Indudablemente que el responsable de todos los males que hay sobre la Tierra es el amor al dinero. Igualmente, en mayor o igual medida, la ambición desmedida por el poder. Esta lucha sin cuartel del hombre por el hombre mantiene a la sociedad sumida en un letargo del que no hemos podido salir a lo largo de la historia.
Todos quieren atesorar riquezas y todos quieren desfilar por el podio del poder para poder. Hoy por hoy los hombres se preocupan más por ser importantes que por ser útiles a sus semejantes y a la sociedad. Pero, yo insisto, en que es mejor ser útil que ser importante.
En todas las esferas de la sociedad se aprecia este fenómeno, porque es la naturaleza egoísta y ambiciosa del hombre la que despierta y consolida ese escenario de codicia guardado y alimentado en su alma vanidosa. Hemos venido perdiendo los valores éticos y morales que le daban mística y mantenían la institucionalidad de una sociedad soportada en la familia. Pero hoy la familia como primera célula de la sociedad está plagada de antivalores y las redes sociales de esta sociedad materialista y de consumo alimentan aún más esta crisis social que vivimos.
Colombia hoy se estremece en las estructuras funcionales del Estado y la familia y si no tiene unas bases sólidas puede ser un inminente peligro para el Estado y la sociedad. La presunta presencia de dineros ‘calientes’ y de dudosa procedencia para poner en tela de duda la legitimidad de un gobierno presidencialista que se considera la ruta hacia la transformación de una sociedad permeada por la corrupción y el narcotráfico, pone al Gobierno entre la espada y la pared.
Hemos saltado de escándalos en escándalos, desde el proceso ocho mil hasta nuestros días. Hoy nuevamente volvemos a creer y con más fortaleza, que el cambio solo llegará a nuestro país cuando comprendamos realmente las palabras del Nazareno que murió en la cruz. Alejados de Dios, nada podemos hacer. Hasta cuando Dios mío, tendremos que esperar esa gloria inmarcesible y ese júbilo inmortal que acabe con esta horrible noche y esta pesadilla de país.
Si el actual presidente crió a su vástago fundamentado en las bases de la familia como todos esperamos, seguramente actuará de manera coherente con la estabilidad institucional de un país que no aguanta más este tipo de escándalos. Pero no queremos imaginarnos lo que estará pasando detrás del trono y en las camarillas del poder si es todo lo contrario. Amanecerá y veremos.
Como Guajiro, yo lamento mucho lo que viene sucediendo porque contrario a lo que piensan y debaten muchos, yo sí creo que el Gobierno nacional ha volteado la mirada hacia la península, y esta crisis podía poner en peligro la salida de La Guajira, del estado de cosas inconstitucionales.
El recorrido por el territorio del presidente y sus ministros es algo nunca antes visto. La declaratoria de la Emergencia Social y Económica también. Los decretos subsiguientes también demuestran el compromiso con esta península.
Una vez más se reafirma que solo se puede gobernar lo que se conoce y los gobiernos anteriores no resolvieron la situación de La Guajira porque nunca la entendieron. Pero hoy también entendemos que para un presidente no es fácil gobernar con semejante corneta pitándole al oído. De las grandes crisis nacen también las grandes oportunidades, ojalá y todo se aclare para bien del presidente, de la democracia, de su familia y del país.
Una vez más tendremos la oportunidad de salir fortalecidos, considero que lo que viene ocurriendo le hace daño a la imagen del país y a todos los colombianos. Por eso, creo también que si el presidente y su familia salen bien librados de este suceso, todos ganamos.
Al estigma en que nos ha mantenido la opinión de la comunidad internacional como corruptos y narcotraficantes y gobernados por una narcodemocracia, no podemos seguirles haciendo apología nada más por la polarización del país. Los colombianos tenemos que seguir atesorando fundamento para el porvenir de la patria cerrando las brechas del odio.
El presidente es de todos los colombianos. Los problemas del presidente son los problemas del país. Respaldar al presidente es respaldar al país, a sus instituciones democráticas, a la Constitución y la Ley, hablando en el escenario de que es inocente la familia presidencial y no ha manchado el nombre de la patria con sus actuaciones. Esperamos entonces, que el fin no haya justificado los medios para llegar a la Casa de Nariño.