A mediados de la década de los años 90, y luego de una visita del para esa época gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, en el departamento de La Guajira, se hizo el montaje del Parque Eólico Jepirachi, el primero en Colombia, en generar 19,5 megavatios de potencia, gracias a sus 15 aerogeneradores, cada uno de 1,3 megavatios.
Fue el inicio de lo que hoy se conoce como la transición energética que vive nuestro país, con la cual se proyecta hacer frente a los cambios climáticos que vive el mundo, que están provocando grandes sequías.
El 17 de diciembre del 2003, los vientos sostenidos de 9.8 metros por segundo que presenta la Alta Guajira, especialmente en la región de Media Luna, donde se encuentra Puerto Bolívar, punto de salida del carbón de Cerrejón, permitieron mover las aspas de los aerogeneradores del Parque Eólico Jepírachi, por lo que La Guajira se ganó el rotulo de ser la meca de las energías alternativas del país.
21 años después, en la península colombiana, pese a tener 22 solicitudes de licencias ambientales para montar parques eólicos y fotovoltaicos, hasta el momento, ninguno de ellos, a excepción del parque experimental Jepirachi, ninguno ha podido despegar.
La península, con el mayor potencial de vientos permanentes y con la mejor luminosidad/día/hora, parece condenada a vivir en mendicidad energética. Los dos municipios, Uribia y Manaure, ubicados en la Media y Alta Guajira, tienen el peor servicio de energía eléctrica. El Cabo de la Vela, Media Luna, en donde se instaló el parque Jepirachi, carece de interconexión, pese a las promesas y millonarias inversiones que se han hecho.
En los cascos urbanos de Uribia y Manaure, se vive un éxodo de sus pobladores, quienes no soportan las fluctuaciones eléctricas, que no permiten desarrollar ningún tipo de emprendimiento empresarial.
Para colmo de males, una comisión de la empresa Air-e, acaba de señalar que los molinos de sal, establecidos en las afueras de Uribia y la planta de Sema de Manaure, tienen un alto consumo de energía, convirtiéndose en la causa de las continuas alteraciones del fluido eléctrico que dañan los electrodomésticos de los usuarios.
Una acusación fatal. Eso, mirado así, no permitirá mayor desarrollo industrial. La empresa Air-e no presenta alternativas, a excepción de la instalación de un transformador en El Pájaro, un corregimiento de Manaure.
Parece una sentencia a vivir en el ostracismo. Desde hace años se viene planteando la construcción de una moderna subestación eléctrica, que sea abastecida con las líneas de alta potencia que abastecen a Puerto Bolívar. Solo promesas, nada de realidades.
Nuestra región se ha rezagado en la generación de energías alternativas. Las licencias se han retrasados y los inversionistas han preferido otros territorios. Triste realidad.