Parece que, en nuestros pueblos de la provincia, a la población no le interesan mucho las competencias, ni el buen desempeño de sus mandatarios, sino el clientelismo. Nuestro pueblo se acostumbró tanto al clientelismo y al modelo asistencialista que convirtió los modelos de gobierno en un plan de reparto del gasto público, que ya poco le interesaba otra cosa. Por eso, antes se veía esa romería de gente en los palacios municipales y departamentales, donde la ciudadanía hacía fila para ir por lo suyo, como en una tienda abierta, al por mayor y al detal.
Pero, no nos hemos dado cuenta que ese modelo clientelista entró en franca decadencia y fue el que llevó a nuestras entidades territoriales a la inviabilidad financiera y a la insostenibilidad económica. Hoy con los modelos de planeación y gestión, los mandatarios se esmeran más por mejorar los índices de desempeño institucional con una buena gestión presupuestal y de planeación, apoyados en un severo control interno y de contratación pública. Sin que esto les impida un buen servicio de atención al ciudadano en cuanto a sus quejas y reclamos y a la racionalización de trámites. Pero al ciudadano no le es suficiente, con que lo atiendan, y le presten un buen servicio, ni que lo apoyen, sino que, siempre busca que lo sostengan, porque el hombre es un animal de costumbre y así lo acostumbraron.
Por eso, en la percepción de muchos ciudadanos seculares, cuando de emitir un concepto de su mandatario se trata, solo se refieren a que no los ha atendido, ni les ha dado nada, ni les ha hecho ningún favor político, sin importar para nada, si es un buen gerente o viene desempeñándose a la altura de las pretensiones del pueblo que lo eligió. Desafortunadamente, a veces no se valora al buen gobernante por su desempeño y gestión sino por la forma clientelista en que algunos con cierta experticia repartieron el presupuesto público entre quienes están detrás del trono y en las camarillas del poder.
Esos son los bemoles que tiene la vida pública, muchos no se dan cuenta que el sistema cambió y que tanto las alcaldías como las gobernaciones adolecen de una bolsa de empleo y requieren más de planes de negocios y de emprendimientos para reactivar la economía. Pero fue tanto el daño que le hizo ese sistema clientelista a nuestra población, que hoy, nuestros ciudadanos carecen de ideas e iniciativas que puedan convertirse en proyectos de inversión pública que beneficien a un alto grueso de las comunidades. Hoy un buen gobierno, es el que convierte a la alcaldía o la gobernación en una entidad moderna e innovadora para que, con mucho valor público, garantice los derechos de los ciudadanos y resuelva sus problemas y necesidades con inversión pública. Pero ya el plan de reparto del gasto público que ayer hizo carrera, hoy no es posible. Hoy se ejecutan contrataciones multimillonarias en proyectos de importancia estratégica, que generalmente el proceso de selección objetiva del contratista, requiere de una licitación pública o un concurso de méritos, para el cual nuestra población no se ha preparado en cuanto a su capacidad técnica, financiera, logística y operativa, y por eso, quedan sin oportunidades en este nuevo modelo.
Definitivamente, hay que prepararse para que el nuevo modelo de gobierno en la era digital, que demanda los pliegos tipo de contratación, convocatorias abiertas y competitivas, concursos de méritos y mucha experticia en la estructuración y formulación de proyectos, encuentre preparada a nuestra población. La asociatividad de nuestra población para resolver problemas comunes en cuanto a la búsqueda de escenarios de oportunidades, yo la veo como una salida del viejo modelo clientelista, para que la economía de escala nos permita ser competitivos, y así, poder enfrentarnos a la dura realidad. Aquí no hay que llorar sobre la leche derramada, Dios nos da la llaga y también la medicina, y las grandes crisis han desarrollado el ingenio del hombre para convertirla en nuevas oportunidades.
Un buen gobierno requiere a su alrededor, gente con iniciativas, con propuestas, con ideales, con salidas, y que se conviertan en parte de la solución de los problemas comunitarios, y no en un problema más para el mandatario. Hay que romper esos paradigmas, del régimen de la mano estirada, los gobernantes hoy requieren que le den la mano y los ayuden a gobernar con proyectos e iniciativas de verdadero desarrollo e impacto social donde quepan todos los sectores sociales con sus diferencias y coincidencias.