El sector humanitaria enfrenta una crisis sin precedentes tras la decisión del gobierno de Estados Unidos de congelar los fondos de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid). Anunciando el 25 de enero bajo la administración de Donal Trump. La medida ha provocado despidos masivos, la suspensión de proyectos claves y el temor de que muchas organizaciones desaparezcan en el corto y mediano plazo.
Usaid representa el 42% de la ayuda humanitaria mundial, por lo que su suspensión ha golpeado a cientos de oenegés que dependen de estos fondos. El Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) ya ha despedido trabajadores en distintas regiones, y en países con crisis severas como Afganistán, la interrupción de programas esenciales ha puesto en peligro la supervivencia de miles de personas.
La decisión tomó por sorpresa a las organizaciones, muchas de las cuales no tuvieron el tiempo para prepararse ni buscar financiamiento alternativo. “La gente entró en pánico”, comento un cooperante en Kenia; a demás, el desempleo afecta tanto a expatriados como a personal local, dejando a muchas familias sin sustento.
Aunque una semana después del anuncio se autorizó la recaudación de misiones de “ayuda humanitaria vital”, la incertidumbre persiste. La administración Trump revisará la medida en 90 días, pero expertos advierten sobre una reducción drástica del apoyo estadounidense a largo plazo; estos podrían reconfigurar el ecosistema de cooperación internacional y agravar la situación de millones de personas que dependen de esta asistencia.