El cambio climático lo percibimos cada vez con mayor intensidad, sus efectos los sentimos en nuestra vida cotidiana, hoy los incendios forestales son noticia. Uno de los efectos está relacionado con el agua en la naturaleza; antes, en los municipios del sur de La Guajira se disponía de agua en abundancia para el trabajo agrícola, para el consumo humano, para los animales y para otras actividades; hoy el panorama es otro y es más complejo en el norte de la península.
Sin embargo, hoy observamos que el agua es cada vez más escasa y esta situación se torna más crítica. Por esta razón, todos tenemos el deber de cuidar el agua con la finalidad de poder contar con este recurso para nuestro consumo diario y para todas las actividades que requerimos del agua. Esto nos exige: Usarla en forma racional, cuidarla ya que progresivamente viene perdiendo su calidad por acciones del propio hombre.
El calentamiento global es un tema que en la provincia y en el resto del Departamento no medimos su importancia en nuestras vidas. Es el aumento de calor en el planeta producto de la contaminación por gases, por mala disposición de los residuos sólidos o basuras, por inadecuadas prácticas en la producción de las fincas en muchos casos, escasa conciencia y cultura ambiental de la población.
Lo que está pasando hoy en muchas regiones del país no es más que un fuego sin control de origen natural o antrópico que se extiende sin permiso, cuyo combustible principal es la vegetación viva o muerta, el cual ocasiona impactos tanto en los ecosistemas, como a nivel climático, económico y social, lo que puede amenazar la suficiencia de agua para todo tipo de uso. En el más reciente informe, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) indicó que toda la costa Caribe se encuentran en alerta debido a incendios de cobertura vegetal.
Bolívar es el departamento más afectado en el Caribe con 38 municipios en alerta roja, mientras que en Cesar se contabilizan 25. En Magdalena se encuentran 30 en máxima alerta, seguido de Sucre (22), Córdoba (18) Atlántico (15) y La Guajira (12). De acuerdo con el promedio de los últimos años, casi la mitad de los incendios forestales se producen por actividades agropecuarias y de urbanización, junto con las acciones intencionadas y los descuidos de personas que no apagan bien sus cigarrillos o fogones de paseos de olla.
Además de los fenómenos climatológicos, un alto porcentaje de los incendios forestales son intencionados o causados debido a despistes, imprudencias, falta de atención o irresponsabilidad del ser humano, y cuando surge este tipo de emergencia, se agrava por la insuficiente respuesta de las autoridades por no apropiar recursos o por falta de cuerpos de bomberos entre otros.
La responsabilidad y sentido de pertenencia de los gobernantes de turno no la están plasmando en una campaña de prevención y promoción para afrontar estas calamidades que no avisan ni dan espera para su solución. Es difícil articular con los organismos de socorro, con las universidades, colegios e iglesias, estrategias que nos permitan proteger a la comunidad y a los ecosistemas.
Algunas de estas recomendaciones son no tirar colillas encendidas ni arrojar basura fuera de las papeleras. Las hogueras sólo podrán realizarse en zonas y épocas autorizadas. Si se detecta un incendio llamar a los organismos de socorro.
La quema de rastrojos se deben evitar los días de viento fuerte o de sequía y se deberá pedir autorización para su realización.Se mantendrán limpios los caminos y las carreteras. Se evitará en los jardines la excesiva frondosidad y la vegetación seca. En las proximidades de las zonas forestales en épocas de riesgo, no se emplearán motosierras o herramientas que puedan provocar chispas. Si se participa en la extinción de un incendio se seguirán las indicaciones de la autoridad competente y nunca se trabajará de forma aislada; es difícil para las autoridades hacer pedagogía de estas recomendaciones.
En esas circunstancias es fácil cometer errores muy graves, especialmente cuando políticos con información insuficiente redactan políticas, legislaciones o normativas nuevas con prisa y bajo la presión de una opinión pública furiosa y desconfiada. La falta de fondos no ha sido el único obstáculo al que se ha enfrentado la prevención de incendios; tampoco hay una voluntad política ni una mentalidad que favorezca la gestión de esta problemática, eso es lo que se percibe.