El Carnaval es una celebración antiquísima de tradición popular, que tuvo lugar por impulso de la Iglesia Católica en Roma, extendiéndose inicialmente a Grecia y Egipto. Después llegó a Europa, América y África. En ella se honorifica a Baco, dios de la embriaguez etílica. La palabra Carnaval se origina del latín ‘Carne-vale’ que significa, ‘adiós a la carne’. Es decir, sacudirse de todos los malestares que atormentan, acorralan, mortifican y bloquean mentes, movilidad y visualidad en colinas y laberintos: oscuros, pantanosos y espinosos.
Las interpretaciones religiosas del término Carnaval son contradictorias referencias, sobre transformaciones, revestimiento o inversión simbólica y ritual de la realidad. Las fiestas carnestolendas están satanizadas por sectas religiosas considerando el derroche de adrenalina, como comportamiento mundano e inmoral.
El diablo es una figura imaginaria e inexistente, creadas por religiones para infundir temor, miedo y atrapar incautos, para sujetarlo a dominios, coartando libertad, reflexión y libre expresión, de la que debe gozar toda persona consciente. El Carnaval es de múltiples matices y símbolos culturales que los caracterizan de manera costumbristas, por creatividad e inspiraciones de cultores artísticos, que diseñan y decoran para exaltar coloridos y modelajes, ridiculizando y toreando el demonio, en celebraciones populares y privadas.
Aun cuando las celebraciones de carnavales tienen fechas establecidas, estas no son universales en sus conmemoraciones. Algunas se preestablecieron como anticipo a la cuaresma, previa a la Semana Santa que inicia el miércoles con la cruz de ceniza, poniendo fin a las festividades recocheras que tiene lugar en cada vigencia anual. Tampoco se celebran en todas las localidades del territorio nacional en las mismas fechas. Por ejemplo. En Colombia tenemos carnavales oficial en enero, de ‘Negros y Blancos’ en Nariño. En febrero y algunas veces a inicio de marzo, como ocurre este año, se celebraban en cuatro departamentos, Atlántico, Magdalena, La Guajira y Cesar. Hoy, solo se festejan en Atlántico y La Guajira, cuna de ingreso del Carnaval al territorio nacional, en igual forma que el acordeón. Todos los distintos festivales, fiestas religiosas y reinados de cada departamento y municipio, inciden con disfraces de Carnaval.
El Carnaval llegó a Riohacha en el año 1867, siendo el primer lugar de la Costa Atlántica, donde se comenzaron a territorializar las referenciadas fiestas, seguido por Cartagena, que celebra con la conmemoración de la independencia y reinado de belleza. En 1898 comenzaron los primeros pininos del Carnaval de Barranquilla. En síntesis, en el siglo XIX llegó el Carnaval a Colombia, siendo Riosucio, Caldas, el municipio pionero, compartiendo fecha de celebración, con Pasto, por último, Popayán los días 3 al 8 de enero.
Las rumbas, disfraces, danzas y coloridos decorativos; exaltan y contagian, alegría, relajando la espiritualidad humana, brotando la belleza femenina, adornadas de maquillajes, exhibiéndose: hermosas y preciosas, mostrando su estructura corporal y aptitudes, en conjuntos e individuales, que las caracterizan y destacan, resaltando disfrutes de folclor, rebozados de alegría, amalgama de amor y felicidad. Referirse a Carnaval, es necesario vivirlo y compartirlo, para sentir cómo se disfruta, originando recuerdos inolvidables, propicios, para conquistar y enlazar, enamoramientos y emparejamientos, entre personas heterogéneas, homogéneas y en dobles chit (mixto), como se reflejó en el desorden desmedido de ‘Joselito’, que muere de infarto, por sobrarse de calidad, consumiendo desde ron, hasta sexos, con quienes se le atravesaban en el camino, durante la celebración, cuya muerte pone fin a temporadas de Carnaval, dejando una recua de viudas desconsoladas y desmayadas de dolor.
