La corrupción sin lugar a duda es el peor mal de la humanidad, con la cual nos toca sobrevivir y sufrir, secuelas de por vida. No creo que existan personas, no contagiadas de corrupción, aun cuando hayan sido asintomática, es decir, pasiva o silenciosa, por miedo o agradecimiento en ignorancia a la utilización para mitigar necesidades.
Todos estamos contagiados de corrupción por acción u omisión. Es la costumbre, cultura o “modus vivendis”. Rechazarla de manera tajante y radical es aislarse del mundo social que vivimos.
La corrupción tiene diferentes, formas y modos de aplicar y operar que aparentan ser normales e inofensivas, pero que en el fondo resultan nocivas. Este comportamiento no ha sido nada nuevo. Parte desde la prehistoria, transformándolo gradualmente, en esclavitud, feudalismo, socialismo, comunismo y por último capitalismo. Ninguno de los citados modelos, político-económico-social están exceptuados en practicas de corrupción, aun cuando en la China y otras naciones asiáticas la castiguen con pena de muerte.
La corrupción es un virus invisible como el diablo que contamina, infecta, mancha, corroe y destruye lo que se atraviese sin consideraciones ni contemplaciones. No hay forma de protegerse del terrible mal porque no genera malestar al contagiado beneficiado, más bien produce emoción y alegría elevando el ego para disfrutar de goces, comodidades y placeres, derrochando vanidades, lujos y caprichos. Nadie surge en escalamiento de estratos social, sin estar embarrado de corrupción, aun cuando muchos hipócritamente la nieguen. Las riquezas en término particular no son gratuitas ni nos caen como lluvias del cielo, están contaminadas en acciones de corrupción, tales como privilegios, exclusividades, engaños, manipulaciones, trampas, especulaciones, falsedades, competencias desleales, defraudaciones, apropiaciones ilícitas, etc. La corrupción genera todos los males habidos y por haber. Transforma a seres humano rebasando los límites de igualdad diferenciando personas de primeras, segunda, terceras y demás categorías en el círculo de ilusiones fantásticas, románticas y melodiosas. Servilismo, egoísmo, envidias, prostitución, narcotráfico, juegos de azares, contrabando, evasiones, entre otros, que surgen en el hábito de referenciadas prácticas degenerativo e inmoral.
La ONU, que abarca todas las naciones del mundo, muy poco le ha importado focalizar y erradicar el fenómeno de corrupción, por no afectar ni contrariar criterios perversos de gobernantes y mandatarios que financian el funcionamiento con aportes económicos a la Organización de Naciones Unidas, para privilegiarse derechos y objeciones, validando y tolerando abusos y hasta barbaridades, fundamentándose en intimidaciones, sumisiones, bloqueos económicos, respaldándose en cuerpos armados e industria militar. De manera superficial, algunos gobernantes han querido frenar la corrupción pero no le han sido posibles por diferentes factores y enraizamiento que la sostiene, con tentáculos similares al pulpo y los picos parecidos a la pandemia de coronavirus.
¿Por qué así como se han apersonado en el negocio de vacuna, contra el Covid-19, no han fabricado una vacuna, para inmunizarnos del mal (corrupción), garantizando moralidad? Mientras perdure la corrupción, no cesarán conflictos armados, internos y externos, pobrezas, miseria, violencia, ni descomposiciones sociales.
El remedio de la corrupción está en la formación educativa en hogares y colegios para generar conciencia colectiva positiva de las personas. Pero lo grave, ni siquiera se enseñan principios, éticos ni morales en escuelas, colegios ni universidades para que se transformen nuevos pensamientos políticos descontaminados, que transcienda en prácticas sociales. La transparencia a que muchas veces hacen referencia es sofisma de distracción, al igual que promesas y anuncios de cambios que especulan y pregonan, candidatos en campañas políticas electorales.
Las instituciones son víctimas de la corrupción de servidores públicos, que la ocupan y representan. ¿Estar comprometidos en corrupciones, poderes públicos y autoridades de que garantías podemos gozar? De ahí que se originen inconformismos y reacciones de protestas populares, pacíficas algunas, vándalas y violentas otras que se enfrentan a la policía, con resultados deprimentes, alarmantes y funestos por acciones violentas. Las autoridades policivas protegen y favorecen a los corruptos antes que atender y resolver necesidades vitales al pueblo, desprotegido y enardecido por desigualdades e injusticias. Oprimir, reprimir, acosar y castigar a quienes protestan inconformismo no es la solución.
Donde existan conflictos de intereses predomina la corrupción, el pan de cada día. ¿Se podría creer en políticos y servidores públicos contaminados y comprometidos en corrupción: contrataciones, burocracias, mermeladas, cupos o cuotas, etc.? ¿Renunciarían estos, aceptar la aplicación de corrupción en beneficios a su favor? ¿Se irían en contra de ella?
Los corruptos también protestan públicamente, denunciando y señalando cuando no tienen poder y están en oposición. Necesitamos vacuna que nos moralice.