Pertenezco a esa generación de colombianos que mira la vida desde una perspectiva optimista. Que, con el recorrido cronológico propio de la edad, sus convicciones se fundamentan en su profunda maduración interior y en la experiencia del diario acontecer. Por eso, pienso que, al país, se le avecina un nuevo modelo de gobierno nacional.
El cambio tan anhelado por muchos y tan rechazado por otros, es inminente y se está cocinando en la mente del presidente electo de los colombianos, Gustavo Petro. Pero contrario a lo que se preguntan hasta los amigos cercanos del presidente electo, cuando cuestionan el cambio y preguntan dónde está el cambio, sólo al escuchar los nombres del gabinete ministerial designado. Yo pienso que, el cambio son las reformas, no son los ministros. Los ministros se convierten en los instrumentos que ejecutarán las políticas públicas que, desde el nivel ejecutivo, se van a convertir en el sello o la impronta del gran acuerdo nacional o el gobierno nacional del cambio. Desde mi posición de analista y escritor de estas columnas de opinión, pienso que, en muchos casos, hasta al propio presidente electo, le tocará convencer a sus propios amigos y adeptos de las fuertes decisiones que le tocará asumir para cambiar el país y aterrizar en la nación prometida.
Hoy se observa que, todos los sectores políticos y las fuerzas vivas de la sociedad quieren embarcarse en el gran acuerdo nacional. Nadie quiere perderse de los anuncios y vaticinios que ha venido haciendo el presidente Petro para emprender una cruzada contra la pobreza y la desigualdad, su lucha continua contra la corrupción, la reducción del aparato estatal y la terminación de los privilegios, y lo que le mereció el triunfo, la inclusión de las nadie y los nadie en las instalaciones del palacio de Nariño, para gobernar con ellos y para ellos a Colombia, a través de la Vicepresidencia de la República.
Todo indica que, tendremos un gobierno de corte social demócrata, con predominio de lo social, donde lo más importante será la gente, la dignidad humana de las personas y la concepción de que nuestro país, es un estado social de derechos, que deben garantizarse. De acuerdo con este análisis, desde mi perspectiva optimista, al departamento de La Guajira y al Chocó, se les avecina una gran oportunidad de desarrollo y debe irles bien en el nuevo modelo de gobierno nacional.
Lo anterior lo afirmo porque, estos dos departamentos siempre han jugado el papel de la cenicienta en los modelos de desarrollo nacional, y ha hecho carrera en el país, que estos departamentos han presentado históricamente los peores indicadores de pobreza multidimensional, de desarrollo humano y de necesidades básicas insatisfechas. Todo esto, sin que gobierno alguno, se hubiera interesado en ellos, como si vivieran en otro país, o fuera ese el país de los nadie y las nadie, dejándolos tirados a la vera del camino a su propia suerte.
Por eso, pienso que ahora que se están preparando los diálogos regionales, para la construcción del nuevo Plan de Desarrollo nacional que buscará convertir a Colombia en una potencia mundial de la vida, la dirigencia Guajira debe jugar un papel protagónico bien importante. Sus senadores y representantes deberían convocar también a un gran acuerdo regional para mejorar la capacidad de interlocución de La Guajira con la nación. Pero bien importante es que La Guajira haga región con Chocó y no con el Caribe insular, porque en la región Caribe nos ha ido mal y vamos como siempre en desventajas comparativas. Indudablemente que La Guajira hace par es con Chocó, porque son las regiones con almas gemelas que les ha tocado vivir el abandono estatal y sobrevivir con dignidad en medio de la tierra del olvido.
De tal manera, que la pertenencia étnica de La Guajira y Chocó, con las poblaciones indígenas y afrocolombianas más numerosas del país, debe convertirse en la motivación principal para asociar a dos pueblos hermanos que requieren la reivindicación del estado. Partiendo que, la asociatividad tiene su razón de ser, en que dos pueblos se unen entre sí, para resolver problemas comunes en busca de economía de escala. Los indios y los negros de Colombia unidos entre sí, sería una gran política pública incluyente y nacional, donde se vea reflejado el cambio y el gran acuerdo nacional, y en donde, caben todos con sus diferencias y coincidencias, hasta en el color de la piel.