Riohacha mantiene incólume su tradición carnestolenda, simbolizando a los Embarradores, grupos de hombres y mujeres, que se revuelcan como marranos, en una laguna con barros arcilloso, el día domingo de Carnaval, en las horas de la madrugadas, desfilando en calle de honor, conformadas por nutridos grupos de personas, que observan y se divierte, con la acción cultural, al ritmo del pilón, amenizados por una banda musical, que concluye en el parque del cementerio central. La práctica de los Embarradores en carnavales, es única en Colombia, con más de 100 años de tradición, compartida en Sudamérica, con el Carnaval de Río de Janeiro-Brasil. El lunes en horas de la tarde, vuelven a desfilar por la ciudad, acompañados de la Reina Central, recibiendo ovaciones y aplausos populares, de quienes no se pierden de acompañar y apoyar los Embarradores de Riohacha.
En la cultura del disfrute Carnaval, hierve la alegría, entre quienes se lo gozan, en distintas formas y manifestaciones, actuando u observando, caracterizado por el desorden bullanguero y recochero, que colma de felicidad, desestresando ataduras, depresiones y desánimos, sacudiéndonos de cargas y males, que inhiben, atomizan y privan; de liberación para divertirse sanamente con los suyos.
Bailar, cantar, tomar, disfrazarse, danzar, tocar instrumentos musicales, desfilar, leer décimas y letanías, lucir prendas propicias con la ocasión folclórica, observar concursos y festivales de conjuntos musicales y orquestas, desfiles de carrozas y agrupaciones de comparsas. Lo mismo que ir a casetas, eventos y fiestas privadas, sin descuidar el consumo de variedad de alimentos, en picadas, sancochos, asados, tamales entre otros tantos. La mejor terapia, es aquella que te limpia y nutre el alma o espíritu humano, flexibilizando el cuerpo, deshaciendo nudos y espinitas, si se complementa con perdón, dejando el ayer atrás, previniendo: mortificaciones, rencillas, rencores, odios y revanchismo de venganzas. Oren, escuchen músicas, visualicen asuntos que les den, recreen o enseñen, no que los manipulen, engañen, ni utilicen, en nada bueno. Ejerciten el cuerpo; para vivir relajado, sin temores, acosos, sosiegos, ni dolores, en tranquilidad, gozando de felicidad.
En Riohacha y casi todos los municipios de La Guajira, se ha bajado la participación de muchas personas, que tradicionalmente han carnavaleado, por causa de la violencia y delincuencia que vivimos, con desórdenes de jóvenes que no miden consecuencias de desafueros, con desastrosas acciones que degeneran y ahuyentan a quienes están apreciando los variados desfiles. Las casetas populares, son escasas. Para concederle un permiso, que antes era gratuito, hoy en día deben cumplir requisitos, que conllevan altos costos, no disponibles para muchos. Otros por seguridad y comodidad, prefieren u optan, organizar y jugar Carnaval con aportes o ‘vacas’ económicas de manera vecinal, familiar o entre compañeros y amigos.
No hay como divertirnos y gozar un domingo de Carnaval, durante todo el día, de mojaderas, entre participantes acompañadas, de buena música, aguardientes, cervezas, sancochos de costilla, mondongo, pescado o guandul. Asados de chivo, chuleta, punta gorda, lebranche, chorizos, pechuga y chinchurria.
La Punta de los Remedios, en el municipio de Dibulla, es el único territorio de La Guajira, que aún conserva la tradición del festejo popular durante los cinco días, hasta el martes de Carnaval. Mi admiración y aprecio, a doña Nohelia “Pipi” Mejía Guerra, quien a los 97 años, aún cuando lo niega, dice que tiene 79 años, invirtiendo los números, es la Reina vitalicia e ícono, del Carnaval riohachero, todavía baila el pilón, flameando su falda, brincando pasitos, a plenitud mental. Que vivan los carnavales, restaurados este año por Telecaribe.