Le escuché por muchos años a mi abuela que decía cuando éramos poseedores de algo y ese algo era lo que en ocasiones más le faltaba a uno, “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Tengan en cuenta esta expresión por lo siguiente:
La Guajira, un territorio peninsular, a la cual esta condición le da la particularidad geográfica de tener una amplia parte de su territorio con costas, costas que son fronteras y en este caso con el complejo insular más importante de este lado del mundo, las Antillas Mayores y Menores del Caribe, y además, también su conexión con el territorio continental.
Todo esto que ha debido impulsar el desarrollo de nuestro talento humano, portuario, ferroviario, comercial, turístico e industrial, ha sido quizás nuestro mayor tropiezo, porque tenemos la gente, el territorio, las condiciones geográficas y las riquezas renovables y no renovables para ello, y es lo que menos hemos aprovechado, lo que menos hemos tomado como palanca para nuestro desarrollo territorial porque por el abandono estatal, el tipo de actividad comercial que se implementó desde hace siglos y la ausencia de la institucionalidad, lo que ha hecho es colgarnos un karma y un estigma de contrabandistas, territorio facilitador del narcotráfico, “buscadores de ganancias fáciles” y casi de una tierra de nadie sin ley y sin azote.
Entonces eso, la particularidad geográfica y las carencias estatales e institucionales propiciaron, tal como lo refiere el Estudio Socioeconómico que hizo la Cámara de Comercio de La Guajira, “que durante los siglos XIX y XX, La Guajira se desarrolle cercana a la dinámica del intercambio con diversas islas del Caribe y lejana de la nación”.
¿Qué nos ha dejado este deslinde, esta lejanía de la Colombia Continental? Nos ha dejado acefalía estatal y nos ha conducido a la desinstitucionalización física y mental, a la dependencia de nuestro desarrollo de la dinámica de otras regiones del país, a aprender a conformarnos con las migajas del poder, poder que hemos ayudado a construir y que sus manejadores nos han dado la espalda.
Parece que se hubiesen implementado unas garitas por las salidas a la Colombia Continental y parece que el control de las cerraduras lo tuvieran los de aquel lado, y con pesar lo hemos pensado, somos otra Colombia.
Si esa relación intra-país no nos ha dado hasta ahora unefecto gana-gana, debemos entender que a veces las iniciativas no las podemos esperar que vengan todo el tiempo de aquel lado.
Nosotros requerimos abrir con autonomía e identidad esas fronteras que tenemos que nos han puesto barreras y que desafortunadamente hemos ayudado a construir.
Nosotros que tenemos mucho de lo que el resto de Colombia y el Caribe Insular necesita, necesitamos liderar la producción de más comodities (cal, barita, talco, cobre, entre muchos) y la producción agroindustrial y pecuaria para ingresar y traspasar esas fronteras con autoridad y “peso en la cola”.
Nosotros tenemos que ser más asertivos y de todas esas oportunidades que nos ofrecen la Colombia Continental y las Islas del Caribe, debemos apropiarnos para apalancar desarrollo. Nosotros, con tantos puertos, necesitamos la conectividad terrestre con el resto de Colombia lo que demanda vías técnicamente ajustadas para eso, además, tenemos una geografía que permitiría una vía férrea que nos una con el centro del país y probablemente demanda menos costos para superar accidentes geográficos en su trazado.
Tenemos la generación de energías alternativas, la provisión de gas, la producción de sal que están en plena explotación y bien adelantado el montaje de otros renglones. Proyectemos lo que sería la productividad de 16 mil hectáreas irrigadas y produciendo.
Por eso, tendríamos como acercarnos físicamente al resto de Colombia.
Nos falta la vinculación mental y psicológica entendiendo que tenemos ventajas por explotar; intuyendo en la mente y en el alma que no somos inferiores y que así como necesitamos mucho, es más lo que podemos dar para el gran desarrollo del país.
Puede sonar como presuntuoso o dominante pero la realidad es la realidad y por eso tendríamos las mayores ventajas para acercarnos a Colombia como territorio de peso y para que no sigan confundiendo el rezago del desarrollo físico del territorio y de sus posibilidades industriales y comerciales con falta de inteligencia, formación, competencias, creatividad e innovación en su recurso humano.
El nefasto desconocimiento y el aprovechamiento infame que ha hecho la clase dominante del país, no puede ser una agenda para toda la vida. El resto de Colombia nos necesita y nosotros los necesitamos. Por eso ya es tiempo de establecer por siempre una relación de país y de colombianos, todos con las mismas garantías y posibilidades.
Debe liderar este acercamiento la institucionalidad, las entidades descentralizadas, la empresa privada y la clase dirigente: políticos, profesionales, gremios, sindicatos y sociedad civil organizada.