“Como tú eres más sano que yo, posiblemente yo muera primero, si eso sucede vas al cementerio y con tus notas me dices adiós”.
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘A un Colega’ que le hizo ‘Emilianito’ Zuleta a ‘Colacho’ Mendoza, y fue incluida en el LP ‘Volumen 15’ que salió en abril de 1981, hemos recordado esa canción, porque Dios se ha llevado con gozo y para que le toque y le cante ahora a él a un hombre que fue testigo y protagonista en lo que se tiene hoy como patrimonio inmaterial de la humanidad, la música vallenata.
Ha partido para siempre a cumplir su cita con el altísimo, ‘El Décimo’, José María ‘Chema’ Ramos, un hombre de toque altivo y brioso y de procederes personales discretos y humildes, después de haber derrotado en tarima a sus enconados contendores en 1977, entre ellos, el gran Ramon Vargas y Alberto Muegues cuando se coronó Rey Vallenato, y de haber forjado con sus manos una generación de muchachos útiles para la continuidad del vallenato tradicional, perdió ese buen conversador y mejor músico su batalla contra una enfermedad que le afectaba su feliz existencia desde hacía varios años.
De ‘Chema’ recuerdo muy especialmente dos situaciones diametralmente distintas en las cuales fue siempre el su protagonista, lo primero sucedió, en 1993 cuando Amylkar, mi hermano, le ayudó en la gestión de un empleo, se desempeñaba como Guarda de Rentas en un puesto de control situado en frente de la finca ‘Ojo E Caro’ del tío Fabián Fragoso en cercanías de ‘Chivo Feliz’ en la vía Cuestecita- Hatonuevo, sucedió que me desplazaba de viaje para el municipio de Fonseca y pude darme cuenta de la presencia de un grupo grande de personas muy cerca del sitio donde realizaban las actividades de control de contrabando de licores y cigarrillos, ‘Chema’ y otros señores, y a pesar que la curiosidad es mala consejera, me detuve para enterarme que sucedía, allí me enteré que un bus de la empresa Coopetran detuvo su marcha y el ayudante le abrió la bodega ubicada en uno de sus costados para que ‘El Décimo’ revisara la mercancía que trasportaba, y sucedió, que apenas él comenzó a mirar en su interior, el ayudante corriendo se subió, y el bus arrancó, casi se le lleva la cabeza, este reaccionó de inmediato, y disparó un proyectil con la escopeta de dotación y le estalló una llanta al bus, aquel tuvo que parar y se armó cipote lío, menos mal con un final feliz, todos los presentes nos reíamos porque los cachacos creían que eran más vivos que ‘Chema’ y se equivocaron.
Tampoco puedo olvidar una amena parranda que compartimos una noche con el hoy difunto en la casa de nuestro común amigo, urumitero como él, Aurelio Molina, en el barrio Sicarare de Valledupar, aquella vez nos regaló todo un concierto de notas, una excelsa exhibición de sus más escondidos arpegios, y manifestó sentirse orgulloso porque la gente decía que su nota era similar a la de ‘Emilianito’ Zuleta, a quien admiraba fervorosamente, de él recibí muchas veces en la ciudad de los Santos Reyes muchos consejos y me enseñó algunos secretos del arrugado instrumento.
Se están marchando sin tiquete de retorno todos aquellos que abrieron la trocha y la dejaron pavimentada para que transitaran las generaciones de relevo, lástima grande porque esa gente no tiene reemplazo a la vista, la mayoría de los acordeoneros jóvenes andan más pendientes de copiar brincaderas de otros géneros musicales que de crear melodías auténticamente vallenatas para que no muera la música más bella de Colombia,
Sin duda, debió irse el rey urumitero de la nota picada satisfecho con su obra, que cerró con broche de oro, con ‘El Vallenato’, con el canto inmejorable de Iván Villazón, tienen sus hijos una gran responsabilidad, dar continuidad a la obra imperecedera construida con la magia de sus dedos y la habilidad en el rebusque de su padre.
Paz en la tumba de ‘El Décimo’, que hizo gala de una nota limpia, corta, pero briosa, ¡melodiosa y de primera!