“Y si me voy te voy a hacer mucha falta, tarde o temprano me vas a llorar, cuando sientas el frío de la soledad yo te voy a hacer más falta de lo que imaginas, pero soy invisible en tu soledad soy un objeto que no tiene vida, que vas a verme si no puedes verme, que vas a hablarme si no puedo escucharte”.
El aparte preliminar corresponde a la canción titulada ‘Invisible’ de la autoría de Alejandro Sarmiento que grabó con su voz Jesús Manuel Estrada, con el acordeón de Víctor Reyes, vino en Álbum ‘Un Gran Cantor’ en el 2004; vino a mi mente esa canción a estas horas de la madrugada, después de una larga noche, mientras intentaba reaccionar de mi estupefacción, ante la inesperada partida en las últimas horas de nuestro primo Andrés Vicente ‘Chente’ Acosta, a quien Dios llamó de este mundo a su presencia la noche anterior.
Durante mi reflexión, recordé que el 20 de diciembre de 1972 se realizó la fiesta más trascendental de la familia en toda su historia, fue el festejo de los 50 años del nacimiento del tío Tomas, padre de ‘Chente’, fue aquel un acontecimiento de impacto regional, fue un encuentro de profundas connotaciones familiares, todos aquellos que se encontraban lejos regresaron, allí estuvieron los amigos de la familia de todos los pueblos, estaba muy niño, pero no olvido los detalle, fue el día que conocí a Luis Enrique Martínez, quien vino especialmente a complacerlo con su conjunto; la parranda comenzó durante el día, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, acostado en un chinchorro en el Kiosco en medio de la concurrencia, todo era dicha, alegría, felicidad, el olor del whisky fiesta se confundía con el aroma de la carne llanera que Gumercindo Salazar estaba preparando al lado, en frente de la caseta donde se encontraba la Planta Lister que en alguna época suministraba energía al pueblo, son los recuerdos que permanecen indelebles en mi mente desde entonces, esa fecha quedó marcada en el corazón de todos.
Esta vez, la familia se reúne nuevamente, ahora virtual pero para compartir, distante y frío pero para compartir el dolor, el primo ‘Chente’ será sepultado coincidencialmente en esta fecha de grata recordación para nuestra gente, pudo más el poder de la Divina Providencia, que la ciencia, los deseos y las oraciones de la prima Chave, sus hijos y la familia toda para que el continuara su periplo vital, perdió la batalla contra un enemigo silencioso y letal, con toda razón esta noticia nos ha estremecido a nosotros y a nuestro pueblo, solo quedarán sus recuerdos, ejemplo como hombre honrado, su altruismo como inventor de la Cena Navideña de los 24 de Diciembre, su trascendental participación en la organización de los Festivales del Dulce de Leche, y su profundo amor por su familia, por su madre, su abuela y su pueblo, motivos de peso, indiscutibles e irrefutables por los cuales nunca se quiso mudar a vivir en otro lugar, recuerdo cuando mi padre le consiguió una beca para estudiar en el Sena en Santa Marta, viajó y no aguanto más de un mes, regresó porque no resistió la ausencia de su abuela y de su madre, prefirió dedicar, su juventud, su tiempo, su vida y su inteligencia al trabajo honrado como ganadero y agricultor, así pudo con el apoyo abnegado y leal de la prima Chave, levantar una familia digna, austera y regalándole a la sociedad cinco profesionales que brillan con luz propia.
Todos en Monguí habremos de extrañar, su lento paso saludando por el camino cada tarde, desde su casa hasta donde Ulicida, su mamá, acompañado de su perro a pasar la tarde junto a ella, era una visita tradicional, rigurosa, puntual y sagrada, allí permanecían debajo del árbol conversando de lo divino y de lo humano, testimonio del amor inconmensurable que le profesaba, porque era un hombre que predicaba con el ejemplo, y quien es buen hijo, es buen todo.
Hemos cumplido una vez más, el deber de seguir entregando a Dios lo mejor que tenemos, lo hacemos con gozo, a consciencia, y con la seguridad que Andrés Vicente al partir lo ha aceptado con espíritu de adoración y ratificando su condición de devoto, hijo de la iglesia, lleno de fe, de esperanza en la resurrección, caridad y sin dolor por sus pecados perdonados, y después de invocar a los tres misterios de la buena muerte, al ver a Jesús crucificado dijo como él : “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Primo, ya que has bajado tranquilo al sepulcro, intercede ante Dios y Santa Rita, patrona de nuestro pueblo, para cubran con el bálsamo del consuelo a tu compañera de toda tu vida, a tus hijos, a tu madre, a tus hermanos y hermanas y a toda la familia, para que si el mal tiene ojos no nos vea, si tiene pies que no nos alcance, si tiene manos que no nos detenga, para que nuestro cuerpo no sea preso, ni nuestras carnes desgarradas, ni nuestra sangre derramada ni nuestra alma perdida, y como le dijo el ladrón a Jesús en sus últimos momentos, ahora te decimos a ti, “Acuérdate de nosotros ahora que estás en tu reino”.