Por Fabrina Acosta
Los casos de violencias o asesinatos contra las niñas y las mujeres, informan de la gravedad que implica la pandemia de las violencias basadas en género; también implica hacer un análisis respecto a que se percibe el cuerpo femenino, como un epicentro de instintos sexuados, cosificándolo y alejándolo de la humanidad y el marco de los derechos.
El cuerpo de la mujer y de las niñas está sujeto a vulneraciones y acciones que lo violentan, que van desde los acosos callejeros hasta las nalgueadas y las masturbaciones que ejercen sobre sus cuerpos en los sitios públicos, e incluso el dominio ejercido por sus parejas en las relaciones sexuales, a las cuales, son sometidas por «pertenecerle», aún sin el deseo o consentimiento de ella como mujer.
Todo esto implica una percepción del cuerpo de las mujeres como generador erótico vulnerable a violencias; ejemplo de ello es que se escuchan afirmaciones como «la violaron por mostrona» o «es una provocadora», entre muchas otras, las cuales se fundamentan en imaginarios sociales y en las que se justifica que se ejerza violencia sobre los cuerpos de las mujeres, cosificándolas y negándoles su condición humana.
Al respecto es importante hacer referencia a Jiménez, M (2013) quien afirma que: “La construcción social del cuerpo y de los órganos sexuales se ha sustentado en la naturalización de las diferencias entre el cuerpo femenino y masculino; se ha hecho una construcción arbitraria de lo «biológico», legitimando unas relaciones de dominación en las que el hombre ocupa la posición de dominio. Las reglas del género se inscriben sobre los cuerpos, normalizan, corrigen los excesos y los faltantes. Los llamados al orden del género corresponden a esa corrección, ya que produce una división sacralizante y una disciplina constante en lo cotidiano”. (p. 47)
Diariamente las noticias de violencias contra las mujeres y las niñas, impactan nuestras vidas; la situación es delicada, las mujeres están siendo asesinadas, según el Observatorio de Feminicidios de Colombia, con corte al mes de mayo, son 188 feminicidios en el país; esta realidad no debe generar solo impactos mediáticos en redes sociales o en las noticias, sino compromisos contundentes que erradiquen la violencia estructural y sistemática en contra de las niñas y las mujeres.
De este modo, una sola niña o mujer asesinada debe representar una estadística desbordada, pues cada caso es radiografía de lo crítica (delicada) que está la situación de las violencias contra las mujeres y de manera más profunda contra las niñas.
Es importante referir que según el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses que entre 2015 a 2017, 356 niñas y adolescentes fueron asesinadas en Colombia. En el mismo periodo la Fiscalía abrió 64 procesos por feminicidio contra menores de edad.
Es de resaltar que solo el 18% de los asesinatos de niñas fueron o están siendo judicializados como delitos de género. De ellos, el 64% no ha llegado a la ejecución de penas (41 procesos) y solo 7 indiciados están en averiguación, según datos de la Fiscalía. Asimismo, según Medicina Legal, entre 2015 y 2017 al menos 119 niñas fueron asesinadas dentro de su vivienda.
En Colombia, según cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal, entre enero y abril de este año han sido abusadas sexualmente 6.085 niñas menores de edad y han sido asesinadas otras 33. Esto quiere decir que en Colombia cada día violan a 55 niñas, mientras que cada 3,3 días una es asesinada.