Las fiestas familiares, por excelencia, son las Navidades, días de reflexiones y expectativas, días de perdón y olvido. Estamos contando los días finales del 2020, año de pesadillas, semejante a la visión de Dante, mostrándonos los dolores y las aflicciones humanas, sus aspiraciones y su salvación. El próximo llega con incertidumbres donde las virtudes y debilidades tienen que sobreponerse y cambiar las expectativas. No fue el mejor año para la humanidad. Como costumbre, hacer nuestras reflexiones y expectativas, planes y promesas para el siguiente, pero no contábamos con la pandemia. Esperábamos que en este tiempo estuviera lleno de luces y alegrías, desafortunadamente, no fue así. Ha sido el más difícil de las últimas décadas. Muchas familias no encendieron las luces navideñas, sino luces de luto por familiares. Si tenemos conciencia de los sucesos corrientes y aprendemos de ellos, entenderemos que se cierran ciclos que nos hacen recapacitar.
Constantemente se cierran y se abren ciclos; son episodios repetitivos. El filósofo napolitano, Giambattiste Vico, manifiesta que la historia no avanza en su progreso linealmente, sino en ciclos. Su obra ‘Ciencia Nueva’, desarrolla el sistema cíclico o repetitivo, mediante el cual las civilizaciones surgen y decaen. Ese constante movimiento de los pueblos, de progresos y regresiones, son formas cíclicas de la humanidad; todo vuelve al punto inicial. Asomémonos a la historia y veremos que los acontecimientos de hoy, son los mismos que ha vivido el mundo a lo largo de su existencia; crisis generalizadas, guerras, pandemias, por mencionar algunos.
Son varios siglos de vacilaciones vividos por la humanidad siendo las pestes, epidemias y pandemias, las culpables, sin dejar de mencionar las más antiguas de la Biblia. A lo largo de los siglos, se han soportado cinco pandemias letales, desde la más trascendental hasta la última del siglo pasado: La viruela, causada por el “Variola virus”, es el más letal. Está erradicada; El sarampión, otro virus que en su andar ha matado más de 200 millones de personas; La gripe española, en 1918, según datos de la OMS, en apenas dos años mató entre 50 y 60 millones de personas, lo que significaba para la época, entre 3% y 6% de la población mundial; La peste negra, en el siglo XIV se dispersó en Europa, producida por la bacteria “Yersinia pestis”. La población de España bajó de 6 a 2.5 millones de habitantes; Y, el VIH, conocido como el sida. Está demás, hablar del coronavirus o Covid-19. Todos los de esta generación conocemos y sabemos de sus estragos. Hoy existe la creencia, en algunas personas, que todas estas crisis, incluyendo el diluvio universal, la destrucción, con fuego y azufre, de Sodoma y Gomorra y el exterminio de los Cananeos, por sus pecados, violencia y falta de justicia social de sus gobernantes, son castigos de Dios a la humanidad.
No es ni será la primera Navidad y Año Nuevo que estará bajo esta crisis pandémica. Todos estos sucesos, lamentables y conmovedores, nos dan experiencias y motivos para reflexionar. Empecemos por decir que estas festividades, a pesar de estar arraigadas en nuestros corazones, a través del tiempo, llegaron de otras latitudes junto con San Nicolás y el famoso arbolito con sus luces. Que asociamos la Navidad con el natalicio del niño Jesús, la realidad es que tuvo sus orígenes en la saturnalia romana, festival pagano por sus desórdenes. Hasta que el cristianismo estableció la fecha del 25 de diciembre. Que san Nicolás es un viejo legendario de la mitología escandinava; San Nicolás de Myra, del siglo IV, que vivió en Anatolia, territorio de Turquía. Y el lujoso arbolito, fue exhibido en 1840, en el castillo de Windsor, de ahí se extendió a otras partes.