Nos estamos acostumbrando a una cultura inconveniente, originada por causas de inconformismos e incumplimientos de compromisos, deberes y obligaciones de mandatarios y servidores públicos, coadyuvadas con desatenciones, apatías, abandono e indiferencias por motivos de corrupción de quienes deben resolver situaciones emergentes y apremiantes, previniendo reacciones desbordadas y violentas que generan daños y perjuicios.
Bloquear y taponar las vías rurales y urbanas no debe constituirse en alternativa para presionar exigencias, aun cuando el Estado nos impulse a esas circunstancias por falta de soluciones en los problemas. Pero también se debe reflexionar y comprender que los hechos atentan contra la libertad de movilización perjudicando a muchas personas y empresas que ejercen actividades Industriales, administrativas, comerciales y de servicios.
Algunas autoridades y Gobierno utilizan la fuerza represora para contrarrestar y despejar bloqueos implementados por vías de hecho, cuando lo lógico es utilizar y agotar el diálogo y buscar las formas de resolver impases y diferencias de la mejor forma posible.
Los bloqueos de carreteras en Colombia atentan con la seguridad alimenticia ponen en peligro la vida de personas transportadas en ambulancias, encarecen el costo de la canasta familiar disparando inflación y generando pérdidas de las que nadie responde. Es inaceptable seguir las costumbres indeseables de taponar vías, las cuales originan incertidumbres obstruyendo acciones y operaciones que no sirven para subir, sino para descender y hundirnos en el abismo.
Todos los días registran noticias de parálisis en diferentes lugares del territorio nacional utilizando paros y protestas para cerrar vías sin medir las consecuencias de los perjuicios que causan a los transportadores de cargas, que transitan y circulan por vías nacional. De igual forma a quienes laboran y se movilizan en servicios particular y colectivo de pasajeros.
Es necesario erradicar esas prácticas concientizando a quienes participan de ella y judicializando a quienes persisten en promoverlas y extenderlas de manera indefinida por caprichos o negocios. De lo contrario, seguiremos sometidos a los abusos que deben rechazar los mandatarios locales de manera inmediata, restableciendo derechos, despejando las vías para acabar con bloqueos.
Si aceptamos por miedo, chantajesde promotores y lideres que dirigen y mantienen durante días y noches bloqueos, hasta cuando complazcan sus pretensiones, estamos jodidos, perdiendo el estado de derecho.
El hecho de que el presidente Gustavo Petro haya sido tolerante previniendo el uso de fuerzas antidisturbios, reconociendo el derecho a las protestas por haber participado constantemente de ellas, no debe ser óbice para que estas se repitan de manera constantes y extensas bajo presiones, perjudicando a quienes nada tienen que ver con ellas.
Se requiera poner límites al término de duración de bloqueos, previniendo daños directos, indirectos y colaterales que deben ser protegidos por los gobernantes de turno, antes que dejar al arbitrio voluntario o compensado a gestores y promotores, habituados a paralizar abusivamente vías públicas.
El departamento de La Guajira no aguanta más paros, brotan repudios por todas partes, concluyendo que los protestantes no cuentan con apoyo popular porque alteran la paciencia de quienes resultan afectados.
Es pertinente evitar enfrentamientos y choques de quienes amenazan y desafían despejar bloqueos, también por vías de hechos que podrían terminar en tragedias.
Los indígenas wayuú no deben continuar con esas prácticas de manera rutinaria, sin previamente agotar mecanismos formales a través de sus líderes que los representan para frenar confrontaciones por causas de contradicciones que no terminarían bien, constituyéndose en cadenas de crisis por intereses de quienes se envician en buscar soluciones con presiones indebidas y extremas, conllevando pérdidas económicas, inmensurables e irrecuperables.
Es anormal jugar y abusar con la paciencia de las personas, hastiadas de los constantes paros en vías públicas, que pueden salirse con la suya cuando las protestas carecen de respaldo popular, fomentadas por intereses particulares de quienes la lideran, eternizándolo sin importar lo que ocurra e ignorar responsabilidades.
Si los problemas y necesidades reclaman soluciones a través de bloqueos vamos a terminar en situaciones caóticas por tener que soportar violaciones del derecho de libertad de algunos inconformes.
La Guajira es el territorio de Colombia que registra el primer lugar en mayores bloqueos y cierre de vías, fama que generan más daños que beneficios. Cuando estamos constituidos en un potencial turístico, atrofiamos y matamos la oportunidad propicia para el progreso departamental si seguimos al ritmo de paros.