Se clama desde hace ya largo tiempo que podamos tener un superior bienestar en las ciudades y en los departamentos en todos sus frentes, así como un urgente y amplio diálogo social de cara a las graves alarmas sobre nuestra calidad de vida, especialmente en la población más vulnerable, como son niños, adultos mayores, mujeres y desde luego, los menos favorecidos por la diosa fortuna.
Lo que debe ser de una significación trascendental para los objetivos y propósitos superiores de la colectividad, particularmente para mejorar su apropiación como soportes claves de una mayor participación ciudadana en la definición y seguimiento del gobierno, que se necesita y que conviene al presente y porvenir de la ciudad y el departamento.
Requerimos de acciones socialmente innovadoras con el aporte de todos en ruta a mejorar la calidad de esa participación, hacerla desde la excelencia, y ojalá, lograr una movilización cívica activa hacia una democracia más deliberativa, crítica y reflexiva.
Un diálogo social que consista, agenda en mano, en el tratamiento a fondo de las problemáticas todas que tenemos como ciudad y departamento, buscarle solución definitiva a los mismos, o al menos definir para ellos principio de solución. Ayuda que en ambos escenarios se formulen invitaciones ante la angustia ciudadana y frente a la gravedad de los temas, lo que nos hará avanzar en gobernanza democrática y encontrar entre los gobiernos nacional, departamental, locales, sociedad civil y comunidades más afectadas la mejor y más adecuada solución a los mismos.
Bien sabemos que hay escenarios inmediatos como son las Juntas Administradoras Locales –JAL–, los concejos municipales y las asambleas departamentales, pero también que hay enorme desconfianza sobre la capacidad de dichos organismos para debatir de manera cierta, neutral, asuntos centrales de ciudad y departamento; más, cuando hay evidencias miles ante hechos críticos de calidad de vida y de modelos de gobernanza que muestran una pauperización de la política, siendo aquí donde la capacidad de la movilización ciudadana debe ponerse en situación.
Importa también en esto, la participación de expertos sobre los asuntos más críticos que nos ilustren de manera evidente sobre las graves consecuencias individuales, familiares y sociales de no corregir los aspectos y tendencias negativas de algunos indicadores de la calidad de vida, lo que clama colmar los debates en esos cuerpos colegiados con representantes de la sociedad civil, que los escuchen y a futuro ayuden actuando en consecuencia. Necesario profundizar los debates de localidad, ciudad y departamento desde la evidencia, a fin de no seguir siendo actores pasivos de su porvenir.
Academia, universidad, centros de pensamiento, asociaciones, organizaciones, representantes comunitarios, que han promovido, apoyado e impulsado programas sociales territoriales, deben buscar un papel preeminente en las actuales circunstancias, en el debate desde la ciudadanía, lo que será bien visto por todos y pensaría que los elegidos no serán inferiores a un diálogo con rigor sobre tales particulares, en la certeza que un diálogo social no se puede adelantar excluyendo.
Es de tener igualmente en cuenta que donde se convoque a reflexiones y debates sobre nuestra vida en sociedad pongamos el asunto de los territorios que queremos y debemos construir colectivamente, como prioridad culturalmente contagiosa.
No es cuestión de dónde venimos y dónde estamos, sino hacia dónde deberíamos ir y en eso interesan agendas de esperanza y progreso a las qué concurrir con entusiasmo y confianza para trabajar juntos y positivamente hacia positivos cambios y transformaciones para todos los municipios y departamentos del país, en bien del progreso colectivo.