Al cumplirse los 10 años de la muerte de Rafael Escalona, rendimos un tributo al cronista que con melodía ha narrado los acontecimientos de esta región peninsular.
Su pluma e inspiración con La Guajira aparecen en más de cuarenta canciones de las tantas que logró publicar a través de la pasta sonora. Pensamos que el escenario y la gente de La Guajira fue la acuarela que quiso dejar plasmado en el cartón imaginario que con pintura de amor y amistad disolvía entre amores, parrandas y amigos, producto del ideario macondiano que se vive en la región.
La sociedad de Valledupar entre alcurnias y abolengo y sollozándole al oído, le debieron haber reclamado a Rafael Escalona por qué se inspiró más en La Guajira y no con los lugares y personajes del Cesar. Para mí eso tenía una explicación y es que la narrativa de Rafael Escalona estaba adaptada para ese movimiento literario y melódico hispanoamericano, llamado ‘realismo mágico’, el mismo que con lujo de detalles escribió Gabriel García Márquez. Pero el Rafael Escalona a quien le rendimos este tributo, pintó con melodía y narró con letras inmortales la realidad emocional de los pueblos de La Guajira, comenzando lo que tal vez fue la segunda canción que compuso llamada ‘El carro Ford’ para irse a enamorar del “Valle pa’ Villanueva”, como para referenciar una de sus tantas narrativas.
Las canciones de Escalona describen directamente los sitios y los personajes de La Guajira, sobre todo, aquellas vivencias que son propias de esta región, como por ejemplo los amores de ‘Poncho’ Cotes con Telma Ovalle en ‘La ceiba de Villanueva’; el enamoramiento con ‘La molinera’ que lo llevó a una situación incómoda de tener el cuerpo en el Valle y el corazón en El Molino y a donde me deja con ‘El general Dangond’ que en su automóvil resplandeciente viajaba enamorado de Villanueva para El Molino, y qué decir de ‘El Almirante Padilla’ con ‘El Tite Socarrás’, la historia contrabandista del Departamento que se escenificó en La Guajira arriba entre la fragata que custodiaba nuestras costas y una embarcación que contrabandeaba con café.
Escalona no se escapó de los ‘lenguazos’ de las mujeres guajiras, simplemente porque cayó en los malos comentarios de ‘La lengua sanjuanera’ y escuchar los sermones de ‘La vieja Sara’ en ‘El Plan’, jurisdicción de ‘La Jagua del Pilar, la misma que para calmarle la lengua le llevó su regalito, “un corte blanco con su collar”, pero también dibujó con sus versos la belleza fonsequera a través de la nobleza latina para una gran dama que tuvo una elegancia muy distinguida como fue ‘Carmen Gómez’. Y me faltan muchas como Dina Luz Cuadrado, una hermosa doncella que todavía se conserva bella y la amistad incomparable con Juan Félix Daza Martínez, Alfonso Murgas y ‘Toño’ Dávila, amigos que hicieron parte de su vida. Gracias maestro Escalona por haber tenido a La Guajira en sus vivencias musicales.