En el argot de la política en Colombia, la frase “echar a los lobos” se acuñó desde el tristemente célebre proceso 8000, como metáfora para dar a entender que hay que “sacrificar” a un alfil para salvar al rey. En ese entonces, culparon al tesorero de la campaña Santiago Medina y luego al ex ministro Fernando Botero, para que Ernesto Samper conservara su investidura de presidente y fuera absuelto por haber recibido “dineros calientes” en su campaña.
Desde entonces, han sido muchos los funcionarios medios y amigos cercanos de algún presidente que se han tenido que echar a los lobos y, así cargue con las culpas y penas de las que se libra su jefe. Recordemos a los exministros Sabas Pretelt y Diego Palacios, quienes fueron echados a los lobos para que Uribe no se investigara por la política. También los exdirectores del DAS, Noriega y ‘La Coneja’ Hurtado, echados a los lobos para salvar a su jefe de los escándalos de la paramilitarización del Das y las chuzadas. Juan Manuel Santos, ha demostrado estar dispuesto a echar a los lobos a su gerente de campaña, Roberto Prieto, por una presunta financiación de su campaña con recursos de Odebrecht.
En estos momentos, el caldeado y turbulento ambiente político que vive Colombia, es un escenario en el que se comienza a vislumbrar que hay que echar a los lobos a alguien. Paradójicamente, esta vez no sería para salvar al presidente, sino a alguien más arriba: a Duque lo van a echar a los lobos para salvar la bandera del uribismo. Algunos trinos y declaraciones de Álvaro Uribe, así lo reflejan.
El expresidente pasó de un mutismo cómplice cuando el país comenzó a incendiarse en respuesta a la reforma tributaria, a tratar de atenuar los efectos de la misma y al final, hasta a oponerse. Uribe ha dicho que a Colombia debe regresar la “seguridad democrática” que es una manera de decir que Duque no representa sus banderas. Fue el más acérrimo crítico de los pactos logrados para desbloquear el puerto de Buenaventura, también ha venido sosteniendo que a este gobierno le falta autoridad y que se ha debilitado la institucionalidad.
Pero no solo viene de Uribe, sino de otras figuras de la ultraderecha colombiana. El exministro Fernando Londoño ha sido el más duro crítico de Duque, por el mal manejo del paro, su falta de autoridad y decisión. Llegó hasta a pedirle la renuncia porque le falta pantalones para dirigir la nación.
A este grupo de políticos de derecha que quieren echar a los lobos a Duque, se suma Germán Vargas Lleras. Este astuto político, está viendo un escenario en el que puede salir fortalecido y que los votantes lo vean a él como el que tiene los pantalones que les falta a Duque.
Fue un duro crítico de la reforma tributaria, aunque a los pocos días negoció una mermelada para evitar la moción de censura contra el ministro Diego Molano, en público, sus declaraciones se alinean con las de Uribe con el mensaje que este gobierno no representa los “tres huevitos” y que él sí es garantía para un próximo gobierno de coalición derechista. El oportunismo de Vargas Lleras, está siendo valorado por algunos empresarios, como públicamente lo ha dicho Mario Hernández, quien ya lo postula como “el elegido” para poner la casa en orden.
A medida que le queden menos días a gobierno Duque, se le agote la reserva de mermelada y se acerque las próximas elecciones, se va a ir escalando la neo narrativa de que Duque traicionó las banderas del uribismo como lo hizo Santos.
La gente no se ha comido las absurdas tesis de Vicky Dávila de “la culpa es de Petro”, tampoco la de Pastrana de “la culpa es de Maduro”, o la de Molano de “la culpa es de Rusia”. De allí que a alguien hay que echarle la culpa, hay que echar a los lobos a Duque, es la estrategia. Este escenario nos demuestra quién es el rey y quién el alfil en Colombia, y que, ese rey es capaz de echar a los lobos a quien sea, por muy amigo que parezca.