Genio y figura, hasta la sepultura: ¡ambúa!
Sí, ambúa, porque este cuento ya está mandado a recoger.
Más bien digamos que es válido poner en práctica las virtudes y dones con que fuimos bendecidos al nacer, es nuestro menester cuidarlos y/o multiplicarlos; los defectos ‘NO’, una y mil veces no.
Ajá y entonces ¿cuál es la gracia? ¿Para qué somos humanos, si no somos capaces de evolucionar y crecer?
Si estos conceptos no nos son claros y nos aferramos a los ‘yo soy así’, persistimos en una necia obstinación, que nos acerca más a un mulo que a una persona.
Para los católicos, estos 40 días de Cuaresma es el tiempo oportuno de reflexión y cambio. Tiempo de flexibilidad que nos permite la posibilidad de reconcilio y perdón, cambiar.
No solo perdonar a los demás, también a nosotros mismos y cerrar esas heridas que nos mortifican, detener esa flagelación constante y ponerle curitas a ese corazón partido, por la culpa y el remordimiento inútil, cuando ya lo que fue, fue.
Al paso con la Cuaresma, podríamos detener este mundo loco, por un instante, revisarnos frente al espejo, mirándonos a los ojos, reconociendo y penetrando en nuestros lados oscuros de defectos y fallas.
Me asombra la claridad y rapidez con que se mira el desorden ajeno y se desconoce el reguero interior.
La Cuaresma nos permite abandonar esa criticadera y gastar esa energía en la autoconstrucción de un mejor ser humano. La vaina es ‘yo con yo’, sin mirar pa’ los lados, más bien al centro y pa’ dentro, como un trago de ron, antes de consumirlo.
Hoy es viernes de Cuaresma y a la fija que ‘El Tambo’, estará a reventar, pues todos querrán su pescado fresco y allí lo encuentran casi que vivito y coleando.
Y yo me pregunto: ¿qué tal si a la posta de pargo frito, a la sierra en escabeche o a la sopa de bagre le sumamos un par de buenas acciones? Esto sí que sería un Viernes Santo, como Dios manda.
No basta con no comer carne si con esa lengua viperina se devora al prójimo.
Las buenas acciones están allí, a la vuelta de la esquina, esperando el paisano, ‘buen samaritano’ que esté dispuesto a ejecutarlas.
Sin irnos tan lejos, allí no más, al ladito, está un compadre o un primo hermano, necesitando una ayuda, un consejo o un abrazo, saberlo escuchar y limpiar una lágrima, visitar un enfermo, matar el hambre a quien amaneció sin presa y sin bastimento o tres moneditas pa’ el colectivo de quien anda a pie y con los bolsillos vacíos.
Y ya se está avecinando el Domingo de Ramos, pero como nunca es tarde, podemos comenzar ya mismito, en el acto.
Apenas termines de leer esta columna, mira para el lado y busca qué hacer y cuando tus ojos se topen con el primer humano que se te atraviese por el camino, sonríele, con cariño y amabilidad, por algo se empieza y nunca es tarde para salir de esta Cuaresma siendo unas mejores personas.