“Amanece y veo en el cielo una luz allá en lo alto, me doy cuenta que hoy estamos a primero, que acaba de empezar un nuevo año… me dejo llevar por mi voluntad, que me ayuda siempre y me lleva a todas parte, para qué sufrir, para qué llorar si me queda un mundo todavía por delante”.
En este amanecer cuando acabamos de iniciar un nuevo año, habiendo despedido el anterior igual que los dos que le antecedieron con pérdidas irreparables que enlutaron el corazón de la familia, vino a mi mente su canción titulada ‘Amanece el nuevo año’, cuya letra sentida pero llena de optimismo hacía impensable que un poco más de dos años después de su publicación en el álbum titulado ‘Guajiro natural’ lanzado por la casa disquera Francesa Lusafrica en el año 2000 ya se habría silenciado para siempre, pues inició su inmortalidad el 26 de noviembre de 2002 el mundo que dijo le quedaba todavía por delante, no era terrenal sino de otra dimensión, igual parodiando lo sucedido según las Santas Escrituras, cuando le dijo a Jesús de Nazareth “Tu nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí, ¡Qué has hecho? Y el hijo de María y José le respondió “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero ahora mi reino no es de aquí”, evidentemente el guajiro natural se fue de este a otro mundo a donde no hay gente mala, a cantarle al Todopoderoso.
Como sucedió durante la Navidad de los años 2020, 2021 y 2022, hemos despedido otra anualidad del calendario santoral con el luto fresco por la partida de nuestros seres queridos, coincidencia fatal que tiene sus antecedentes en otras navidades como aquella cuando había recién cumplido los primero ocho añitos de circulación, cuando la Navidad se acabó prematuramente en mi casa y en mi pueblo por la muerte de un hermano de mi abuela a quien mi vieja quería entrañablemente, a quien vi cuando cerró sus ojos para siempre en la puerta de mi casa, son navidades negras para el corazón, de esa época de fiestas, festejos, reencuentros y de fantasía, durante las cuales faltan motivos para el goce y sobran razones para la nostalgia, son días largos de noches cortas durante los cuales cada vez que vemos a los demás, bailando y cantando se reverdece nuestro luto en el alma, y en cada invitación, evento o reunión familiar pensamos: “Aquí con nosotros estuviera”, pero ya es imposible porque no todas las veces nuestros planes son iguales a los de Dios.
Inicia un nuevo año y como dice Roberto Calderón en su canción ‘Cabañuelas’: “…estrenando el año, rostros alegres esperanza sueñan”, si es nuestro sueño que la magia de la Navidad y del Año Nuevo haga posible un mundo mejor para todos, donde la gente se alegre por el triunfo de sus semejantes, y no sufra más por el logro del vecino, que se acaben lo odios gratuitos contra sus conciudadanos de quienes no tienen el valor de sacrificarse, pero tampoco tienen el pudor de callarse cuando triunfan los que se sacrifican, que no hayan seres humanos tan perversos que conviertan la necesidad de piedad de nuestros hermanos wayuú en macabros negocios y fuente de enriquecimiento sin causa, renunciando sin temer a la Justicia Divina a la mejor almohada del mundo que es la tranquilidad de consciencia, que no se vuelva a considerar como más importantes y dignos de destacar a los súbitos enriquecidos, sino que se pongan como ejemplo de las nuevas generaciones a los hombres y mujeres honrados e inteligentes que sacan la cara por su terruño, no por indelicadezas ni por ‘vitrineros’, sino por su aporte eficaz para el fortalecimiento de los valores y la prevalencia de lo intelectual sobre el dinero que así se nos presenta muchas veces el mismísimo estiércol del diablo.
Hoy recordamos e invocamos la parte pertinente de la carta de despedida del padre Espejo Daza de su feligresía, cuando por intrigas de sus mismos coterráneos -porque la costumbre de los guajiros de ir a Bogotá a hablar mal de sus paisanos es tan vieja como el azul de pelotica- fue trasladado desde la Catedral de Nuestra Señora de Los Remedios de Riohacha para la ciudad de Ocaña en 1905, dijo entonces el prelado lo siguiente: “Uníos, sepultad en el olvido las pasadas ofensas para que como un solo hombre se preocupen por la felicidad de la patria, santa aspiración de pechos generosos, dedicad al trabajo honrado que ennoblece y pone a salvo de los vicios…” .
Es este el año de las causas nobles, de la defensa de los derechos colectivos y los individuales constitucionales fundamentales, donde se destacan la vida como el más preciado, y para que ella tenga sentido, el derecho a la moralidad administrativa, la defensa del patrimonio público, la transparencia, para que no resulten nugatorios los principios rectores de la administración de justicia y la función pública administrativa que son la eficacia, la celeridad, la imparcialidad y el debido proceso.
El título de nuestra crónica no es de nuestra cosecha, es una parte de la letra de la canción “Diciembre alegre”, de Emiro Zuleta, que está en el LP ‘Lo último en vallenatos’, de Los Hermanos López, con la voz de Jorge Oñate, salió en 1971, lo hice porque para nosotros y quienes han sentido a nuestros muertos ha sido otra Navidad gris…