Una promesa incumplida tapa la otra. Son decenas de promesas que en medio de las emergencias, el Estado central lanza a borbotones ante las miradas angustiadas de los afectados y damnificados, que parecen sentirse bien cuando un presidente los visita para calmar los ánimos de los sufridos.
Es una historia cíclica que se mueve al ritmo de la dinámica de los fenómenos atmosféricos de momento. No solo ocurre en La Guajira, es un comportamiento casi normal de todas las autoridades en este país.
La toma al Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985 y una semana después, la avalancha que borró del mapa
a Armero, sirvió para que el presidente Belisario Betancur saliera de una encrucijada de orden público, a cambio de una emergencia social.
Por eso afirmamos, que una tragedia parece tapar las emociones de las otras. En La Guajira, tenemos unas muestras
fehacientes cuando el 18 de octubre de 1988, el huracán Joan dejó que uno de sus coletazos azotara a pequeñas poblaciones de la península, muchas de las cuales sucumbieron en el anonimato, ante la embestida del cambio climático.
Una noche del 21 de octubre del 2021 una tubería del gasoducto estalló en la zona de El Patrón en Riohacha, acabando
con las esperanzas de muchas familias. Siete muertos, un dudoso condenado, y una avalancha de promesas que se hicieron esa madrugada, quedaron sepultada por el incumplimiento.
Solo la empresa Promigas cumplió con el 50% de la demanda colectiva impetrada por los damnificados, el Estado pese a reconocer la deuda, jamás la ha pagado.
Cuando Juan Manuel Santos ejercía como presidente un fuerte aguacero lo sorprendió en Uribia. Todo se inundó. El presidente lanzó promesas que jamás cumplió. Después Iván Duque, vivió una situación casi similar en la Alta Guajira.
El actual presidente Gustavo Petro, cuando apenas iniciaba su gobierno, vivió momentos dramáticos en una balsa, en donde recorrió uno de los arroyos de Uribia, y conoció la realidad de estas tierras. Hubo promesas, llegaron puentes metálicos y otros apoyos de poca utilidad.
Los paliativos aparecieron como es costumbre, pero las soluciones de fondo no han llegado. El 24 de noviembre del 2023 en El Molino, el río generó una emergencia, la Unidad del Riesgo entregó el contrato 9677 por 11 mil 740 millones de pesos, extrañamente, pese a ser una emergencia, nada se sabe del dinero. No hay inversiones.
La Guajira requiere con urgencias de obras para mitigar los efectos del verano, como la construcción de sistemas de acueducto y alcantarillados sanitarios y pluviales. Además de inversiones para
las temporadas invernales, como las carreteras, puentes, diques, que permitan direccionar las aguas en las temporadas de lluvias, como la que estamos afrontando en estos momentos.
Esas obras parecen no llegar. No hablamos de aeródromos, hacemos referencia a la vía perimetral, que ahora prestaría un invaluable servicio para sacar los enfermos de la Alta Guajira.