro de la felicidad a la tristeza: Jenny Dereix, se quedó sin ‘Juancho’ Rois estando recién casada y embarazada; Lénida Zuleta, sin Rangel “El Maño” Torres y con tres hijos. Además, Eudes dejó a Diana Núñez, con dos hijas. Ellos murieron en un siniestro aéreo en el estado de Anzoátegui, Venezuela.
La entrevista a ellas estuvo llena de múltiples remembranzas, pero con la convicción que dejaron huellas en su paso por la vida. Sacando fuerzas del fondo de sus almas hilvanaron detalles desconocidos dejándolas a paz y salvo con el ayer.
33 días de matrimonio con ‘Juancho’
“A Juancho lo conocí en Bogotá. Comenzamos a salir hasta que nos hicimos novios. Vivimos dos años de amores y nos casamos, pero la felicidad duró poco por cosas del destino. Fueron 33 días de matrimonio y recuerdo que cuando le dije que estaba embarazada se puso muy contento. Él estaba en grabación y fui a darle la noticia. Ese día tuvo como detalle especial que me compró todas las flores que tenía una vendedora”, contó Jenny Cecilia Dereix Guerra.
Sin parar continuó diciendo. “Los días eran alegres. Caminábamos juntos, me acompañaba a la universidad. Se comunicaba conmigo constantemente. El día del caso me llamó en la mañana y me dijo que iba a tocar una parranda y que regresaba lo más pronto posible. Yo estaba sola en el apartamento en Bogotá y me llamaron para decirme que ‘Juancho’ se había accidentado. Como pude conseguí el número telefónico de allá. Llamé y me dijeron que había muerto. Lloré, grité y mi dolor no tenía nombre porque ‘Juancho’ no pudo disfrutar de la felicidad y el derecho de ver nacer y crecer a su hijo Juan Humberto Rois Dereix, quien está orgulloso de su padre sin haberlo conocido”.
‘Maño’ nunca cumplió la cita
“Rangel era una persona alegre, jocosa, descomplicada y por eso tuvo el honor de ser premiado con la amistad de mucha gente. Cuando no atendía su trabajo con los grupos musicales se dedicaba de lleno a su hogar. Era tanta la acogida que tenía que grabó con su bajo 180 discos”, relató su esposa Lénida Zuleta Morales.
A continuación se embarcó en la nave de la añoranza para repasar sus primeros años de noviazgo y posterior matrimonio. “Frente a mi casa en el barrio San Joaquín de Valledupar vivía ‘Rafita’ Zuleta. En esa casa se reunían los músicos y yo veía a Rangel, pero hasta ahí, en cambio él sí estaba enamorado. Era un enamorado callado y se manifestaba enviándome flores y dándome serenatas. Él estaba bien enamorado, pero a mí no me gustaban los músicos por la fama de picaflores que siempre han tenido, pero al verle su decisión de ennoviarse conmigo le acepté y duramos en esa etapa un año y un mes. Nos casamos el 31 de enero de 1979, día de su cumpleaños”. De la unión de ‘Maño’ Torres y Lénida Zuleta nacieron Rafael Reyes, Ana Milena y Rangel David.
El artista había contraído un compromiso de encontrarse con su esposa en Maicao, La Guajira, pero la cita nunca la pudo cumplir porque la muerte se le adelantó. “Nosotros quedamos a realizar unas compras allá y como él estaba en Venezuela me dijo que me esperaba al mediodía, pero pasaron las horas y no aparecía por ningún lado y decidí venirme para Valledupar. Era la primera vez que me incumplía. Me había dejado olvidada y venía tan resentida que prometí castigarlo porque ni comida le iba a guardar cuando regresara”.
Entonces Lénida se metió por los vericuetos del dolor y señaló: “Mi mamá Ana Morales me llamó para comentarme que el grupo de Diomedes había tenido un accidente en una avioneta. Enseguida le dije que eso no era posible porque ellos venían en bus. Después la casa se fue llenando de gente y todo era confusión. Al llegar una persona a darme el pésame me desmayé. Se puede imaginar lo que siguió, pero Dios me dio las fuerzas necesarias para soportar tanto dolor junto al lado de mis hijos”.
Las tres rosas de Eudes
“A Eudes lo conocí en mi época de estudiante a través de su hermana Patricia, quien me llamaba cuñada sin serlo. Nos amigamos y luego nos ennoviamos. Duramos dos años de amores hasta que nos casamos. Eudes era un joven con cosas de viejo; su nobleza no le permitía conocer la maldad. Era tímido y aprendimos el lenguaje de las manos y las miradas que decían más que mil palabras”, expresa Diana Patricia Núñez Sierra.
Calló, lloró y siguió su relató. “Recuerdo que me daba serenatas con las canciones: ‘Sorayita’, ‘Se te nota en la mirada’ y ‘Tu ensoñación’. Era muy hogareño y decía que en su casa tenía tres rosas que eran sus hijas Dalma Yanina, Diana Isabel y yo. Él realizaba bien su oficio de técnico de acordeones porque nunca quiso rivalizar con sus hermanos Hugo Carlos y Juan José”.
Enseguida entró a dar a conocer la noticia nunca esperada “Ese día amanecí apagada, bastante triste y no comprendía nada. En horas de la tarde presentía que Eudes llegaría y me alisté para recibirlo, pero pasaron los minutos y las horas y no llegaba. En la noche recibí una llamada donde me decían que varios integrantes del conjunto de Diomedes habían sufrido un accidente. De inmediato llegaron varios vecinos diciéndome que tenía que ser fuerte, pero nadie se atrevía a decirme nada. Yo gritaba, lloraba y por la radio sonaba la canción ‘¿Por qué razón?’. Entonces fue cuando confirmaron la muerte de ‘Juancho’, ‘Maño’ y Eudes”.
Tres testimonios donde llamar los recuerdos fue una tarea fácil porque el corazón tuvo vía libre desplazándose a toda velocidad, para de esta manera dibujar los nombres de ‘Juancho’, ‘Maño’ y Eudes, quienes 28 años después de su partida de la vida siguen teniendo un lugar especial en el universo vallenato.