Triste la situación de los gestores culturales de La Guajira, que siguen mendingando apoyo para darle vida a los procesos que vienen cultivando durante años, en medio de las dificultades propias del sector.
No existe razón alguna para que los gobiernos departamental y distrital le sigan dando la espalda a ese grupo de personas que con las uñas siguen estimulando para que niños y jóvenes se interesen por las expresiones culturales, pero si invierten grandes sumas de dinero en la realización de festivales en donde además del talento musical que se premia se da rienda suelta a la venta de licor.
La cultura hace referencia al gusto por las bellas artes y las humanidades, como también al conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver necesidades de todo tipo.
Son algunas de las definiciones que deberían manejar los gobernantes para que valoren en su real dimensión ese trabajo silencioso de quienes han encontrado en la literatura, el teatro, la lectura, la música, el baile, la pintura, una manera de seguir formando.
Los gestores culturales merecen respeto, que se debe traducir en que se les brinde el apoyo económico para que avancen con sus procesos, toda vez que dedican parte de su tiempo a estimular para que desde los barrios su gente también goce de cada una de esas expresiones que engrandecen el alma.
Estos últimos años de gobierno tanto en el Departamento como en los municipios han sido nefastos para la cultura, porque se ha negado la inversión para el sector, porque el poco recurso asignado al presupuesto se ha trabajado en algunas acciones mínimas que terminan al final pagando los famosos favores políticos.
Los directores de Cultura son unos convidados de piedra, porque no defienden los intereses de quienes pueden demostrar reales procesos culturales, pero se prestan para el juego infame del favor político de sus jefes apoyando de manera pírrica uno que otro evento, pero entregando gruesas sumas de dinero a los festivales que también son importantes en una comunidad, pero que merecen un capítulo aparte para su análisis, por aquello que deben volverse autosostenibles.
Todo este triste panorama debe llamar inicialmente a la unidad de todos aquellos que impulsan las artes, para que entiendan que solo a través de la unión se pueden lograr que quienes ejercen el poder los respeten, pero también para defender que los pocos recursos que se asignan en los presupuestos se inviertan adecuadamente y favorezcan a los procesos que sobreviven a pesar del nulo o poco apoyo que reciben.
Todo esto debe también servir para exigir a los candidatos a las diferentes corporaciones públicas su compromiso por la cultura, y a defender que se asignen los recursos en los presupuestos del próximo periodo de gobierno.
Si queremos que nuestros niños y jóvenes desarrollen su talento artístico que va ligado a lo intelectual, eso que lo ayuda a alejarse de las drogas, de lo ilícito, del bajo mundo, entonces manos a la obra, no se puede dejar más espacio para que los gobernantes sigan mostrando indiferencia al sector cultural representado en todas sus manifestaciones.