Resulta paradójico que Colombia, siendo uno de los países más diversos en cultura, etnias, flora y fauna también sea uno de los más racistas. Padecemos todas las fobias discriminatorias (gordofobia, homofobia, xenofobia) y de ahí pa’ lante todo lo que se nos ocurra.
Para mí es increíble aceptar que haya personas que afirmen cosas como: “Ahora nos invadieron los negros y negras de África”. Cuando nos ven con nuestros atuendos étnicos algunos preguntan “¿Por qué estás disfrazada de hippie o vas a hacer una obra de teatro?”, negando que nuestro origen es afro e indígena. Nadie en Colombia por más piel rosadita o amarilla, puede aislarse de un origen que no se diluye con racismo, que recorre nuestras arterias, nuestra historia y todo nuestro ser. Somos eso y nos queda bastante ridículo ser racistas, creer que somos una raza pura que está por encima de lo que por humillar llaman aborígenes.
De las cosas insólitas que pasan es que algunos vean a las personas negras como un bicho raro. Sabiamente ‘Chimamanda’ entró a su charla llamando la atención a los racistas que desconocen la historia y la realidad que, para insultar a personas afro como la actual vicepresidenta de Colombia, le dicen cosas que no aplican solo por los estereotipos que existen respecto a los países africanos, eso me hizo pensar en los momentos donde digo con orgullo ancestral –Soy guajira– y me dicen: “Ah, eres de la tierra donde los niños y las niñas se mueren de hambre”; y siempre digo, somos más que eso y activo mi pasión identitaria con argumentos de sobra para explicar toda la riqueza de mi tierra. Así lo hizo ‘Chimamanda’. Debió darnos una clase de su continente para que los necios o necias racistas y de paso ignorantes culturales y geopolíticos entendieran que a África no se va exclusivamente a hacer ‘safari’.
‘Chimamanda’ me llevó a viajar por recuerdos que me hacen reafirmar porqué soy una feminista étnica y eternamente orgullosa de mis raíces afro indígenas y a reflexionar sobre el poder que tiene el racismo para cegar a las personas, por ejemplo, siempre me he cuestionado: No tiene sentido conmemorar una fecha reivindicadora y pedagógica con actos racistas y negativistas en sí mismos. ¿Por qué en La Guajira conmemoran el Día de la Afrocolombianidad ‘disfrazados’ de palenqueros o pacíficos cuando también somos territorio afro? No tiene sentido conmemorar una fecha reivindicadora y pedagógica con actos racistas y negativistas en sí mismos.
La Filbo con la fuerza de organizaciones y lideresas defensoras de la pluralidad cultural ha dado un salto poderoso al tener una agenda étnica diaria con derroche de voces académicas, sociales, culturales y de fuerza ancestral que inevitablemente nos ubica en un status de reflexiones, cuestionamientos y activación de consciencias; al final no somos tan ‘santos/santas’ que no seamos del todo antirracistas, esa es la verdad, siempre se nos salen esas esquirlas de estupidez e ignorancia y lo digo así de duro porque no encuentro otra nominación más explícita, con tremenda Constitución de 1991 y con todo lo que nos rodea, es inaudito seguir siendo discriminatorios y excluyentes; esa sumatoria da como resultado incoherencia, al final discriminamos nuestra propia historia, es decir, a nosotras mismas.
‘Chimamanda’, incluida en la agenda étnica fue un total acierto, nos sedujo con su narrativa disruptiva y sutil, con su elegante elocuencia, propia de las diosas negras, sin atropellar a nadie dejó claro que estamos mal y seguiremos mal mientras el racismo, el machismo, la misoginia sigan siendo estructurales en nuestra sociedad.
Remato diciendo que estoy cada vez más convencida de que el camino escogido de ser feminista, escritora y antirracista me hace una incansable tejedora de sueños y rendirse no está ni estará en los planes, por ello también celebro que además de la agenda étnica de calidad que tiene la Filbo hayan preparado una clausura poderosa con mujeres que gracias a la vida hacen parte de mis aprendizajes y las puedo llamar aliadas, ellas son mi paisana, la gran Iris Curvelo, mujer wayuu, cantante de vallenato y defensora de su lengua nativa, el wayunaiki; Ana Copete, una gestora cultural con esencia ancestral de poder inagotable, directora del Festival Petronio; y la maestra María Isabel Mena, a quien he leído y escuchado por años con sus grandes aportes.
Algo está pasando y no quedan dudas de que transitamos hacia una Colombia antirracista, feminista, humanizada y poderosa, en ello las mujeres tenemos un protagonismo que nadie apagará.