“Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y de miedos”, Italo Calvino
El anuncio reciente de la Alcaldía Distrital de Riohacha de construir una plaza de mercado en el área que el Plan de Ordenamiento Territorial –POT– determinó para ubicar el Centro Integral de Servicios Institucionales de la ciudad, sorprende por su novedad y confunde en su propósito.
Fabio Velásquez en su tiempo también sacó un proyecto de la manga para hacer la terminal de transporte en la 40; José Ramiro Bermúdez sacude el sombrero y salta un conejo representado en la iniciativa de mercado en el centro de la ciudad. Imposible no mirarlos en paralelo y en sus consecuencias.
Se acostumbraron tanto al “mercado viejo”, como insisten en llamar la zona, que la nostalgia les ha impedido ver el imponderable crecimiento urbano, la distribución realizada por expertos en el POT, el lento y doloroso proceso del traslado de comerciantes con la nueva ubicación de la zona comercial.
Desconoce el alcalde que Corpoguajira, la Cámara de Comercio, el Agustín Codazzi y otras entidades obedientes con la idea de progreso, planeación y organización de la ciudad se establecieron en este perímetro para oxigenar el centro y contribuir con la movilidad.
El POT que se constituía en un sesudo estudio de la aspiración urbanística de la capital guajira, hoy es un vestido entero guardado en el ropero sin estreno. El aeropuerto que debía ser trasladado, en su lugar se remodeló y bloqueo de paso una amplia área de proyección urbanística, el emisario final se oxidó esperando un proceso serio de consulta ciudadana y entre tanto la playa sigue siendo usada como un gran excusado séptico de aguas residuales que van indiscriminadamente al mar. Mientras se va decidiendo a topa tolondra un modelo que no precisa norte ni destino.
Este caminar danzarino de cangrejo parece ser la única impronta del imaginario de ciudad, de una historia de promesas, de una historia que no cambia. En las 229 páginas que tiene el Plan de Desarrollo Distrital están consignadas 22 menciones del término mercado, ninguna de ellas asociada a un proyecto de infraestructura pensado en su intervención. Los conceptos desarrollados en el documento focalizan aspectos como emprendimiento, competitividad, eficiencia, tamaño, disposición de residuos y sostenibilidad entre otros, ninguno indica o asoma iniciativa de convertir el centro de la ciudad en una plaza artesanal con enfoque turístico y cultural con inversión cercana a los 9 mil millones de pesos. Tampoco figura en los 14 proyectos priorizados para ejecutar en el Distrito y consignados en el capítulo de gestión del Plan de Desarrollo Distrital –PDD–.
Estas determinaciones arbitrarias sobre el espacio urbano le restan seriedad a las movilizaciones que se promueven para la construcción participativa del planeamiento y el desarrollo de la ciudad. Los ciudadanos alentados por sugerir su voz y dejar plasmadas sus aspiraciones de bienestar, ven acallados sus sueños por anuncios que no consultan las largas horas dedicadas a debatir la capital deseada.
Riohacha con su laberinto de calles pavimentadas por trechos, con vías reventadas por la acción de las empresas de servicios y de vecinos desconsiderados, con un centro histórico que se cae a pedazos, con humedales invadidos por el concreto y las inmundicias de los pobladores que los colindan, con un mercado que ha resistido con estoicismo y compromiso la colonización de megatiendas; sigue siendo transformada por sus dirigentes en una colcha de retazos.
La imagen del alcalde armado de un martillo gigante y dispuesto a derribar una pared, ahora empieza a tener significado como símbolo, como mensaje, como propósito.
No cambiemos la historia; recuperemos la hidalguía de la ciudad que atrajo tantas familias que llegaron para quedarse; esa historia de intercambio creciente, de prosperidad, de introducción de las novedades del mundo, de apertura, de contacto trasatlántico, de trascendencia y civilidad, de urbe adelantada a su tiempo. Esa es la historia que es necesario conocer, recuperar y apropiar.