La noticia del fallecimiento del exgobernador de La Guajira, Jairo Aguilar Ocando, el pasado 12 de abril en la ciudad de Barranquilla, llenó mi corazón de pesar, pero también de un inmenso orgullo: el orgullo de haber sido su amigo, su coterráneo, y de haber compartido la existencia con uno de los hombres más valiosos que ha dado esta tierra guajira.
Jairo Alfonso Aguilar Ocando fue un economista de alto prestigio, oriundo de Riohacha. Casado con Martha Deluque, padre del actual gobernador de La Guajira, Jairo Alfonso Aguilar Deluque, y patriarca de una familia ejemplar, Jairo se destacó como un gran líder liberal y un servidor público íntegro. Hombre culto, profundo conocedor de la economía y del derecho, áreas en las que se especializó, consagró su vida al servicio de su gente con una probidad que marcó época.
En el Consejo Directivo de la Universidad de La Guajira, fue pieza clave en los procesos de acreditación institucional, apoyando con sus conocimientos al rector Carlos Robles Julio. Su legado académico e intelectual deja una impronta imborrable en esa alma máter que tanto amó y a la que sirvió hasta sus últimos días.
Su partida ha sido profundamente sentida por todo el pueblo guajiro. El sábado 12 de abril del año en curso, Riohacha lo recibió entre llantos y homenajes, siendo velado en la Casa de Gobierno. El domingo, fue llevado en cámara ardiente a la Alcaldía y luego a la Gobernación. El lunes, la Universidad de La Guajira le rindió honores solemnes, y más tarde, en la Catedral de Riohacha, se ofició una misa a la que asistieron cientos de personas. Al frente de ese homenaje se encontraban Martha, sus cuatro hijas y nuestro gobernador Jairo, su esposa Sara, el senador Alfredo Deluque, el representante Jorge Cerchiaro, exgobernadores, alcaldes, líderes y ciudadanos de todo el Departamento, quienes lo despidieron con un profundo dolor en el Cementerio Central. La tristeza se sentía en cada abrazo, en cada lágrima.
Jairo Aguilar Ocando fue un hombre grande en toda la extensión de la palabra: como persona, como líder, como hombre público. Su trayectoria fue ejemplar: gerente de la Caja Agraria en Riohacha, pilar de los productores del campo; primer alcalde popular de su ciudad, bajo la Constitución de 1991; gobernador del Departamento con solvencia moral y técnica; y, finalmente, miembro del Consejo Directivo de Uniguajira, donde dejó una marca profunda en la vida institucional.
Ejerció cada uno de sus cargos con lujo de competencia, con sindéresis, con rectitud. Jamás se escuchó una tacha sobre su proceder. Fue un servidor público a carta cabal, y un guajiro que encarnó los más altos valores del civismo y del compromiso social. Por eso, aunque recibió homenajes valiosos en vida —como el doctorado honoris causa que le otorgó la Universidad de La Guajira—, considero que aún fueron pocos frente a todo lo que representó para este territorio.
Recuerdo con emoción aquellos años en los que presidió la Asociación de Profesionales de La Guajira, mientras nosotros, los estudiantes fundadores de Vanguardia Juvenil por la Paz Guajira, empezábamos a soñar con un mejor porvenir. Jairo era guía, faro, ejemplo. Fue un patriota verdadero, un cardón guajiro que resistió todos los soles sin marchitarse jamás.
Murió en sana paz a sus 77 años, lúcido, vital, con mucho aún por aportar. Su vida fue una cátedra viva de honestidad, cultura, economía y sentido de pertenencia. Por eso, creo que el mejor homenaje póstumo que podemos rendirle es sembrar en la juventud guajira los ideales que él encarnó: el valor del estudio, del trabajo honesto, del servicio desinteresado al bien común.
Su hijo, nuestro gobernador, ha tomado ese legado con amor y dignidad. Hoy cientos de amigos, entre ellos, Carlos Robles Julio, Nando Deluque, Amylkar Acosta Medina, Maritza León Vanegas, Rosalinda Aguilar, Zoila Curvelo, Luis Felipe Ovalle y Jorge Ballesteros, sienten la ausencia de Jairo. Y quizá, como yo, añoren esos tiempos en que él nos daba cátedra de vida, con humildad y con ejemplo.
A su esposa Martha, a sus hijos, y en especial a Jairo Alfonso y a su esposa Sara, expreso mis más sentidas condolencias. Sé que su tristeza es inmensa, porque ha perdido a su padre, a su consejero, a su ídolo. Pero también sé que heredó de él lo mejor: su honestidad, su entrega y su amor incondicional por La Guajira.
Vuela alto, mi amigo Jairo. Dios te recibe en el seno de Abraham. Tu paso por esta tierra fue brillante, lleno del colorido del amor, de la amistad sincera y del servicio a esta tierra que tanto amaste: Riohacha y La Guajira. Gracias por tanto. Tu legado permanecerá.