Nos acostumbramos a la rutina de la vida que no nos damos cuenta de la realidad circundante para advertir el peligro. Nos pasa como a los cerdos salvajes que van todos los días a comer maíz al mismo sitio, ellos no intuyen el peligro de quedar atrapados en un cercado que el cazador va construyendo a su alrededor; el primer día tira una parte de la cerca, al segundo levanta otro costado, y así hasta el cuarto día cuando termina la cerca y los animales quedan encerrados. Los humanos somos parecidos: animales de costumbre.
Tanto nos acostumbramos a convivir con el Covid que ya no vemos el peligro latente, y que nos importa cuántas personas murieron ayer y cuántas morirán hoy.
En los últimos días el número de muertes diarias por Covid no baja de 200, pero eso no parece preocuparle a nadie, ningún asombro produce, se volvió normal la muerte de tantas personas que no es noticia en los medios. La gente anda en otro cuento, preocupada más por la derrota de la Selección y sufriendo por no ir al Mundial, sacando cuentas de cómo vamos a clasificar si ganamos el próximo partido, especulando con la alineación que pondrá Mr. Rueda; y el profe ‘Dios’ Antonio Vélez haciendo análisis sesudos de por qué no metemos goles, que si llaman a ‘Teo’, que el ‘Tino’ dijo, que el ‘Pibe’ opina (todo bien, todo bien); que no hay carnavales de Barranquilla, que una válida de Fórmula 1 se correrá en esa ciudad, que Silvestre aflojó los pistones y bla, bla.
La política y la farándula son otra diversión. Estamos a la expectativa de quien ganará en la coalición de la experiencia, o en la de la esperanza, que el infiltrado de Uribe es el ingeniero Rodolfo, y Char el de Santos, los candidatos al Congreso andan repartiendo abrazos y sonrisas fingidos, el crimen de Mauricio Leal -estilista de las celebridades- da para pensar de todo, los realitis de televisión emboban a la gente, la actriz porno Esperanza Gómez cuenta sus estadísticas peneales, el “me ericé” de Amparito Grisales, el show del padre Linero “tú sabes”, el cura Hoyos mandando a comer “mondá” a to´el mundo, Aidita Merlano enseñando su nueva técnica del 69, en fin, tantas payasadas que vemos en el circo Locombia donde una turca hizo desaparecer $70 mil millones como por arte de magia y no pasó nada, se perdieron, mientras el lobo feroz acecha, cual cazador, y muchos no lo ven, y cómo, si viste de oveja y calza Ferragamo.
Esa tradición vernácula, folclórica y de relajo de una parte del pueblo colombiano contrasta con la dura realidad que vive la otra parte, la de miles de compatriotas que salen todos los días a buscar ‘camello’ para ganarse el sustento en medio del desempleo, la falta de oportunidades, la pobreza, la corrupción, la inseguridad, una justicia inoperante, más impuestos, pésimos servicios públicos, la gasolina y los peajes más caros del mundo, enfermos muriendo en la puerta de los hospitales y niños de hambre en La Guajira. Toda una tragedia humana que muestra una sociedad con carencias básicas y enferma, con profundas diferencias e inequidad, que hace que la gente haya perdido toda esperanza y la credibilidad en sus dirigentes, pero ojo, la cura no puede ser peor que el mal.
Hay que votar bien pensando en la estabilidad política de la nación y en el futuro de nuestros hijos, asumiendo esa responsabilidad y no dejarla en manos del que por odio según su concepción ideológica de “lucha de clases” elija a un presidente que no respete las reglas de la democracia, nuestros derechos y libertades. Espero que los cambios institucionales y las reformas sociales que el país necesita y el pueblo exige se den desde un gobierno democrático, para lograr una sociedad más justa y equitativa.