El 16 de diciembre pasado en la Biblioteca Departamental del Cesar Rafael Carrillo Luquez se realizó un justo reconocimiento en vida al maestro Alfredo Gutiérrez por su aporte en más de sesenta años a la música vallenata. Además de develar su figura en cera, se desarrolló un conversatorio sobre su vital biografía a partir del texto que lleva su nombre con el calificativo de ‘El Rebelde del Acordeón’.
Por la noche de ese evocador día, en la plaza Alfonso López de Valledupar, en la tarima donde nació el Festival de la Leyenda Vallenata, por dos horas, el Alfredo de todos los tiempos hizo un emocionado, generoso y fiel repaso de los temas más cantados, bailado y ejecutados de su amplio repertorio de éxitos musicales sin fecha de vencimiento. Su timbre de voz y memoria musical a sus 79 años siguen siendo su mayor activo para que cada presentación sea una cátedra magistral de los aires tradicionales de este género musical, así como de los innovadores ritmos que ha introducido a lo largo de su existencia dedicada al folclor.
Para la mayoría de los que somos provincianos y nacidos en la década de los cincuenta y sesenta, nuestro emblemático representante acordeonero, compositor e intérprete, fue es y será el oriundo de Palo Quemao (municipio de Los Palmitos, Sucre) de padre nacido en La Paz (Cesar). Como dijera acertadamente el compañero de la promoción de bachilleres loperenos de 1970, Armando Oliveros: “Alfredo Gutiérrez significa para nuestra generación la sumatoria de todos los artistas de los últimos tiempos visibles y no visibilizados por el mercado”.
El declararlo ‘Rebelde del Acordeón’ está asociado al ingenio de Gutiérrez Vital por la articulación de los pitos y sonidos disonantes en la creación de nuevas sonoridades melódicas, armónicas y rítmicas que ya había experimentado el músico de escuela villanuevero, Andrés “El Turco” Gil. Pero al mismo tiempo, preservar su fidelidad al son, paseo, merengue y puya de la tradición de género vallenato es lo que justifica y explica haber ganado la categoría profesional en los festivales vallenatos de 1974, 1978 y 1986. Caso único es los 54 años del certamen festivalero en la capital mundial de vallenato.
Definitivamente, su versatilidad entre lo tradicional y las nuevas búsquedas de la música vallenata con el acordeón transportado e instrumentos de viento resuelven en principio la eterna discusión de los cambios en los diferentes momentos de esta expresión folclórica por quienes se autoproclaman como pontífices de verdades reveladas e infalibles y no reconocen que en últimas la música vallenata es una construcción social en la historia de estos territorios del Caribe colombiano.
Hipotéticamente, Alfredo Gutiérrez se puede considerar el músico que hizo la convergencia y fusión de lo que equívocamente clasificó y con sentido excluyente el texto ‘Vallenatologia’, cuando afirmó con el supuesto argumento de autoridad que había vallenato vallenato, vallenato bajero y vallenato sabanero.
Como integrante de la promoción de bachilleres que nos graduamos hace 52 años en el glorioso y nivelador social Colegio Nacional Loperena, debo confesar ese viernes 16 diciembre, la sorpresa y el sentimiento de admiración por el homenajeado Alfredo de Jesús, cuando en el conversatorio y en la presentación de su repertorio musical ante un pueblo que lo califico por unanimidad como rey de reyes, distinguió y reconoció en primera persona a nuestro compañero mayor de Patillal, José Agustín (Tin) Daza Díaz, como el más fiel seguidor, admirador y preservador de su coherente vida y obra.
Los 87 compañeros y las seis compañeras de nuestra promoción de bachilleres Loperenos 1970 nos sentimos honrados y reconocido en ‘Tin’ Daza por ‘El Rebelde del Acordeón’. Gratitud por siempre para Alfredo Gutierrez por su aporte musical y testimonio de vida a nuestra generación.