A finales del año 1971 el juglar Luis Enrique Martínez Argote tuvo la osadía de sentarse, tocar su acordeón y cantar dentro de un féretro, algo nunca visto en la historia de la música vallenata.
Todo eso lo hizo por sugerencia de los creativos de la disquera Codiscos para ilustrar la carátula de su segunda producción musical grabada por Gabriel Álzate, que llevó el título de ‘La pijama e’ palo’, canción de la autoría de Camilo Namén Rapalino.
El hecho sucedió en la ciudad de Medellín y la sesión fotográfica estuvo a cargo de León Ruiz Flórez, quien se tomó su tiempo para hacerlo desde distintos ángulos, para que la diseñadora Olga Walter pudiera lograr su objetivo.
Sobre esa inusitada sesión fotográfica, el corista Joaquín Pablo Cervantes Osorio, más conocido como ‘Jhonny’ Cervantes, contó una curiosa anécdota. “Ya habíamos grabado el disco donde estuve como corista invitado y faltaba la carátula, pero convencer a Luis Enrique para que se montara en ese cajón, tocara su acordeón y cantara, no fue nada fácil. Primero, porque tenía miedo de hacerlo argumentando que eso era como llamar la muerte y segundo, por ser obeso. Entre cuatro personas lograron montarlo y hasta salió asustado en la foto”.
El corista, quien nació el 30 de junio de 1934 en Salamina, Magdalena, no recordó a todas las personas que aparecen en esa carátula, a excepción de Luis Enrique Martínez, Julián Martínez, sobrino del juglar y el guacharaquero Adalberto Mejía, pero sí recordó que todos hacían parte de la agrupación. “Eso hace más de 50 años y a mi edad no es fácil, pero lo que conté es la pura verdad”, expresó.
Para cerrar su comentario, ‘Jhonny’ Cervantes añadió. “Luis Enrique era un genio tocando el acordeón. Nada más era silbarle y cogía la nota al vuelo. Nunca he visto alguno igual, porque jugaba sacándole notas al acordeón. No más es escuchar a muchos acordeoneros en el Festival Vallenato o de otros eventos similares, y verá que priman las notas de Luis Enrique. Eso es excelente”.
La sorpresa de Camilo
El compositor Camilo Namén Rapalino ha tocado muchas veces en sus canciones el tema de la muerte, caso de la obra dedicada a su padre, Felipe Namén Fraija, titulada ‘Mi gran amigo’. “Tan bueno y tan noble como era mi padre, y la muerte infame me lo arrebató”. También en la canción ‘Encuentro con el diablo’, dijo. “Me dicen que el tres de noviembre la radio una noticia dio, y así lo gritaba la gente, un parrandero bueno se murió”.
En esa ocasión direccionó su canción reflexionando directamente con la única realidad de la vida, la muerte, donde una pijama e’ palo es lo único que se lleva a la hora de cerrar los ojos definitivamente.
Ante tantos recuerdos al lado del juglar Luis Enrique Martínez, a quien denominó como el mejor de todos los tiempos del vallenato, porque supo esculcar a fondo el acordeón dejando una gran escuela, manifestó.
“La canción ‘La pijama e’ palo’ se la canté en Fundación, Magdalena, exactamente en el hotel Buenos Aires. En esa parranda de una vez me dijo que me la iba a grabar, y así sucedió. Lo que me sorprendió fue verlo en la carátula del disco dentro de esa pijama e’ palo. Pobre hombre que le hicieron esa gracia estando vivo”. Ese disco salió exactamente el viernes 12 de noviembre de 1971.
Continuó con su relato: “Tiempo después nos encontramos, y esa fotografía fue motivo de celebración y comentarios jocosos debido a la manera como él salió en la carátula del disco. La canción llamó la atención a pesar del tema que trata, la muerte, que a nadie le gusta”.
Enseguida, habló en detalle sobre el motivo de la canción: “La hice viendo la manera de ser de algunas personas que humillan, maltratan y son prepotentes. En fin, esa pelea constante del hombre contra el hombre, sabiendo que nuestro destino es una tumba, teniendo que dejar riquezas, familia y demás. La lección de la canción es que en la vida debemos ser buenos, nobles y honestos. En ese sentido, cité al ganadero y parrandero Nepomuceno ‘Nepo’ Sierra, quien cumplía esos requisitos por su calidad humana”.
La gran parranda
Entre las parrandas memorables de Camilo Namén con Luis Enrique Martínez, está la que se llevó a cabo en Valledupar. “Hace muchos años invité a una parranda en mi casa a Luis Enrique Martínez, Alejo Durán y al compositor José Benito Barros. Allá llegó un rato Consuelo Araujonoguera. Lo que llamó más la atención fue cuando Luis Enrique tocó el acordeón para que José Barros cantara su bella canción ‘La piragua’, la misma de Guillermo Cubillos. Esa fue mucha emoción de ‘La Cacica’, la mamá del Vallenato”.
Entonces fue cuando a Camilo Namén, ese gigante de la composición vallenata, se le notó su lado más humano porque después de recordar ese episodio su rostro se llenó de lágrimas.
El tiempo ha pasado y la canción nunca ha perdido vigencia, porque trata la gran realidad de la vida, esa de la cual nadie se escapa. Así se inspiró el compositor, diciendo.“En la vida tenemos un cajón, una tumba fría y no sabemos dónde, pero hay una mujer escondida que está viendo todo y se llama la muerte”…
Aquella vez Luis Enrique Martínez desafió la muerte, pero ella llegó cuando menos la esperaba con sus manos silenciosas y sin preguntar nada. Él se despidió de la vida en Santa Marta la tarde del sábado 25 de marzo de 1995.
Teniendo de frente esa escena de tristeza Consuelo Araujonoguera con conocimiento de causa, expresó. “Luis Enrique Martínez, mantendrá su título de “Papá de los acordeoneros”, y seguirá caminando hacia la historia grande del folclor más bello del mundo, llevado en hombros del mismo pueblo alegre que lo acompañó toda su vida”.