«Mis abuelos quedaron allá, y mis amigos que no se me han muerto, recuerdos de mi pueblo me causan sentimiento, y el alma por dentro se me pone a llorar».
En esta mañanita cuando la nostalgia me embriaga, vino con todos los recuerdos que me abruman el aparte transcrito, que corresponde a la canción titulada ‘Recuerdos de mi pueblo’ de la autoría de Camilo Namen, grabada por Poncho Zuleta y Colacho Mendoza, vino en el Álbum titulado ‘Una voz y un acordeón’ que salió el 31 de marzo de 1975.
Cuando abrí mis ojos, escuché a los lejos el canto emblemático, retador y anunciador de un gallo que nos hace saber que recién nos amaneció un nuevo día, y vino de inmediato a mi mente Babo mi abuelo sabedor, pragmático y experto en soluciones alternativas de conflictos, se está cumpliendo un nuevo año desde aquel día cuando el corazón de mi vieja quedo enlutado para siempre.
Desde cuando cortaron mi ombligo, la presencia del abuelo en mi casa fue permanente, divertida e infaltable, eran tres visitas por día, la última desde las primeras noches hasta cuando se iba a acostar, en el salón que había en frente de la casa donde nací, cada noche se llenaba, allí llegaban todos los viejos del pueblo a conversar con él y con mi padre, él hablaba de los malos tiempos, de sus rastrojos y de las cosechas, y Papá les hablaba del gobierno y de política, los muchachos solíamos sentarnos alrededor del buen abuelo para escuchar sus cuentos, anécdotas, historias y relatos, era un gran conversador, de todo sabía y su memoria era prodigiosa.
En la familia Eduardo Medina –Babo– fue líder, orientador y guía, era a quien le ponían las quejas por el mal comportamiento de adultos y de muchachos por su habilidad para encontrar fórmulas de entendimiento, por su credibilidad y tacto para corregir, era una autoridad, con su presencia y su palabra que valía oro, virtuoso para el trabajo del campo y generoso ante el dolor ajeno, por eso asumía la manutención, la crianza y formación de todos los huérfanos que quedaban en la familia, cultivaba plantas de pancoger para regalar en el pueblo, nunca le vendió una yuca o un guineo a nadie, por eso no olvido cuando hizo un cultivo grande de patillas, y cuando ya estaban para recoger, autorizó que toda la gente que quisiera comer fueran a su rosería para que tomaran las que quisieran, muchos lo recuerdan otros no, porque la memoria es desagradecida.
Para su visita al medio día y para la noche mi vieja le guardaba una Cerveza Águila pescuezo largo en cuya etiqueta azul decía “Sin igual y siempre igual”, ese era un ritual, y los pelaos, estábamos pendientes porque siempre dejaba un poquito, nos peleábamos por llevar la botella para adentro con tal de tomarnos ese chorrito a escondidas, era aquel tiempo cuando los hijos sentíamos temor al fuerte regaño de los padres, la vaina cambio para mal, ahora son los padres quienes le tiemblan a los hijos.
Una vez se encontraba con su compadre Chapín Galván en mi casa, y se estaban tomando unas cervecitas, ya en el suelo a su alrededor, había como treinta botellas vacías, cuando el abuelo me llamo y me dijo “Ingeniero recoja esas botellas y llévelas para adentro porque después van a pensar que estamos bebiendo”, tampoco se borra de mi mente una vez que hizo un negocio de una vaca con un señor a quien le decían “Pecho e piedra”, yo estaba allí cuando después de muchas peripecias lograron subir el semoviente a la carrocería forrada con tubos de hierro por todas partes, y cuando cerraron la compuerta, el comprador que permanecía todo el tiempo con un portafolios en el sobaco pero no lo abría, le dijo a mi abuelo, “Bueno quedamos así”, este ripostó de inmediato, “¿Quedamos así como?” aquel le respondió que llevaría la vaca a Maicao y al día siguiente le traía el dinero, el viejo no aceptó, le ordenó “Bájeme mi Vaca de ese Carabanchel, yo no puse ninguna tablilla diciendo fío una vaca, yo dije que vendía la vaca, el fiao no es venta porque se pierde el articulo y el cliente”, tuvo el tipo que bajar la vaca, no hubo negocio, y dio más lidia bajarla que subirla, el cachaco comprador estaba colorao, por la rabia y el doble esfuerzo para una negociación frustrada.
Sus dichos ninguno de sus nietos los olvida, predicaba con el ejemplo, y siempre nos decía que nunca fuéramos necios de nadie, que él le soportaba a otro hombre que lo insultara y le dijera lo que quisiera, pero si le decía necio o Hijo e’ puta tenían que matarse, decía que no había nada más peligroso que la gente sin oficio, porque “A quien no tiene oficio el diablo siempre se lo pone”.
Cada 30 de septiembre recordamos a ese ser maravilloso, analfabeta pero inteligente y educado, aquel día cuando le repitió y se lo llevó un accidente cerebrovascular, mi casa quedó entristecida por mucho tiempo, Mamá autorizó encender el televisor cinco años después, y su Radio grande marca Crown de color verde en el cual escuchaba las noticias por Radio Libertad de Barranquilla y Radio Almirante de Riohacha se silencio definitivamente, se cerraron sus ojos para siempre veintiún año después, y no la pude convencer que se colocara un traje de color distinto del negro o el gris, su alma quedó perennemente enlutada, ella lo amo entrañablemente, ya están juntos nuevamente, allá donde el dolor no existe y recibiendo con gozo a los tíos, tías, nuestras primas, primos y hermanas que igual que el compartieron el camino misterioso de la muerte y permanecen con la esperanza de la resurrección.
Ya nada es igual, hoy en día hay mucha gente mala, algunos que sin saber cómo fuimos criados, y sin preguntar qué hemos hecho por nuestra tierra hablan mal de uno, el escenario es difícil por la presencia de personas que como decía Gandhi, hacen cosas malas ante el silencio de la gente buena, las consideraciones en el pueblo se perdieron, y duele reconocer que en la actual inversión de valores no hay peor enemigo gratuito para quienes sacamos la cara por el pueblo que aquellos que mucho recibieron de nuestros viejos.