A mediados del siglo pasado, fue una frase muy famosa y diciente del dirigente liberal Darío Echandía, cuando se refería en plena guerra fría a los dos bloques que surgieron en el mundo después de la segunda guerra mundial; el bloque capitalista liderado por Estados Unidos, el gran ganador de dicha guerra y el bloque comunista encabezado por la Unión Soviética.
Las naciones tercermundistas se peleaban no por su libertad nacional política y económica; con unos partidos o corrientes políticas con un horizonte claro con una visión de proyectos de naciones y un sistema productivo eficiente, competitivo, sostenible, no solo en el mercado nacional, sino también a nivel internacional; generador de riquezas y empleos para elevar el nivel de bienestar en la calidad de vida de sus ciudadanos, para que la mayoría hoy hicieran parte de una clase media fuerte y consolidadas, conviviendo en ciudades y poblaciones con unos optimizados servicios de salud, educación y saneamiento básico; generadores de desarrollo, de progreso, bienestar hacia sus ciudadanos; esa no era y no es la lucha, la lucha era quien estaba con los Estados Unidos o quien estaba con la Unión Soviética; esa era la verdadera realidad, más que si era capitalista o comunista, porque en el fondo eran los mismos; los caudillos y la adoración o culto de su personalidad, fueran capitalista o comunista, todavía vivimos bajo ese pensamiento anacrónico de herencia política, que es la base de nuestra cultura política.
Hoy en La Guajira vivimos ese mismo sistema de pensamiento político: yo soy de y tú eres de, es decir, del líder o caudillo político y la misma cosa; esa es la razón principal de esta situación que hoy estamos viviendo, una administración departamental desestabilizada por la cantidad de gobernadores en tan poco tiempo, evitando la consolidación o continuidad de una gestión en ejercicio; en estos momentos no hay un horizonte, una luz al final del túnel; solo se está quedando en el principio, en el comienzo; una lucha de poder, más que el bienestar de un pueblo sufrido, muchas veces indolente con su padecimiento, marcado por su indiferencia hacia su porvenir, que no le exigen a sus dirigentes sus causas de ser institucionalizadas, que solo son unos espectadores que no visionan su futuro, porque las decisiones institucionales que tomen aquellos que están al frente de su Departamento es su futuro.
Es hora de exigirle una paz institucional que brinde estabilidad gubernamental a nuestra dirigencia política, porque si no se seguirá de cambio en cambio, de tropiezo en tropiezo y viviendo en una incertidumbre gubernamental.
Es hora que no veamos solo al caudillo o al líder, es hora que veamos nuestro futuro; tenemos que tener algo bien claro: nosotros decidimos nuestro desarrollo, progreso y bienestar; nadie más.