Hace 70 años, cuando el buque de guerra ARC Almirante Padilla, llegó a Puerto López, ya lo encontró arruinado. Cuando el teniente de Fragata, Carlos Troncoso, pisa tierra firme, para confiscar la mercancía, el pueblo estaba asfixiado. Los uniformados, solo llegaron a colocar la estocada final.
Hoy, 70 años después de aquel incidente, los pocos habitantes que aún se encuentran anclados al recuerdo de un maravilloso pasado, que permitió a Puerto López, en su condición de Puerto Libre, por donde entraban todas las novedades comerciales a Colombia, recibir al buque ARC Golfo de Urabá, que llega no para confiscar, ni para combatir a los comerciantes ilegales, sino para traer toneladas de ayuda humanitaria, a decenas de guajiros que se encuentran atrapados, por la ola invernal, cuyas aguas borraron de tajo, las viejas trochas, por donde se escribió la bonanza del contrabando entre 1940 e inicio de los 60, cuando Maicao, y Barranquilla comienzan a florecer como zonas comerciales.
El ARC Golfo de Urabá, arriba a Puerto López, para encontrar un pueblo fantasmal, en donde las anquilosadas edificaciones del siglo pasado, aparecen como siluetas de cemento, que se resisten a caer por el acoso de las olas del mar, pese a que el compositor Rafael Escalona, le haya escrito un epitafio, a un pueblo que se negaba a morir, como lo narra la canción ‘El Almirante Padilla’.
La Alta Guajira es una ruina total. Puerto Estrella, Taroa, y ahora Puerto López, donde por fin el Estado central, unido al Gobierno territorial de La Guajira, en cabeza del abogado Jairo Aguilar Deluque, arriban con alimentos, medicamentos, frazadas, cámaras de televisión, entidades como Icbf, llegan para mostrar al mundo, unas ruinas vivientes, a cuyos fantasmales habitantes cada año le prometen, pero lamentablemente no les cumplen.
Nada diferente ha pasado, desde los años 40, cuando producto de una inercia comercial, Puerto López, recibía entre 3 y 5 goletas diarias, que se metían a la laguna de Tucacas, para descargar la mercancía que llegaba desde Aruba y Curazao, y cargaban café, azúcar y frutales, que luego los gobernantes de la isla, vendían a Europa y aparecían como los grandes productores y exportadores del Caribe.
En la Alta Guajira, parece que el tiempo se detuvo. Al igual, que, en la época del contrabando, no hay vías, los últimos gobiernos de Colombia, se han negado a acatar una Ley de la República que ordenó la construcción de la carretera perimetral. El proyecto de la pavimentación de la carretera Uribia – Puerto Bolívar, está paralizado, pero quieren levantar un aeródromo, pese a que no hay vías de acceso y menos pasajeros para su uso.
Lo peor de todo, a Maicao, de un plumazo, Cesar Gaviria en 1991 lo condenó a muerte, cuando creó la Apertura Económica, permitiendo que Bogotá, Medellín y Barranquilla, florecieran con un contrabando técnico.