Con esta pandemia mundial el pueblo sanjuanero ha sufrido el rigor de sus consecuencias. Ya no se escuchan sus juglares cantándole a su musa ni serenateando a sus enamoradas. Las fiestas patronales son más solemnes y simbólicas que entusiastas. El festival de compositores yace en el recuerdo con su última versión del año 2019. A nuestras calles se le esfumó la alegría y ahora todo es silencio, dolor y tristeza. El río Cesar querido, tiene destellos de aguas cristalinas y su valle hermoso solo queda en la memoria de muchos paisanos. Solo la pluma sagrada de Alfredo Mendoza, Wilmer Frías, Walter Mendoza y Altagracia Carrillo, le rinden culto a ese pueblo de ayer lleno de poemas, poesías y literatura.
Sin darnos cuenta espabilamos y nos cambiaron las costumbres. La costumbre de entregar el corazón se hace por las redes y el móvil, porque el efusivo y cálido abrazo de cariño, aprecio y solidaridad se lo llevó la pandemia. Todo se hace con la gente y ya no podemos reunirnos con la gente, hasta que esto pase. Lenta y gradualmente se ha venido infectando y muriendo mi pueblo.
Más de tres mil contagios y más de cien muertos por esta enfermedad destructora y letal, dan cuenta de nuestra gente buena confinada con las manos en la cabeza y el ceño fruncido a merced de la voluntad de Dios. La asimilación del cierre temporal de nuestros territorios, el día sin moto y sin carro, el toque de queda y la ley seca, la cuarentena y los planes de bioseguridad, junto con el pico y cédula, no fueron suficientes para que la ciudadanía se salvara de las garras de esta pandemia letal.
Unos tenían que morir y otros se salvarían como en las profecías escritas, hay que tener conformidad. Inicialmente la incredulidad y la desobediencia civil desafiaron al virus mortal que viene arrasando muchas vidas valiosas de todos los estratos, edades, géneros y religiones de nuestro pueblo. Solo resta aceptar los designios de Dios. Hemos perdido muchos amigos y familiares, todos ciudadanos eminentes de grata amistad y alta consideración.
El pueblo solidario ha llorado a sus hijos uno por uno sin distingos, desde el más humilde hasta el más distinguido de la sociedad. En los tiempos del covid, mi pueblo parece otro, ya no es el que fue ayer, con sus calles llenas de alegría y entusiasmo. Se percibe un gran dolor y una muerte colectiva en una sociedad solidaria en medio del llanto y las lágrimas. Mucho nos ha costado acostumbrarnos al nuevo modo de vida y al nuevo orden mundial que se avecina. Confinados en familia, alejados de los amigos, de la vida social, de las parrandas, de los festivales y las fiestas, es como si le hubieran arrebatado el chupetín a un niño de la boca, ocasionando su pataleta y su rebeldía. Hoy comprendemos que el dolor hace parte de la esencia de la vida. Hoy solo hay nefastas noticias en cada amanecer, unos contagiados, otros intubados y otros moribundos o rumbo al campo santo sin cortejo fúnebre y sin la misa solemne.
En los tiempos del covid, nuestra cuna incomparable, también se ha vestido de negro y de luto y sus lágrimas vierten como la romántica lluvia de una tarde gris del otoño. Solo la radio convoca en tiempos del covid a la sociedad sanjuanera alrededor de sus programas y noticieros.
Lo demás, es una rutina de teletrabajo y trabajo con limitaciones sociales y un encierro prolongado dándole calor a la familia y al hogar como nunca antes. Pero lo positivo es la unidad familiar que se viene gestando y la fortaleza espiritual en familia.
Cuando todo esto pase, esperamos que se aprenda la lección y comprendamos el valor de la vida y la libertad. Para vivir con libertad y orden, como la consigna nuestro escudo nacional. Con temor de Dios y respetando los derechos y deberes de los demás, y construyendo patria desde una perspectiva optimista. San Juan somos todos, los que murieron y los que estamos vivos, todos hacemos parte de su historia. Entonces, por las glorias y memorias que murieron, hagamos de nuestro territorio un pueblo mejor para vivir y que los tiempos del covid sea un libro más de nuestra historia para compartirle con la tradición oral a las próximas generaciones.