Que la juventud debe ser eterna puede discutirse, pero necesaria, eso sí está fuera de duda. Al día de hoy esto debe lamentarlo Iván Duque que como presidente cerrero de Colombia y su ubérrimo mentor desestimaron los trinos, quejas y marchas de la muchachada. De tal magnitud fue la impulsividad bien dirigida de este segmento de la población colombiana que la derecha política se quedó sin argumentos para descalificarlos, y ni el manido castrochavismo fue esgrimido como acusación, como tampoco a Gustavo Petro lo han culpado en este escenario de rebeldía. Hasta Nicolás Maduro fue dejado de lado. Así de redonda y rotunda ha sido la derrota para el binomio del mal Álvaro Uribe-Iván Duque por parte de los jóvenes. Los desmanes indeseables que han acompañado las jornadas de rechazo al gobierno son efectos de la descomposición social del país y nunca la razón de ser de las protestas. Asimismo, el vandalismo hace parte de un intento de deslegitimar el hastío de la gente.
De contera queda claro que los tiempos que se viven son distintos a los del diario El Tiempo cuando este dictaba cómo debía ser la opinión de los colombianos, para no citar al decrépito hebdomadario Semana que ya no es ni fu ni fa, al punto que su cumbre literaria y política es doña Vicky Dávila, cuyas lecturas no habrán ido más allá de consultar el horóscopo para saber a quién adular cada día. Ni Luis Carlos Sarmiento o Gabriel Gilinski se hallan en condiciones de formar opinión y solo son ahora medios para desinformar. En las actuales movilizaciones sociales su capacidad de disuasión se redujo al mínimo. Lo mismo puede predicarse de los noticiosos televisivos y radiales con cuñado presidencial a bordo, inclusive. En conjunto, han sido un cero a la izquierda. La moderna biblioteca de Alejandría que es internet les ha borrado casi por completo sobre lo que cada quien debe, necesita o quiere saber.
Para comprender por qué los jóvenes hicieron recular a Iván Duque resulta interesante recordar que a finales del milenio pasado la televisora SKY reunió un panel de eruditos para escoger el personaje de esos mil años, siendo elegido Martín Lutero. La razón fue que este clérigo le arrebató el monopolio de la información a la iglesia católica, en especial al Papa. El cura teutón se reveló contra los excesos de Roma y sus desvergüenzas. Mientras Lutero se limitó a sermonearlos, fue tratado como un abate borracho sin nada que hacer. Otra cosa fue cuando en un acto de clarividencia tradujo la Biblia al alemán y la hizo imprimir en la reciente herramienta de tipos móviles de Johannes Gutenberg. Los interesados en conocer el libro básico del cristianismo pudieron leerlo en su propia lengua y no obligadamente en latín.
En estos tiempos la imprenta de tipos móviles es emulada por los medios electrónicos, sobre los que si bien se han tratado de imponer restricciones a la libre expresión, cualquiera obtiene con ellos la información que le interesa sin intermediarios ni intérpretes sórdidos. Publicaciones sesudas o frívolas y ante todo noticias están a disposición de afinidades variopintas. La actual ola de pesquisas semeja a lo que visionó y dispuso el rey Ptolomeo Sóter (lugarteniente de Alejandro de Macedonia) con la biblioteca de Alejandría. La idea era buscar el conocimiento donde este se hallare, incluidos los manuscritos de los barcos surtos en su puerto. Sin abogar por el reemplazo de la educación bajo supervisión de profesores hoy la juventud dispone de sus propias fuentes para ilustrarse. Por eso le importó un comino que una magistrada en un frenesí de obsecuencia gobiernista prevaricara y violara la Constitución Política al prohibir las manifestaciones públicas. La juventud se tomó en serio lo de encontrar su propio camino.