Por Juan Carlos Urango Ospina
Desde antes de su nacimiento, Ismael Fernández Gámez estaba destinado a deambular por los terrenos de la música. No podía ser de otra manera. En Santo Tomás de Villanueva, el municipio guajiro en el que nació, los ritmos y las melodías forman parte del paisaje, impregnan la cotidianidad e influyen en la vocación de los jóvenes que departen en las esquinas, recorren las calles o estudian en el mítico Colegio Nacional Roque de Alba.
Por ello, Villanueva (como se le dice abreviadamente) es el lugar del mundo en donde más abundan músicos y dinastías musicales por cada metro cuadrado: Zuleta, Romero, Celedón, Ovalle, Murgas, Cuadrado, Bolaños, Kammerer, entre otras.
Ismael Fernández Gámez nació en una de esas dinastías, cuando ya La Guajira era un departamento escindido del Magdalena Grande. Es decir, nació formalmente como guajiro, a pesar de que esa condición no depende de decretos ni de leyes, sino de identidad. En su casa natal, las notas musicales entraban por el oído, por el biberón y por el alma. Su abuelo, Manuel José Fernández Frías, fue un músico de alta formación, discípulo de Adolfo Mejía en el Conservatorio de Cartagena, en donde adquirió el dominio de los sonidos del mundo, de las polifonías latinoamericanas y de las melodías de nuestras provincias del Caribe.
Al tiempo que ejercía como notario del municipio, el maestro Manuel José también recogía en los pentagramas las sonoridades de la región. Sin embargo, no se quedó con esos saberes para sí mismo. Los compartió hacia adentro de su casa y hacia afuera. Sus hijos -Ismael, Emirto y Abel Darío- bebieron de la inagotable fuente paternal. Y las enseñanzas a las nuevas generaciones de villanueveros corrieron por cuenta de Ismael Fernández Rodríguez, maestro del Roque de Alba, quien era una orquesta en sí mismo, pues tocaba todos los instrumentos y ejecutaba cualquier ritmo. Esta versatilidad del maestro más influyente del municipio impregnaría a los jóvenes villanueveros para concebir la música desde sonidos innovadores, en especial de los ritmos que se ejecutaban con acordeón, los cuales ya se empezaban a convertir en el estandarte cultural de la región y del país.
Abel Darío, por su parte, recogió el testigo paterno y consolidó -junto con su parentela prodigiosa- la ‘Banda de los Fernández’. Esta agrupación propagó los porros, valses, polkas y otros sonidos que abundaban en el territorio Caribe, y animaban los encuentros festivos y religiosos que se organizaban en cualquier lugar de la provincia.
Esta tradición regional y familiar nutrió a Ismael Darío Fernández Gámez. Su relación con la música, sin embargo, tomó un rumbo distinto, pero necesario: la investigación, la difusión, el patrocinio y el afianzamiento de la música regional, en especial del vallenato. Su título profesional dice que es abogado. Pero su formación existencial nos dice que es periodista y empresario. Para ello no necesita solo de las aulas (él siempre se está cualificando), sino también de la pasión y de un gran espíritu de emprendimiento.
Durante 40 años, Ismael Fernández Gámez ha recorrido todos los senderos del periodismo. Ha sido un reportero diligente, con sus sentidos permanentemente abiertos, y un investigador riguroso. Conoce al detalle sobre canciones, compositores, intérpretes y eventos. Sabe de la anécdota ligera y del dato preciso. Una charla con él, como las muchas que hemos tenido, implica adentrarse en la historia viva del folclor de la tierra. Sus testimonios no requieren ser contrastados porque las evidencias siempre están soportadas con severidad académica. Sin lugar a la duda.
Como empresario, ha recorrido la televisión, pues en 1988 creó el canal ‘Guajira’; la prensa, como fundador y propietario del Diario del Norte, el más influyente de la región; y la radio, pues creó el Sistema Cardenal, la cual -aunque comenzó a difundirse en La Guajira y el norte del Cesar, en la frecuencia de la FM- empezó a liderar la audiencia sobre música vallenata en casi todos los departamentos del Caribe colombiano. Desde el Sistema Cardenal, ha difundido la música de acordeón, desde la que producen los artistas reconocidos hasta los jóvenes que, ilusionados, requieren un espacio para mostrar su talento y sus creaciones. No en vano, muchos de ellos lo llaman padrino, o padre. Todo ese conjunto de empresas comunicativas y creativas, de proyectos e iniciativas se cobijan bajo el nombre de Gámez Editores, la empresa familiar que lidera junto a su esposa y apoyo permanente e incondicional, Demis Pacheco.
Aunque Ismael Fernández Gámez ha incursionado en la composición (suya es la canción ‘De La Guajira con amor’, que llevó como presente al pueblo huilense, cuando su hija Demis Consuelo participó como candidata del Departamento en el Festival del Sanjuanero), su pasión se centra en apoyar el talento y difundir las noticias del folclor. Algo que hoy sigue haciendo con mayor ahínco desde el Canal Regional Telecaribe, el cual gerencia desde 2023.
Es este trabajo permanente, es la pasión con la que desempeña su trabajo, es este desprendimiento por la tierra de sus amores y sus tradiciones, lo que tuvieron en cuenta los organizadores del 46° Festival Cuna de Acordeones en Villanueva, para homenajearlo junto a su prima, la maestra y juglaresa Rita Fernández Padilla.
Nada más merecido para quien no ha ahorrado esfuerzos ni patrimonios en engrandecer la música de la región. Nada más enaltecedor para quien sigue empeñado en darle oportunidades a las nuevas generaciones de artistas y en seguir apoyando a las viejas glorias del folclor. Nada más meritorio que rendirle homenaje a este cardenal villanuevero que, aunque de poco canto (pero sí de mucho vuelo), sirve de apoyo para que sigamos escuchando a los miles de cardenales que abundan en estas tierras de cerros pintados y ríos musicales.