, este es un año de fiesta democrática, donde nuestro Departamento y sus 15 municipios elegirán a sus mandatarios territoriales, y esperamos que este sea el cuarto de hora para La Guajira.
Con los planes de gobierno y los discursos de plaza pública se necesita devolverle el optimismo, la fe, alegría y esperanza a este pueblo golpeado y olvidado por el Estado. Nuestro Departamento requiere mandatarios emprendedores para el futuro, con una visión clara del desarrollo y que quieran dejar huellas para que los recuerden con gratitud las próximas generaciones. Que luchen por una causa social y dejen atrás la pereza intelectual, ineptitud, desidia e incompetencia.
La crisis de La Guajira y sus 15 municipios viene tocando fondo y hasta la sensibilidad social se viene perdiendo. Porque necesitamos ciudadanos que quieran ser más útiles que importantes para la sociedad. Los guajiros debemos aprender de las experiencias del pasado y pensar en la reconstrucción de La Guajira, aprovechando cada oportunidad que nos da la vida para lograrlo. Nuestro Departamento no ha sido un pueblo pobre, ni en riquezas, ni en recursos naturales, luego entonces, es inverosímil, que seamos un pueblo rico en el subsuelo y pobre en el desarrollo peninsular. Tampoco La Guajira es pobre en capital humano, quizás muchos cerebros se han fugado del territorio por falta de oportunidades, y otros, no han podido acceder a los escenarios de poder por falta de recursos económicos. Porque es bien cierto, como lo dijo Carlos Marx en su libro ‘El Capital’, que el poder económico determina el poder político. Pero también es muy cierto, que hay causas sociales que se convierten en un interés superior para la sociedad y se ubican por encima de las personas y los intereses. Pese a que soy consciente, que la vida misma, es una confrontación de intereses. Pero hoy, pienso que, el interés superior de todos los guajiros, es la unidad para la superación de la crisis humanitaria hasta salir de la pobreza y mejorar la capacidad adquisitiva de la región.
Todo esto implica reducir los altos índices de necesidades insatisfechas, mejorar la calidad de vida y de desarrollo humano y reducir ostensiblemente las tasas de morbimortalidad infantil y materna. Para todo esto, hay que garantizarle a la población el mínimo vital, tanto de agua como de autosuficiencia alimentaria. Pero igualmente, el pacto por la equidad del Gobierno nacional, donde debe aterrizar es en la autopista de la península de La Guajira. Porque equidad para los guajiros es devolverle la mermelada que se reparte en la tostada nacional, a este Departamento productor, para reducir su pobreza. También es equidad que el proyecto ‘Guajira Azul’ logre alcanzar las coberturas y calidad de servicios de acueducto y alcantarillado para ponernos más cerca de la media nacional.
Igualmente, que se suscriba con la nación un pacto por la equidad energética con La Guajira. Del mismo modo, que el pacto por Colombia incluya a La Guajira como prioridad para interconectarla con la red náutica, tecnológica y vial de la nación, mejorando también su infraestructura portuaria para convertirla en un destino obligado del turismo nacional. Pero para el logro de todo esto, se requiere un plan estratégico de gestión que involucre a todos los actores del desarrollo regional. Así mismo, en el direccionamiento político y estratégico de ese plan de gestión que vengo proponiendo, debe tener asiento y voz, el sector privado transnacional, la comisión regional de competitividad, la Cámara de Comercio y la Universidad de La Guajira.
Todos los actores del desarrollo y los estamentos de la sociedad guajira, deben emprender no solo una cruzada por la unidad y el desarrollo social y económico del Departamento, sino un novedoso y revolucionario plan maestro de desarrollo. Donde la agroindustria, el medio ambiente, los recursos del mar, el turismo, las energías renovables y la logística, sean los ejes transversales de la nueva era del desarrollo peninsular. Pero lógicamente, esto demanda que lleguen gobernantes con mentes abiertas y un espíritu visionario y progresista en el nivel ejecutivo para cambiar la historia, trabajando por resultados y rindiendo cuentas de su gestión, haciendo público lo público, con cero corrupción y alta gerencia pública.