José Francisco Jamocó Ángel, líder del Centro Cristiano de Alabanza El Shaddai, ha sido condenado a 25 años de prisión tras ser hallado culpable de abusar sexualmente a varias feligresas durante más de una década.
La sentencia, emitida por un juez en Bogotá, pone fin a un oscuro capítulo que se extendió entre 2005 y 2019, donde el pastor utilizó su posición de autoridad para someter a mujeres y niñas de la congregación a abusos sistemáticos.
Las víctimas, en su mayoría, vivieron un prolongado tormento psicológico y espiritual. Patricia Campos, una de las denunciantes, relató que el abuso era disfrazado como «disciplina» y «pruebas de Dios», “Nadie hablaba del tema como abuso, se hablaba de disciplina, se hablaba de pruebas de Dios, se hablaba que eso era como lo que uno necesitaba para ser probado y para recibir el carácter de Cristo y era como si uno necesitara de eso malo en la vida para ser pulido y tallado”, explicó.
Este fenómeno de normalización del abuso fue facilitado por una manipulación psicológica que llevó a las mujeres a considerarse inferiores y sin capacidad de resistencia ante la figura del pastor.
Jacomó empleaba estrategias que incluían desde besos hasta tocamientos indebidos, todo ello justificado con interpretaciones distorsionadas de textos bíblicos.
Una testigo recordó cómo el pastor se acercaba a ella durante las presentaciones, insinuando sus deseos sexuales. Las víctimas fueron convencidas mediante plegarias para que «no se sintieran mal», lo que culminaba en actos sexuales consumados bajo coerción.
A pesar de los numerosos testimonios y la gravedad de los cargos —que incluían acceso o acto sexual en personas incapaces de resistir y acoso sexual— Jacomó mantuvo su inocencia, alegando ser un enviado divino; sin embargo, la valentía de las víctimas para denunciarlo fue crucial para que la justicia prevaleciera. A pesar de enfrentar estigmatización y revictimización por parte del sistema judicial, dos mujeres decidieron persistir en su lucha legal.
“Una cosa que marcó mucho este proceso fue el tema de yo denunciar y que la primera fiscal que tomó mi caso me dijo que eso que yo estaba denunciando le podía pasar a una niña, pero no a una adulta. Para mí eso fue súper revictimizante”, relató una denunciante.
El caso no estuvo exento de dificultades; inicialmente prescribió debido a recursos legales presentados por la defensa del pastor. No obstante, la insistencia de las víctimas llevó a una reapertura del proceso, resultando finalmente en una condena que también ha suscitado investigaciones adicionales sobre otros posibles abusos dentro de la congregación.
La defensa ha solicitado la nulidad del fallo ante el Tribunal Superior de Bogotá, pero el impacto del caso ha resonado más allá del juicio.
La sentencia no solo representa un «triunfo» para las víctimas individuales, sino también un llamado a la reflexión sobre el abuso dentro de instituciones religiosas y la necesidad urgente de proteger a los más vulnerables.